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Cultura

SERENATA: ÓSCULO OSCURO I

escrito por Jose Escribano 8 de noviembre de 2000
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A veces Pili se hace insoportable con su obsesión de manipularlo todo. A mí se me hace que a la pobre la traumatizaron allá, en su país, cuando era muy tierna; o qué sé yo, porque, según me cuenta, tuvo una infancia normal y hasta feliz. Tal vez sea por su experiencia con gente ególatra y banal desde el mismo comienzo de su carrera. Pili no confía en nadie, «ni en mi propia sombra», como ella misma dice. Sus simpatías y antipatías por personas o cosas son a muerte. A Sandy y a Chalí no las pasa ni con jalea real. En cambio conmigo, aunque me lacera con su natural agresividad, es un cheque en blanco.

A pesar de su forma de ser, que es exasperante, Pili tiene sus cualidades. Su franqueza, por ejemplo, a menudo suele ser brutal. Mucha gente la odia, porque Pili se las canta clarito y sin dorarles la píldora. También es una persona leal con los que quiere. Sé que puedo contar con ella para todo. Pili es capaz de jugarse la vida, de morir y de matar por algo o alguien que ella ha aceptado en su coraz¢n.

Lo que siente por Israel es diferente. Israel es para ella una especie de trofeo, un desaf¡o. No creo que est’ enamorada de ‘l. Simplemente quiere arrebat rselo a Chal¡. Pili quiere demostrarse a s¡ misma que es capaz de seducir a cualquier hombre a quien le ponga el ojo. Israel y Pili son m s bien rivales. Ambos son muy agresivos, independientes e iconoclastas. Ambos no le temen a nada ni a nadie.

En el fondo, admiro tanto a Pili como a Israel. Pero los dos se parecen tanto que estoy convencida de que jam s llegar n a amarse. Hay algo entre los dos que me horroriza. Ojal  me equivoque, pero tengo la corazonada de que terminar n como enemigos ac’rrimos.

Algo me hac¡a presentir lo de Chal¡. Ha sido tan admirada y envidiada que casi no me sorprende ver que se haya puesto tan enferma. Creo que este mundo no es de los bellos ni de los buenos. Creo que este mundo pertenece a los grotescos y los pervertidos. D¡gase lo que se diga de Chal¡, ella siempre ha sido un ser noble y generoso. Hasta la misma Pili se ha conmovido con las malas nuevas.

Ahora tengo miedo de mis corazonadas porque parece que, buenas o malas, no fallan. Hace algunos a_os, siguiendo una de ellas, me saqu’ el nomero premiado de la loter¡a mexicana. Por varias semanas, una cifra me ven¡a a la mente d¡a y noche. El nomero, lo recuerdo como si fuera hoy, era el 1-1-1959. So_aba con ‘l. Ve¡a el bendito nomero en todas partes. Una amiga me aconsej¢ que lo jugara en la loter¡a. As¡ lo hice. Me gan’ sobre un mill¢n de pesos. Repart¡ una buena parte del dinero entre mi familia. Con lo que me sobr¢, que era todav¡a bastante, me vine a Los -ngeles.

Al poco tiempo de estar ac  conoc¡ a Chal¡. Como yo estaba alojada con unos parientes demasiado conservadores y muy estrictos, pronto me mud’ con ella. Viv¡amos en la calle Normandie, cerca de la Hollywood boulevard, en un departamento de tres rec maras. Chal¡ ocupaba una, yo la otra, y la tercera estuvo desocupada por algunos meses hasta que Pili se vino a vivir con nosotras.

Las tres trabaj bamos en un bar del ambiente. Gan bamos poco, pero las propinas eran buenas. Chal¡ siempre recib¡a una fortuna en propinas. Le llov¡an los regalos y las propuestas. Sin embargo, ella no parec¡a interesada en otra cosa que su tratamiento, el trabajo y la correspondencia que recib¡a de su pa¡s.

Pili era una trabajomaniaca, ahorraba hasta el oltimo centavo y s¢lo sal¡a con tipos de mucha feria. Tambi’n se hallaba sometida a tratamiento. De hecho, las tres acud¡amos al mismo especialista. Pili estaba obsesionada en ser m s bella que Chal¡. En cambio, yo me conformaba con lucir lo suficientemente femenina.

Una noche fuimos juntas al Palacio de las Mu_ecas. Chal¡ caus¢ gran impresi¢n. Entre las tres ‘ramos un hit. Por ese entonces, el Palacio era un barcito m s del ambiente. En un peque_o escenario se presentaban shows de travest¡es. El lugar era estrecho y estaba repleto de cuerpos y humo. Pero se la pasaba padr¡simo.

La gerente del lugar result¢ ser una paisana de Chal¡, Sandy Navarro, a quien he llegado a admirar y querer. Sandy no cre¡a lo que sus ojos ve¡an. «Si pareces un sue_o», le dec¡a, como embobada, a Chal¡: «Tienes que venir para que trabajes con nosotras».

Chal¡ sonre¡a de esa manera especial tan suya, mezcla de ternura y tristeza.

El Cojo del R¡o es el due_o de una de las dos farmacias de Anc¢n. A esta hora no hay clientes. La calle principal est  vac¡a. Es la sacrosanta hora de la siesta. Do_a Luz Ruiz de Alarc¢n aprovecha el sopor en que se ha sumergido su marido para levantarse, vestirse y salir a la calle. Su tratamiento contra la anemia requiere de una inyecci¢n diaria de complejo B.

El Cojo la acoge, como de costumbre, con un pellizc¢n en cada nalga. Do_a Luz protesta, diciendo que no sabe si las tiene adoloridas de tantas inyecciones o de tantos pellizcones que recibe del boticario.

«De las dos cosas», le dice salazmente el Cojo.

Do_a Luz ya est  desnuda y acostada boca abajo en el div n. El Cojo se relame, contemplando las bien formadas posaderas de su paciente.

«No me haga doler, don Pedrito», le suplica la mujer.

«No se preocupe, mi amor», le contesta el Cojo. «Con estas inyecciones se le va acabar la anemia… A ver, empine el culito que la vamos a dejar como nueva».

La mujer obedece, sumisa. Abri’ndose la bragueta, el boticario se saca a dos manos una adarga colosal, a la que meticulosamente unta de vaselina. Acto seguido, acomod ndose detr s de la mujer, la penetra de una sola embestida. Do_a Luz ahoga un grito que es mezcla de dolor y lujuria.

«Men’ese un poquito», el Cojo la instruye con los ojos cerrados al dolor del mundo, pero abiertos a su inmediato placer, «para que el tratamiento funcione mejor, Luchita».

Continuar …

Petronio Rafael Cevallos
www.lacultura.com.ar/EcuaYork

Autor

  • JAE
    Jose Escribano

    Responsable de Contenidos en Informativos.Net

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