Las relaciones institucionales en el seno de la Unión Europea pasan por el peor de sus momentos, desde que el viejo continente inició su andadura hacia la unión con el Tratado de Roma. Primero fue la dimisión en bloque de la Comisión Europea, el pasado mes de marzo, por unas acusaciones de corrupción contra sus miembros sobre las que, por cierto, nadie ha vuelto a investigar. Y ahora, la falta de diálogo y de entendimiento entre el Consejo y el Parlamento europeos, que está poniendo en grave peligro a la misma Agenda 2000.
El Consejo Europeo, reunido en Berlín, ha acordado una Agenda 2000 que debería sentar las bases para una política financiera comunitaria, a llevar a cabo en los próximos siete años. El Parlamento Europeo tiene que aprobar este documento el próximo mes de mayo. Pero su Comisión de Presupuestos ha revocado el texto y no está dispuesta a admitirlo, porque no recoge ninguna de las condiciones mínimas exigidas por la Eurocámara para llevarla a buen puerto. De momento, en la votación previa de esta Comisión de Presupuestos de la Eurocámara, formada por veinte eurodiputados, 15 de sus miembros han votado contra el texto aporbado por el Consejo, dos se han abstenido y sólo tres lo han apoyado.
Otro frente abierto en la UE
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