Me cago en la creación y en todas sus creaturas, lloren los probos y regocíjense los disolutos; Chalí, la hermosa y noble Chalí, es una víctima más de la peste negra del siglo. Que no me vengan con mamadas de gallo como æla lógica de la existenciaÆ, con sandeces como æla muerte es algo naturalÆ. No. Lo sublime y lo magnánimo no deben morir jamás. «Que se mueran los feos», como dice la canción; que se mueran los contrahechos de espíritu, que se mueran los mediocres, pero que la hermosura y el talento sean inmortales.
Quiero que la primavera sea eterna. Quiero inmortalidad para las flores, las mariposas, los pájaros. Quiero perpetuar la forma, la voz, la finura de ese ser que el sólo pensarlo me hace vibrar de alegría.
De aquí en adelante, voy a dedicarme a mis negocios ælegalesÆ. Suficiente con lo que tengo y con lo que hago. No quiero exponerme demasiado, que ya tengo mujer e hijos. En mi país de origen he donado dinero, suficiente para financiar escuelas y hospitales. Aqu¡ en este pa¡s estoy coste ndole los estudios, en las mejores universidades, a media docena de paisanos. Y si me muero, todo lo que poseo ser repartido entre mi familia y Por la Vida, la fundaci¢n creada por Chal¡. Creo que cumplo con mi parte. Como que soy David Loffredo, digno hijo de mi padre.
En este sistema neoliberal lo que cuenta es hacer plata, no importa qu’ o qui’n se joda. A los neoliberales lo onico que les interesa son sus ganancias. Si no, veamos como est de jodido el medio ambiente; si no, pasemos revista a los ej’rcitos, armados hasta los dientes de pobreza, atiborrados en todos esos inmundos corrales tambi’n llamados eufem¡sticamente los pa¡ses ‘en v¡as de desarrollo’.
En t’rminos de moralidad, amoralidad o inmoralidad, tan ‘tico o in’tico resulta traficar con crack, coca¡na o marihuana como fabricar y vender cigarrillos o armas de fuego. Pero los capitalistas ‘oficializados’ o ‘institucionalizados’ son quisquillosos: No conciben que otros les hagan la competencia en un mercado que no es tan libre como proclaman.
El tr fico de drogas significa una ‘desleal’ competencia para los capitales establecidos. La coca¡na se vende como pan caliente sin necesidad de publicidad. Y los narcotraficantes no pagan impuestos. El negocio es redondo. Aunque, ojo, hay que descontar lo que se paga en sobornos a autoridades y pol¡ticos en puestos claves (o para ponerlos en ‘stos); adem s de los costos de seguridad y despliegues paramilitares.
Gracias a Dios, ya estoy fuera de ese mundo. Me sacrifiqu’ unos a_os, pero vali¢ la pena. Seis a_os infernales que me han marcado de por vida. He perdido amigos y he sufrido el acoso de la polic¡a, he vivido aislado y desconfiando de todos. Por obvias razones, he tenido que mantener a mi familia lejos de m¡. Dicen que el que no se arriesga no cruza el r¡o; casi me ahogu’ en la traves¡a, pero aqu¡ estoy, vivito para contarlo.
Por ahora lo que cuenta es que la han desahuciado. S¢lo le quedan unos meses. A ti, gentil acompa_ante, por no pecar de descortes¡a, tambi’n se te notifica que el rato menos esperado, ¥zas! Ya est aqu¡ la guada_a, la igualadora, «el tigre invisible» (como le llaman, creo, los indostanos). Que no te ‘coja’ desprevenido. «En guerra anunciada no mueren soldados. Y si mueren, lo hacen gallardamente». Aunque, desde luego, to puedes ser la excepci¢n, la que, a su modo fatal, justifica la regla.
De todos modos, llena cuanto antes tu testamento. Juega tu oltima partida de p¢quer. Af’itate esos pelos faciales. Dep¡late las piernas. Haz el amor despacito (o como mejor te plazca). Paga tus deudas. Cumple tus promesas. Ata todos los cabos sueltos. No olvides ba_arte y acicalarte como es debido (Juan Montalvo lo hizo, por qu’ no to). S¢lo as¡ estar s listo, listecito, ready, dispuesto al viaje sin retorno. Una vez m s, si te vas, vete luciendo tu Sunday best.
No te pongas nervioso mientras esperas el vuelo definitivo. No vale la pena: con nervios o sin nervios te vas. «Con esto o sin esto nos vamos», sol¡a decir Francisco Quevedo, no el ilustre y sat¡rico literato del cada vez m s discutiblemente (desde mi humilde perspectiva) llamado ‘Siglo de Oro’, sino el enfermero –padre de Rosita, una rubia cada vez m s (en mi soberbia memoria) indiscutiblemente buenamoza– que pon¡a las inyecciones en la cl¡nica de mi nativo Anc¢n. «Nos vamos. Y nunca regresamos», les repet¡a a sus asustados pacientes. «Entonces no me la ponga», le respond¡an los ni_os, acogi’ndose a esa l¢gica sin esperanza y tratando de salvarse del pinchazo. «¥Ah, eso s¡ que no, que del dolor tampoco te libras!», sentenciaba Quevedo, el ilustre enfermero, s dicamente filos¢fico, antes de clavar la aguja.
Pero los muertos son muy otiles, m s aon las grandes figuras que incluso vivos ya fueron buenos para algo: Jesucristo, Len¡n, Lincoln, John Kennedy, el Che Guevara, John Lennon y hasta Rock Hudson y la misma ‘princesa’ Diana. Con raz¢n que tantos vivos parecen muertos. Pa¡ses y generaciones que parecen muertos. M s les hubiera valido el no haber nacido.
Para qu’ nacer…Vivir…C¢mo le llamen. «La vida es lucha», proclaman los que no hacen nada. Para qu’, pues, vivir. En este orden de cosas, la anterior premisa se traduce en un para qui’n vivir. Para los vivos que se olvidan que pr¢ximamente ser n los muertos. Para los que estando muertos aon pretenden d rselas de vivos, a la post-mortem.
«Sabes, muchacho», me cuenta un ex cura que le dec¡an sus superiores en sus d¡as de mixtificaci¢n seminarista: «El pecado m s grave es la fornicaci¢n con mujeres; luego viene la masturbaci¢n. Pero lo m s perdonable, hijo m¡o, es el contacto sexual con varones». Esto para m¡, si hay una, es la homosexualidad teologizada.
Y lo peor de todo es cuando te tiran encima la lista de los homosexuales famosos. «Miren a Homero», claman como si a m s de ciego, el poeta ‘pico hubiera compuesto La Il¡ada o La Odisea como verdaderos manifiestos sodomitas. La lista sigue con Safo (lesbiana l¡rica), S¢crates y su plat¢nico disc¡pulo Plat¢n, Shakespeare, y entre los nuestros… ni para qu’ hablar… Todos ellos repitiendo con Arqu¡medes aquello de «¥Eureka, eureka!».
La tradici¢n judeocristiana parece pesar en especies los treinta siglos que tiene de vida. La clase –e ideolog¡a– sacerdotal, redactora de El Antiguo Testamento, pese a cruentas globalizaciones e hipotermias ambientales, todav¡a prevalece: «Creced y multiplicaos» (que en muchas latitudes se practica, pero a la inversa: «Multiplicaos y creced»).
Lo cierto es que las comunidades agrarias precisaban de familias de prole numerosa para asegurar la supervivencia. Abraham no pod¡a darse el lujo de masturbarse. Una descendencia numerosa garantizaba la subsistencia del individuo y su grupo. Pero nunca falta un transgresor, el Luzbel, la Eva, el Ca¡n, el On n (incluido Bill Clinton y sus peculiar¡simas definiciones de ‘contacto sexual’) que, siguiendo los dictados de su cuerpo, se inmola en un crimen condenado por la familia, la sociedad, la naci¢n, en una palabra, por Dios.
Los ‘sodomitas’; o sea, los onanistas (del Octavo D¡a) han sido condenados en aras de la reproducci¢n de la especie. El Antiguo Testamento los condena a ser «ba_ados en su propia sangre?. Sin embargo y pese al SIDA, esta at vica sentencia no deber¡a intimidarlos. Ya no vivimos en una sociedad agraria, sino en una sociedad urbana, cosmopolita y post-industrial. Una nueva teolog¡a de la sexualidad debe ser implementada. Una nueva ‘tica de las relaciones sexuales, y de los estilos de vida basados en las preferencias sexuales, debe instituirse en nuestro mundo transcultural y superpoblado.
Nuestras preferencias sexuales no deber¡an dictaminar nuestro puesto en la sociedad. Tal parece que van a poner a los gay en reservaciones, en ghettos, como han hecho en los Estados Unidos con los amerindios, con los negros y con los hispanos. Imaginemos un «ghetto de maricones», una suerte de Castro Village global.
No obstante, muy pronto ser posible que los rabinos, sacerdotes y pastores nos exhorten a amarnos los unos a los otros; a convivir los unos con los otros; a unirnos y organizarnos contra la injusticia, contra el odio, contra la opresi¢n, contra la muerte; a darnos la mano sin importar el sexo ni la orientaci¢n sexual. Tomar tiempo. Tomar tiempo y muchas vidas: Incontables individuos, generaciones, pueblos sin nombre, sin rostro, pero cada uno con una desgarradora historia que contar. Habr primero que eliminar o, al menos, neutralizar las enfermedades ven’reas, el SIDA, el (o la) herpes (bisexual +o qu’?), la hepatitis B, y toda la variada gama de pestes que nos asolan. Habr que erradicar el temor a la intimidad, la sicosis colectiva que nos aliena del calor humano. La lucha por la libertad de amar es la lucha por la libertad de expresi¢n y debe ser llevada a cabo en moltiples frentes.
Chal¡ est desahuciada. A la larga (o a la corta), todos estamos desahuciados. Mientras tanto, la vida continoa. Mientras tanto, la gente seguir am ndose los unos a los otros y acost ndose los unos con los otros, sean del mismo sexo o no (con o sin cond¢n). En otras palabras, la vida se adelanta al dogma; hombres y mujeres est n llevando a la pr ctica lo que siempre ha sido, es y ser ; lo onico que justifica y dignifica la vida: el dulce y terrible, sublime y mortal… amor humano.
Continuar …
Petronio Rafael Cevallos
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