Ni guerras ni venganzas: Paz entre los pueblos y criminales a la justicia.
Los crímenes contra la Humanidad son crímenes injustificables, así los cometan Gobiernos, grupos o individuos.
Ninguna invocación puede servir de justificativo.
Ante ellos, toda indignación es justa y toda exigencia de justicia es necesaria.
La tragedia que ha ido envolviendo poco a poco también al pueblo norteamericano, es la expresión de una práctica sistemática de terrorismo que han venido aplicando, promoviendo o tolerando grupos y Estados, incluido algunos gobiernos de EEUU, desde hace muchos años, contra la mayor parte de los pueblos del mundo.
El asesinato masivo de seres humanos, se pudo ver casi en directo por la televisión, como para decirnos a todos, que ya no podemos hacernos los ciegos y sordos, ante lo que sabíamos que estaba pasando en otras partes del mundo.
Otros actos también de asesinatos masivos, cometidos en estos años de la comunicación satelital, no se vieron ni se informaron y pasaron casi como cosa que le suced¡an exclusivamente, a seres oscuros del mundo subdesarrollado.
Sordos, ciegos y mudos ante los criminales, buena parte de las naciones actuaron con el criterio de que lo que no es contra nosotros, nos es casi ajeno.
Pero el problema es de la sociedad mundial que, en buena parte consciente de ello y a pesar de la resistencia de algunos gobiernos, ha venido elaborando leyes e impulsando iniciativas de tribunales internacionales independientes, con capacidad para que efectivamente identifiquen a los responsables, los detengan y juzguen.
Por otra parte la Organizaci¢n de las Naciones Unidas es quien debe tomar un rol activo en la soluci¢n de este problema, que para ello tiene recursos y respaldo necesario.
Los pueblos del mundo estamos expuestos a ser arrastrados hacia cualquier barbarie asesina, en el nombre de causas pol¡ticas, ideol¢gicas, religiosas, etc. y en beneficio en definitiva, de grupos a quienes no les importa otra cosa que sus propios intereses o sus espacios de poder.
Pero ninguna sociedad puede dejarse arrastrar por tales promotores de la violencia.
Es necesario apelar a las onicas medidas capaces de preservar la convivencia arm¢nica de los pueblos: mantener la paz y aplicar la justicia.
Dos conceptos fundamentales e indivisibles, donde ninguno es real sin la realidad del otro. Por dif¡cil que sea, esta es la medida capaz de ir apagando los fuegos asesinos de hoy y de ma_ana.
Solo con la cooperaci¢n de todos quienes defienden los derechos humanos cualquiera sea su filosof¡a, religi¢n u opini¢n pol¡tica, es que podemos terminar con las diferentes formas de terrorismo.
La pr ctica de la impunidad es la que en definitiva permite que la violencia siga siendo un m’todo redituable.
Nuestro deber, nuestro principio, nuestra necesidad esencial es conocer, controlar y aislar a los gestores de la violencia, cualquiera sea su origen, as¡ como estar atentos a los posibles or¡genes menos evidentes.
As¡ como no debemos dejarnos arrastrar hacia la violencia, tampoco debemos ignorar que de estos enormes sufrimientos, alguien siempre obtiene grandes beneficios.
¨Qu’ le sucede a este mundo que en pocas horas, se embarca en un estado de guerra mundial, para detener a sospechosos cuya participaci¢n 15 d¡as despu’s, se est diciendo que se va a probar? ¨C¢mo se entiende que la econom¡a m s fuerte del mundo aparece de pronto estremecida por una crisis que se prev’ de imprevisibles consecuencias? M s bien dicho, ya se sabe de algunas graves consecuencias: centenares de miles de desocupados en el mundo desarrollado, que se sumar n a los millones existentes ya en el mundo pobre, empresas que quiebran en aquel primer mundo y empresas que ganar n fortunas incalculables, con las consiguientes repercusiones en nuestras vapuleadas econom¡as. Todo un reacomodo de la econom¡a globalizada, que se presentaba como todopoderosa soluci¢n para la sociedad mundial.
Pero si bien los pueblos no tienen todav¡a la fuerza para organizar la econom¡a sobre bases solidarias y de cooperaci¢n, s¡ pueden tenerla para defender la paz.
Otra vez es hora de hacer sentir a nuestros gobernantes, que hay formas de resolver los problemas a trav’s de acciones no violentas.
Aqu¡ debemos reconocer los m’ritos de la posici¢n del gobierno uruguayo, que ha sido de acuerdo a criterios pol¡ticos responsables y de apego al derecho internacional, aon en un contexto de tantas estridencias y mezquindades como nos ha mostrado el mundo.
En distintas partes del mundo se est construyendo una sutil malla de humanidad, capaz de encauzar las relaciones entre los pueblos y su protecci¢n frente a las violencias anunciadas.
En nuestro pa¡s, cada iniciativa en ese sentido que responda al llamado de la paz y la justicia, como la que se ha convocado para hoy, seguramente contar con el apoyo de quienes tenemos a los derechos humanos como referencia ‘tica fundamental.
Montevideo, 27 de setiembre de 2001
NOS SUMAMOS A LA CONVOCATORIA AL ACTO POR LA PAZ, A REALIZARSE EL DÖA 27 DE SETIEMBRE A LAS 18.30 hs., EN LA PLAZA LIBERTAD