Esta vez la mecha la prendió el Vaticano. Y el barril de pólvora que acaba de estallar amenaza seriamente el presente del ecumenismo planetario. El documento oficial «Dominus Iesus», difundido el martes 5 de setiembre por la «Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe» creó de inmediato la sorpresa, por no decir la indignación de las otras iglesias y religiones.
No sorprendió que el portavoz haya sido el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de esa Congregación, instancia vaticana que en 1965 reemplazó al Santo Oficio, nombre formal de la ex Inquisición.
Esta declaración, aprobada por el Papa Juan Pablo II, responde a las nuevas cuestiones relativas al diálogo interreligioso y recuerda, según el documento, «ciertos contenidos doctrinales esenciales» de la fe cristiana.
Al afirmar contundentemente que sólo la Iglesia Católica Romana es la verdadera iglesia, el Vaticano vuelve a reavivar las pasiones y a sacudir el espectro del cisma profundo de la Reforma protestante de inicios del siglo 16.
La declaraci¢n significa tambi’n un ataque frontal contra el sincretismo, es decir contra las mezclas y combinaciones de la fe cristiana con otras concepciones culturales y religiosas. Adem s, constituye un golpe directo contra muchas nuevas formas de espiritualidad que se viven tanto en -frica como en Am’rica Latina. En pa¡ses como Brasil y Hait¡ se practican desde lustros, con particular energ¡a, estas nuevas experiencias de fe.
Las reacciones al m s alto nivel religioso planetario no se dejaron esperar. La Iglesia Anglicana reaccion¢ con la misma virulencia que la luterana alemana. La Federaci¢n de comunidades israelitas de Suiza, se manifest¢ indignada contra la se_al que llega del Vaticano y ve, en esa posici¢n cat¢lica conservadora, un regreso al integrismo.
El Consejo Mundial de Iglesias con sede en Ginebra, Suiza, por su parte deplor¢ la declaraci¢n vaticana. Record¢ los avances realizados hasta ahora en el ecumenismo y subray¢ la necesidad de un «testimonio cristiano comon y cre¡ble» de cara al inicio del tercer milenio.
De un plumazo la historia parece volver varios a_os o siglos atr s. Las tensiones interreligiosas saltan como esquirlas en instantes por un autosuficiente Vaticano que parece desconocer la din mica del mundo. Al parecer el Vaticano defiende posiciones m s fundamentalistas que las esquem ticas manifestaciones integristas en el plano religioso o xen¢fobas en el terreno social. Para Roma, el dominio de Jesos, pasa a ser el dominio del Vaticano y de su nuevo imperio.
Una nueva bomba religioso-nuclear acaba de estallar. Hiri¢ gravemente, – lo que resulta m s preocupante-, a pueblos y millones de ciudadanos de creencias y sensibilidades diferentes. (Mu/QR/Ig/Re/ap)
Sergio Ferrari