Señor Presidente del Consejo de Ministros,Señoras y Señores Cancilleres,
Señor Secretario General,
Señoras y señores:
El Perú que hoy los recibe es un Perú democrático. Hace solamente un año el pueblo peruano luchaba vigorosamente por acabar con la oscura noche del autoritarismo y la corrupción y por enrumbar al país por la senda de la decencia y de la democracia de la que nunca debió de ser apartado. La convicción democrática del pueblo y de sus dirigencias políticas resolvió una grave crisis institucional recuperando la democracia y la vigencia del Estado de Derecho, con el apoyo de la comunidad internacional. El pueblo peruano que los acoge está reconstruyendo con decisión la democracia y se ha propuesto que su dolorosa experiencia sirva para contribuir al fortalecimiento de los mecanismos hemisféricos de defensa de la democracia.
Nos convoca en esta Asamblea Extraordinaria nuestro compromiso con la democracia, con el Estado de Derecho, con la libertad y con las aspiraciones de justicia. Compromiso que ratificaremos y profundizaremos con la aprobaci¢n de la Carta Democr tica Interamericana.
Entre el prop¢sito democr tico de nuestro encuentro y el hecho que el Pero sea la sede de esta Asamblea General, existe una relaci¢n que va m s all de lo formal. Los padecimientos de una d’cada sacrificada por el autoritarismo y la corrupci¢n y el posterior proceso de transici¢n democr tica que vivi¢ el Pero est n en el origen de la iniciativa peruana de la Carta Democr tica Interamericana. Esta fue propuesta con la clara intenci¢n de corregir las insuficiencias del sistema interamericano para la preservaci¢n y defensa de la democracia y poder dotarlo de nuevos instrumentos que permitan asegurar que la Organizaci¢n de Estados Americanos juegue, en el futuro, un papel m s eficaz en la defensa de la institucionalidad democr tica.
La democracia es un valor expl¡citamente compartido por los pa¡ses americanos. Pese a ello, la historia del continente ha estado jalonada de golpes de Estado, dictaduras y violaciones a los derechos humanos. Junto a la adscripci¢n formal a la democracia, la vida pol¡tica de la regi¢n muchas veces march¢ en direcci¢n contraria. Esta realidad aliment¢ la percepci¢n que los principios y las normas de la Organizaci¢n de Estados Americanos eran b sicamente ret¢ricas y que no se traduc¡an en herramientas eficaces para prevenir las alteraciones al orden democr tico o para poder reaccionar oportuna y apropiadamente frente a ellos.
La experiencia vivida por el Pero, a partir del autogolpe que disolvi¢ inconstitucionalmente el Congreso de la Repoblica en abril de 1992, la posterior evoluci¢n dictatorial del r’gimen y la organizaci¢n de un proceso electoral injusto y fraudulento destinado a perpetuar una tercera reelecci¢n inconstitucional, puso a prueba la capacidad del pueblo peruano para forjar su destino en defensa de la democracia y la libertad. Pero puso tambi’n a prueba al sistema interamericano de promoci¢n y defensa de la democracia.
El resultado final de los acontecimientos fue, ciertamente, un triunfo de la democracia. No s¢lo para el Pero, sino para toda la Am’rica Latina. El retorno a la democracia, al Estado de Derecho y a la vigencia de los derechos humanos, fue en esencia el resultado de las luchas del pueblo peruano. De sus movilizaciones en las calles. De la prensa libre que resisti¢ a la dictadura y persisti¢ empecinada en la defensa de los valores de la libertad. De las organizaciones pol¡ticas que supieron superar los escollos de una maquinaria antidemocr tica. De las organizaciones populares, municipales, vecinales y regionales. De los parlamentarios democr ticos, cuya acci¢n fue decisiva para que la transici¢n sea un ejemplo de orden, disciplina constitucional y de respeto al Estado de Derecho. En fin, de todas las mujeres y hombres del Pero, especialmente la juventud, que dijeron ¥basta! al poder pol¡tico arbitrario, al autoritarismo, a la ilegalidad, a la corrupci¢n y a la violaci¢n sistem tica de los derechos humanos.
Este esfuerzo del pueblo peruano se llev¢ a cabo en un contexto internacional, en el que la OEA fue un referente principal no exento de ambivalencias. A estas alturas es inocultable que, en los hechos y en nombre de una real politik que privilegi¢ entonces pasajeros sondeos de opini¢n por encima de los principios democr ticos, en 1992 se toler¢ el autogolpe del 5 de abril, d ndole ox¡geno a un r’gimen ileg¡timo. Pero fue referente tambi’n, y en t’rminos muy positivos, durante el a_o 2000, ocasi¢n en la que progresivamente asumi¢ una importancia determinante en favor de la transici¢n democr tica en el Pero, en consonancia con las propias disposiciones de la Carta de la Organizaci¢n, que hacen de la democracia una obligaci¢n exigible a los Estados. El pueblo y el gobierno del Pero aprecian y valoran esta inestimable contribuci¢n, y le expresa aqu¡, poblicamente, su reconocimiento. En especial a aquellos gobiernos que lideraron la iniciativa para constituir una Misi¢n de Alto Nivel de la que surgi¢ la Mesa de Di logo que cumpli¢ un papel crucial en la transici¢n a la democracia.
Esa Misi¢n de Alto Nivel, presidida por el entonces canciller del Canad Lloyd Axworthy, plante¢ una agenda sustantiva a ser abordada entre el r’gimen autoritario de ese entonces y la oposici¢n democr tica. Dicha agenda orient¢ los trabajos de la Mesa de Di logo de manera determinante ya que ten¡a que tratarse y resolverse por consenso. Es decir, por acuerdo entre los partidos de la oposici¢n democr tica y el gobierno autoritario, con lo cual se restring¡a severamente el margen de un gobierno y un Congreso de origen ileg¡timo dada la naturaleza fraudulenta del proceso electoral del que emergieron.
Es evidente que el instrumental preexistente, dise_ado b sicamente para otro tipo de situaciones, result¢ ser insuficiente para un reto como el que plate¢ hace no muchos meses la situaci¢n peruana. Que sintetiz¢ los l¡mites y las posibilidades de la Resoluci¢n 1080 y de los instrumentos entonces disponibles as¡ como de la necesidad de imaginar e impulsar nuevos procedimientos y criterios que, como es evidente, tuvieron ‘xito.
¨Qu’ nos condujo a germinar la idea de la Carta Democr tica Interamericana? Muy claramente: el an lisis de la experiencia peruana y la reflexi¢n sobre su proyecci¢n m s all del procedimiento y mandatos ad hoc dise_ados para el Pero a partir de la Resoluci¢n 1753. Gui¢ al Pero democr tico la proyecci¢n responsable de las repercusiones futuras de su propia experiencia en la estabilidad democr tica de las Am’ricas. El entonces Canciller de la Repoblica, Javier P’rez de Cuellar, plante¢ esta iniciativa por primera vez en diciembre del a_o pasado en la presentaci¢n del Consejo de Ministros del Gobierno de Transici¢n ante el Congreso Nacional.
En la Cumbre de las Am’ricas en Qu’bec los Jefes de Estado y de Gobierno encomendaron formalmente a los Ministros de Relaciones Exteriores la elaboraci¢n de la Carta Democr tica Interamericana. Sobre la base de un primer proyecto presentado por el Pero, enriquecido por los aportes de numerosas delegaciones, el Consejo Permanente se aboc¢ a la negociaci¢n de un texto que por sus propias caracter¡sticas era complejo, sensible y vinculado con aspectos sustantivos de la pol¡tica exterior y la pol¡tica interna de nuestros pa¡ses. A la Asamblea General Ordinaria realizada en San Jos’ de Costa Rica se llev¢ un texto consensuado a nivel del grupo de trabajo informal que negoci¢ el texto. Este proyecto fue elevado a la categor¡a de documento base por los cancilleres, los mismos que dieron al Consejo Permanente el mandato de culminar la negociaci¢n con la finalidad de aprobar la Carta Democr tica Interamericana en la oportunidad que hoy nos convoca.
En este proceso, el proyecto de Carta Democr tica Interamericana dej¢ de ser una iniciativa peruana para pasar a ser un proyecto del hemisferio americano. El compromiso, la adhesi¢n y los aportes efectuados por todos los pa¡ses miembros de la OEA, la convirtieron progresivamente en una aspiraci¢n de los gobiernos y los pueblos de las Am’ricas. El din mico proceso de participaci¢n de la sociedad civil en la discusi¢n del proyecto de la Carta y las numerosos y valiosos aportes efectuados son una viva expresi¢n de este clamor democr tico. Muchas de las iniciativas de la sociedad civil han enriquecido el texto final, por lo que debemos felicitarnos, ya que la legitimidad de la democracia recae justamente en su capacidad de convocatoria de todos los sectores de la sociedad.
El proyecto de Carta Democr tica Interamericana que ha aprobado formalmente el Consejo Permanente de la OEA y que espero sea aprobado por los cancilleres el d¡a de ma_ana, es un texto de trascendencia hist¢rica. Por primera vez en los m s de cien a_os que tiene el sistema interamericano, se contar con un cuerpo de principios, normas y mecanismos de acci¢n, estructurados y articulados en un documento onico, que constituye una garant¡a multilateral y colectiva de preservaci¢n y defensa de la democracia.
La Carta Democr tica Interamericana se ha elaborado en la perspectiva de la unidad conceptual y normativa entre la democracia y los derechos humanos. Por ello, afirma el derecho a la democracia de los pueblos de las Am’ricas. El art¡culo primero estipula certeramente que ‘Los pueblos de Am’rica tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligaci¢n de promoverla y defenderla’.
Al mismo tiempo, la Carta Democr tica Interamericana tiene como nocleo central una redefinici¢n y ampliaci¢n de los mecanismos de acci¢n para preservar y defender la institucionalidad democr tica.
En primer lugar, aquellos que se activan para obtener la cooperaci¢n de la OEA, en los casos en que los propios gobiernos democr ticamente electos puedan recurrir a la Organizaci¢n para obtener la solidaridad frente a situaciones que amenacen con afectar la vigencia del Estado de Derecho y la vida democr tica.
En segundo lugar, los casos en los que se afecten el desarrollo del proceso pol¡tico institucional democr tico o el leg¡timo ejercicio del poder. Estas son las hip¢tesis propias de la Resoluci¢n 1080. Hip¢tesis en las que se prev’n iniciativas del Secretario General y acciones del Consejo Permanente para preservar la institucionalidad democr tica afectada.
En tercer lugar, los casos de acci¢n colectiva en las hip¢tesis de ruptura del orden democr tico o de alteraci¢n del orden constitucional. Casos estos en los que, en conformidad con la cl usula democr tica aprobada por los Jefes de Estado en Qu’bec, la acci¢n colectiva de defensa de la democracia puede llegar al establecimiento de sanciones diplom ticas a los gobiernos que hayan usurpado el poder leg¡timo o que, habiendo accedido al poder por elecciones libres y justas, afecten la institucionalidad democr tica en el ejercicio arbitrario de ese poder.
M s all de las sanciones diplom ticas que se podr n imponer, la Carta maneja una l¢gica contundente de retorno a la institucionalidad democr tica afectada. Y por ello, con reiterada insistencia, marca el camino para ejercer todas las acciones diplom ticas necesarias en la bosqueda de la restauraci¢n democr tica en el pa¡s donde haya sido objeto de una ruptura o de una grave alteraci¢n, aon as¡ el gobierno de este pa¡s haya sido suspendido en el ejercicio de sus derechos en la Organizaci¢n. Este es el sentido teleol¢gico de la Carta: actuar hasta que la democracia sea restaurada.
La Carta contempla otros aspectos fundamentales de la vida democr tica, como aquellos referidos al mantenimiento de la legitimidad de las instituciones de la democracia y el Estado de Derecho: Destacan las relaciones entre la democracia y la lucha contra la pobreza y la extrema pobreza. Asimismo, las cruciales cuestiones relativas a la rendici¢n de cuentas de los gobernantes, la probidad en el ejercicio del poder, la lucha contra la corrupci¢n como elemento esencial en la institucionalidad democr tica, y, finalmente, las tareas pendientes de la promoci¢n de una cultura democr tica en todos los sectores de la sociedad.
Se_oras y se_ores:
La Carta Democr tica se constituir en una pieza clave del nuevo sistema de defensa colectivo que los pueblos y los tiempos actuales reclaman de nuestros gobiernos. Un sistema de acci¢n colectiva orientado a hacer frente a las amenazas a la democracia y los derechos humanos. A luchar contra la pobreza y contra el crimen organizado. Son todas estas las verdaderas amenazas a la seguridad y estabilidad de nuestros pueblos y sociedades. Atr s quedan obsoletas estructuras de seguridad colectiva centradas en componentes militares y surgidos de una guerra fr¡a que ya concluy¢.
La democracia es el sistema de gobierno y de organizaci¢n del Estado y la sociedad que posibilita el goce de los derechos humanos y las libertades fundamentales. En esta percepci¢n de la democracia la vocaci¢n por la justicia social encuentra pleno sentido y coherencia. La democracia supone, por definici¢n, que nadie est’ excluido. Lo que incluye la lucha frontal contra la pobreza y la extrema pobreza. Demanda tambi’n probidad y transparencia en la gesti¢n poblica. Controles democr ticos e institucionales sobre los gobernantes. Respeto por la diversidad y un enfoque de genero que lleve la democracia a la totalidad de las relaciones sociales. Esos son los retos del presente.
Estos conceptos han inspirado el contenido de la Carta Democr tica cuyo proceso de elaboraci¢n ha sido obra de todos. Por ello, adem s de sus valores democr ticos y jur¡dicos intr¡nsecos, la Carta tiene el valor de expresar una conducta internacional responsable y un sentimiento de pertenencia colectiva. Hemos demostrado que cuando existe voluntad pol¡tica, los pueblos y gobiernos americanos podemos emprender grandes tareas y culminarlas con ‘xito.
Se_oras y se_ores:
Quiero agradecer a todos y cada uno de ustedes y a sus respectivas delegaciones por sus aportes valiosos al texto de la Carta, sus contribuciones en cada uno de los art¡culos, su actitud constructiva para superar los problemas y los obst culos. Como dije al principio, fue una idea peruana inspirada en problemas, aspiraciones y valores que nos son comunes. Pero el resultado es una Carta de todos los gobiernos y pueblos de las Am’ricas. Que esencialmente es un legado a las futuras generaciones, para que cuenten con mayores instrumentos para defender sus ideales de democracia, justicia y libertad.
El gobierno del Pero y en especial el Presidente de la Repoblica, doctor Alejandro Toledo, que frente al fraude electoral y la destrucci¢n de la divisi¢n de poderes que vivimos los peruanos, opuso su terca y firme voluntad democr tica, movilizando al pueblo en las calles, los recibe con los brazos abiertos. Estamos convencidos que al suscribir la Carta Democr tica Interamericana enviaremos un mensaje a nuestros propios pueblos, de compromiso con sus aspiraciones e ideales. Con sus luchas y sus utop¡as.
Pero tambi’n un mensaje m s concreto para crear la estabilidad que nos permita a pueblos y gobiernos emprender con ‘xito la tarea hist¢rica de generar justicia y bienestar en nuestras naciones. Y as¡ desarrollar las bases sociales y materiales de una m s amplia y s¢lida fraternidad democr tica en las Am’ricas.
Muchas gracias».