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LA NOCHE DE LOS L-PICES

escrito por Jose Escribano 16 de septiembre de 2001
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182

En esa madrugada son arrancados de sus casas por los hombres del general Camps, jefe de policía, en su plan perverso de eliminar cientos de adolescentes «subversivos».

Pablo Díaz, secuestrado el 21, sobrevive al horror y tiene fuerzas para contar lo vivido en el campo clandestino «Pozo de Banfield», donde permanece cuatro meses con sus compañeros y otros secuestrados. öEstar desaparecido -dice- es recibir picana eléctrica en todo el cuerpo, que nos arranquen las uñas, estar quince días a sólo pan y agua, con una soga al cuello, las manos esposadas, los ojos vendados, los cabellos crecidos, sin bañarse. Las chicas manoseadas y violadas cada nocheö.

Durante el Juicio a las Juntas, ante la prensa o para la película «La Noche de los Lápices», Pablo reconstruye cada minuto: las ansias de vivir, la certeza de la libertad, las canciones para animarse, la fe militante de María Clara, que invita a rezar en la Nochebuena. Después, el silencio de la desaparición y sus rostros convertidos en bandera de justicia al declararse el 16 de septiembre «D¡a del Estudiante Secundario».

Claudio de Acha 16 a_os
Horacio Ungaro 16 a_os
Mar¡a Clara Ciocchini 17 a_os
Mar¡a Claudia Falcone 16 a_os
Pablo D¡az 18 a_os (Reaparecido)
Francisco L¢pez Muntaner 17 a_os
Daniel A. Racero 18 a_os

¥ ¥ PRESENTES ! !

LA PLATA – ARGENTINA
IMEPU
Instituto por la Memoria del Pueblo

___________________________________________________

«UN CUARTO DE SIGLO DE «LA NOCHE DE LOS L-PICES»

Intervenci¢n del Jorge Falcone en el lanzamiento de la agrupaci¢n del peronismo montonero platense que lleva el nombre de su hermana detenida-desaparecida.

Las grandes apuestas del imperio

Veinticinco a_os despu’s del acontecimiento que los Grupos de Tareas de la tiran¡a olig rquico militar bautizaron como «La Noche de los L pices», vale la pena revisar tres grandes apuestas que el imperialismo llev¢ a cabo con ‘xito dispar en nuestra Patria, a lo largo de los oltimos treinta a_os:

1) La primera fue la contraofensiva de los intereses de la dependencia al proceso de alza de masas m s radicalizado que vivi¢ la Argentina contempor nea (1973-75), hecho que se expres¢ mediante varios hitos sucesivos tales como La Matanza de Ezeiza (ocurrida durante el definitivo retorno del Gral Per¢n, el 20/6/73), el autogolpe institucional de la ortodoxia justicialista que ocasion¢ la renuncia del presidente C mpora (13/7/73), el poblico disenso de Per¢n con la Tendencia Revolucionaria que llev¢ a la fractura de una plaza llena (1/5/74) y la misma muerte del l¡der, expuesto en su quebrantada salud con sospechosa negligencia (1/7/74), por citar s¢lo algunos ejemplos. La punta de lanza de este movimiento estrat’gico del imperio estuvo dada por la inserci¢n de un agente de la C.I.A. -Jos’ L¢pez Rega- en la intimidad de un l¡der que no lleg¢ a advertir a tiempo los fines oltimos del siniestro personaje, o cay¢ en la omnipotencia de suponer que podr¡a neutralizarlo por tiempo indeterminado. El m’todo escogido fue «dividir para reinar», o -m s precisamente- trasladar el centro de gravedad de un enfrentamiento creciente entre el Pueblo de la Naci¢n y la oligarqu¡a pro imperialista al interior del Movimiento Nacional, con el fin de que se autofagocitara a partir de sus diferencias internas. No esta de m s decir que la cortedad de miras de las fuerzas enfrentadas hizo el juego a tales planes.

2) La segunda tuvo lugar con la instauraci¢n del Proceso de Reorganizaci¢n Nacional que -como ha quedado palmariamente demostrado en el tiempo- no supuso un «cuartelazo» m s de aquellos a los que nuestro pa¡s estaba acostumbrado desde 1930, sino otro movimiento estrat’gico del imperio, que instrument¢ -a trav’s de sus socios locales- la inserci¢n compulsiva de la Argentina en el Nuevo Orden Econ¢mico Mundial dependiente de E.E.U.U., hecho este que distaba de poder llevarse a cabo sin apelar a dr sticos mecanismos de «disciplinamiento» social tendientes a domesticar a un pueblo con tradici¢n levantisca. Su ide¢logo fue -no por casualidad- el nieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina, Ministro de Econom¡a Jos’ Alfredo Mart¡nez de Hoz: El programa econ¢mico que diera a conocer el 2 de abril de 1976 ya conten¡a la idea-fuerza de que «achicar el estado es agrandar la Naci¢n», luego llevada a cabo hasta las oltimas consecuencias por parte de todos los ministros de econom¡a de la democracia colonial.

3) La tercera -y acaso la m s eficaz-, consisti¢ en cooptar a un caudillo del interior con algon prestigio local y alto perfil nacional, para que este impulsara la in’dita alianza expresada por sectores del stablishment (Alzogaray, etc.) y sectores hasta entonces marginados de la pol¡tica (sindicatos, desocupados, etc.) a fin de perpetrar el desguace del estado nacional con consenso de masas. Y desarticular paralelamente todo atisbo de organizaci¢n popular aut¢noma.

Como es sabido, su ejecutor fue Carlos Saol Menem, y los encargados de propiciar el espurio acuerdo mencionado (ofreciendo la econom¡a al monopolio Bunge y Born, es bueno recordarlo) fueron el dirigente pol¡tico Julio B rbaro y el dirigente gremial Jorge Triaca. La identidad pretendidamente justicialista permiti¢ a esta gesti¢n usufructuar hasta las oltimas consecuencias la confianza de una base social que atin¢ a reaccionar cuando ya quedaba poco por salvar.

Uno de los saldos m s graves de su paso por el gobierno es haber prostitu¡do ante las nuevas generaciones el nombre de un movimiento con una invalorable historia de lucha.

El pueblo quiere saber nuevamente «de qu’ se trata»
Hoy a nadie escapa que, m s o menos desde las luchas de Cutral-C¢, pasando por la toma del puente correntino con que debut¢ el gobierno de la Alianza, hasta los oltimos -y violentos- sucesos de General Mosc¢ni y Tartagal, presenciamos el espect culo cotidiano de un pueblo que -aunque duramente castigado- est  resuelto a mantenerse movilizado y a no retroceder sin reconquistar sus derechos.

Las calles de todo el pa¡s se han inundado de una voluntad de lucha evidente, encarnada por un pueblo que no est  dispuesto a entregarse sin pelear. Esto nos habla de muchas cosas:

Una de ellas es que la gente no retrocede -jaqueando al gobierno de turno pese a la represi¢n imperante- porque los mecanismos de representaci¢n vigentes son insuficientes para jugar el rol de polea de transmisi¢n de Los intereses populares. Se agot¢ definitivamente la democracia formal-parlamentaria.

Otra, que la crisis de las grandes identidades no obsta para constru¡r una nueva en la acci¢n.

Entiendo que ambas ideas merecen ser analizadas por separado.

En cuanto a la primera, es de suponer que dif¡cilmente la dirigencia que rige los destinos del pa¡s logre concitar la atenci¢n de su «clientela electoral» para mantener este statu quo por tiempo indeterminado. Ya no basta con votar autoridades nacionales en listas s bana cada dos a_os y presidente cada cuatro. La brutal concentraci¢n de capitales que ha propiciado el orden neoliberal capitalista salvaje ha expulsado de todo tipo de reparto y de participaci¢n en las decisiones reales a mucho m s de la mitad de la poblaci¢n de los pa¡ses perif’ricos como el nuestro. Hoy la mayor¡a de los argentinos somos invisibles para los due_os del poder. Y ese estado de cosas no puede perpetuarse eternamente. Se torna pues imperioso el propiciar nuevos m’todos de construcci¢n de consenso, ensayando formas de participaci¢n democr tica directa, tales como el plebiscito, para que Los millones de excluidos vuelvan a tener voz y voto.

En relaci¢n a la segunda cuesti¢n, digamos que las dos grandes identidades nacionales que dej¢ el siglo XX -yrigoyenismo y peronismo- se encuentran hoy muy lejos de servir como referencia y contenci¢n de las mayor¡as en lucha.

Esto no supone de ninguna manera que el pueblo vaya a descartar el edificar una nueva identidad sobre la base de las precedentes. Podemos decir que -oltimamente- la onica identidad colectiva que reone a los argentinos consiste en decir no a la injusticia social. Esa idea -y, por supuesto, la de combatir a la corrupci¢n menemista- volc¢ al electorado a poner sus expectativas -ya defraudadas- en la Alianza. Falt¢ -y aon sigue faltando- la construcci¢n del s¡ a un modelo econ¢mico de desarrollo social equitativo, pol¡ticamente viable.

S¢lo una estrategia de poder exitosa -como lo fue en su momento el «Luche y vuelve»- reunir  condiciones para generar una nueva identidad de masas capaz de recoger el legado de las anteriores. La clase pol¡tica actual, rentista y parasitaria, no est  en condiciones de formular ninguna soluci¢n cierta para nuestro pa¡s. Hoy m s que nunca se actualiza la sentencia de Evita: «S¢lo el pueblo salvar  al pueblo».

Algunas debilidades y fortalezas del campo popular
Ni bien se puso de manifiesto la debacle del socialismo real, no fue la voz de la Cuba castrista sino la impensable voz del Vaticano la que se apresur¢ a afirmar que el capitalismo no tiene porqu’ ser el onico destino posible de la humanidad. Y que se impone globalizar la solidaridad. Hoy quedan pocos analistas que opinan que las ideas neoliberales que inauguraron la oltima d’cada est n en auge. No s¢lo dejaron saldos socioecon¢micos desastrosos all¡ donde se profundizaron -Chile, sin ir m s lejos- sino que, en muchos casos, fueron lisa y llanamente impracticables. La l¡nea pol¡tica que vincula las recientes luchas de Seattle con el Foro de Porto Alegre y las luchas de G’nova -denominada por el Primer Mundo «globalif¢bica»- se encarna en nuestro continente a trav’s del siempre digno ejemplo cubano, del Movimiento Bolivariano que lidera Hugo Ch vez, de movimientos ind¡genas como el ecuatoriano y el chiapaneco, del renacer sandinista, de la veterana guerrilla colombiana, del movimiento de campesinos «Sin Tierra», de nuestros valientes piqueteros. Viejas y nuevas expresiones de lucha contra un poder cuya rapacidad hoy amenaza con destru¡r el planeta. Sabemos que el documento de Santa Fe IV, elaborado por la nueva administraci¢n Bush, tambi’n tiene en la mira al noble pueblo argentino. Pero -como se ve- tambi’n sabemos que nuestro pueblo no esta s¢lo en el mundo a la hora de encarar esta lucha. La que -por otra parte- hoy tiene como objetivo central la defensa del derecho a seguir existiendo como Naci¢n.

En el terreno econ¢mico hemos sido despojados de nuestro patrimonio por un capital voraz. Hoy es impostergable, para seguir avanzando en esta lucha, el cuestionar de ra¡z la legitimidad de la deuda externa y, mancomunados con los dem s pueblos afectados por el mismo flagelo, presentar un s¢lido frente que fundamente que nuestro destino como naciones depende de una profunda revisi¢n de tan espurio compromiso.

En el terreno social, as¡ como hace medio siglo reconoc¡amos en la clase obrera industrial al sujeto principal de las transformaciones necesarias, hoy -tras un proceso feroz de desindustrializaci¢n- corresponde a la gran masa de hombres y mujeres exclu¡dos del reparto el tomar la voz cantante en la reconstrucci¢n de la esperanza colectiva.

En el terreno pol¡tico, si bien es cierto que el pueblo argentino -gracias a la acci¢n sostenida del menemismo y a la capitulaci¢n de la Alianza- padece una gran crisis de identidad que lo contenga, es igualmente cierto que viene dando muestras de ejercer una auspiciosa transversalidad pol¡tica y gremial que ya no delega la representatividad principal en los grandes dirigentes nacionales, sino en los nuevos dirigentes que pelean, sufren y triunfan con la gente en las calles.

Lo cual est  creando condiciones favorables -e in’ditas- para la construcci¢n de un s¢lido Frente de Liberaci¢n Nacional forjado en la acci¢n. Y hegemonizado por aquellos que no se resignan a ser una estrellita m s en la bandera norteamericana.

Como conclusi¢n diremos que, en el camino de la impostergable reconstrucci¢n de una estrategia de poder, se torna altamente auspiciosa la iniciativa de rescatar todas las experiencias de lucha del pueblo argentino con el «nombre y el apellido» con que fueron llevadas a cabo.

Por esto, s¢lo queda agradecer de coraz¢n a todos los j¢venes que a lo largo y ancho del pa¡s, durante el oltimo cuarto de siglo, hicieron de mi hermana una desaparecida privilegiada por el afecto de su pueblo. Aon cuando existen h’roes y m rtires ignotos, con m s m’rito que ella para acceder a ese honorable sitial. Pero ese agradecimiento se ensancha, claro est , al dirigirse al peronismo montonero de mi ciudad natal. Porque la democracia colonial ha desaparecido a nuestros 30.000 compa_eros por segunda vez al escamotearles la identidad pol¡tica en que creyeron y desde la que pelearon. Hemos escuchado ya muchas veces hablar del ESCRITOR Rodolfo Walsh. Del PERIODISTA Rodolfo Walsh. Del DISIDENTE Rodolfo Walsh. Pero muy pocas del OFICIAL DE INTELIGENCIA MONTONERO Rodolfo Walsh, uno de cuyos m ximos m’ritos acaso sea el de habernos criticado duramente sin abandonar la organizaci¢n. Por eso mismo creo que una agrupaci¢n montonera que lleve su nombre era la reivindicaci¢n m s esperada de Mar¡a Claudia Falcone, ya que le restituye el car cter de mujer del nacionalismo popular revolucionario. Y la salva -junto a sus compa_eros- de ser un «perejil».-

Ciudad Eva Per¢n, 2001

Autor

  • JAE
    Jose Escribano

    Responsable de Contenidos en Informativos.Net

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