Después de comerse la vida, esperaba el encuentro con la muerte. Quería saber si tenían razón los cristianos, los judíos o los aztecas. Fue algo así como el Macedonio Fernández del jazz. Boris Vian lo llamó ôun pianista entre pianistasö. Teté Montoliú lo tenía entre sus influencias decisivas. Jobim admiraba su vuelo y Vinicius supo rendir tributo a su inteligencia.
Alguien cometió alguna vez la imprudencia de elogiarlo por ser el primer pianista de jazz en subir al escenario del Colón. Lo corrigió de inmediato: ôpianista a secasö. Era su nexo con el mundo. Claro, tenía su propia visión de las cosas. Le encantaba decir que ôBach había sido el primer músico de jazzö. ¿Músicos predilectos? : Rachmaninov, Backhaus, Gieseking, Josef Hofman, Gulda y Richter. En el jazz, Fats Waller, Earl Hines y Art Tatum. En Argentina, Marisa Regules y Martita Argerich, como la llamaba él. Decía que Duke Ellington, Louis Armstrong, Coleman Hawkins, Waller, Hines y Tatum eran sus padres espirituales.
Inició su carrera estrenando el Concierto en Sol de Ravel. Empez¢ desde arribe. Despu’s ir¡a bajando. Lo echaban de todas partes, no por cuestiones profesionales sino por su enorme bocaza. El primer esc ndalo se produjo en la d’cada del ¡30, cuando «afirm’ que la muerte de Ravel era m s importante que la del Papa.Por aquel entonces ya me hab¡a convertido en un loco y un vicioso. Y es bastante curioso porque quienes me escuchan insisten en decir que soy un gran pianista».
Luego vendr¡an los a_os del Mono en Manhattan (1955-1963). Puede parecer inveros¡mil pero hubo un tiempo en que la CBS ten¡a s¢lo tres grandes pianistas en su cat logo: Erroll Gardner, David Brubeck y el Mono Villegas. En Estados Unidos grab¢ dos discos y cultiv¢ la amistad de Coleman Hawkins, form¢ un tr¡o con gente de primera (Cozy Cole en bater¡a y Milt Hilton en contrabajo) y acompa_¢ conciertos de Art Blakey, Jazz Mesangers, Kenny Clark, Ellington, Thelonius Monk y el Modern Jazz Quartet. Sobrevivi¢ en una pensi¢n aliment ndose con caf’ y facturas. Incluso tuvo un intento de suicidio propio de una pel¡cula de Woody Allen. El primer disco de CBS vendi¢ 53 mil ejemplares y se edit¢ en muchos pa¡ses pero nunca en Argentina.El segundo vendi¢ mucho menos. La compa_¡a le propuso un tercer longplay de boleros. As¡ termin¢ su contrato.
«El jazz es como una conversaci¢n, improvisaci¢n total». Estaba convencido que el mundo deb¡an llegar a treinta los mosicos originales. Por eso, valoraba tanto la figura del autor. Era curioso el efecto que le provocaban ciertas obras. Miles Davis lo pon¡a el’ctrico. Ornette Coleman lo dejaba euf¢rico. Caminaba alrededor del tocadiscos y dec¡a: «esta mosica la tengo que hacer yo, pero no me va a salir nunca». Gershwin lo conmov¡a hasta las l grimas. «Rhapsody in blue» lo acompa_¢ toda su vida. A Dizzy Guillespie y otros h’roes del bebop, el cool y el free los elogiaba por haber «aprendido a ser negros». Por un motivo similar valoraba a Goyeneche («ese tipo tendr¡a que ser mi amigo») y destacaba el car cter prof’tico de Disc’polo («Ya van a ver la mugre del 2000»)..S¡, era un mono filos¢fico.
Eduardo Basz