La burgesía rusa ya no quiere a Boris Yeltsin. Desde el debate de su destitución por la Duma (el parlamento ruso), ha crecido el descontento general a su gestión. Los "poderes fácticos" del país han tomado conciencia de que Yeltsin no sólo ha dejado que Rusia pierda peso específico en el orden internacional, impuesto y liderado por los Estados Unidos. También consideran que una antigua potencia cuya política exterior depende, como ahora, de las ayudas internacionales y de los créditos del Banco Mundial jamás podrá levantar cabeza desde el punto de vista político.
La mala fama de Yeltsin se ve agravada por los contínuos rumores sobre su delicado estado de salud, así como por sus evidentes signos de adicción a la bebida. Los oligarcar rusos no quieren que su presidente, uno de los pocos en el mundo que tiene a mano el poder de dirigir un ataque nuclear contra cualquier otra nación del mundo, sea un inestable anímico y/o emocional. Además, Boris Yeltsin ha salido "tocado" del debate de la Duma.
Por el contrario, los acontecimientos que se vienen produciendo en las últimas jornadas sobre el conflicto de Kosovo están dando la razón a Víctor Chernormirdin. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO) ha admitido que haya tropas rusas entre las fuerzas de pacificación, cuando los acuerdos de Ramboullet no contemplaban su protagonismo. De idéntica manera, la diplomacia rusa ha servido en los últimos días para que el presidente yugoeslavo, Slobodan Milosevic, al menos acepte la retirada de tropas serbias de Kosovo y parar la llamada "limpieza étnica" prepetrada contra su población.
Fortalecimiento económico
La estrategia seguida por Yeltsin para obtener más ayudas económicas internacionales a cambio de la neutralidad de Rusia en los Balcanes se ha vuelto contra él. Yeltsin pretendía obtener más dinero para paliar la desastrosa situación interna de su país, pero desde el punto de vista internacional todo el mundo era consciente de las escenas e interpretaciones "cara a la galería" del premier ruso. Con las ayudas obtenidas, Yeltsin se jactaba de haber arrancado unos cuantos millones de dólares más a Occidente a cambio de su no intervención en el conflicto balcánico. Pero las ayudas realmente fortalecieron a las burguesía del país, que ahora es la que pide su marcha del poder.
Además, la oligarquía rusa es consciente de que la reconstrucción de Yugoeslavia pasará por la intervención de las empresas que controla, con lo que el dinero occidental asignado tras la firma y ejecución del plan de paz llegará a sus manos de una u otra forma.
Otro nombre que se baraja para sustituir a Boris Yeltsin al frente del Gobierno ruso es el de su vicepresidente, Serguei Stepashin, del que muchoa analistas afirman que ha ascendido a este cargo precisamentre porque así lo ha impuesto la burguesía rusa.