«Recibo como un gran honor el nombramiento de Ministro de Defensa Nacional que me ha hecho el Señor Presidente de la República. Es, al mismo tiempo, una inmensa responsabilidad cuyos desafíos y complejidades no ignoro. La asumo con la convicción que los ciudadanos tenemos el deber de cumplir los encargos que la democracia nos señale, en el lugar y en el momento en que ella nos lo indique, y que ante esta asignación de responsabilidad colectiva la misión ineludible es empeñar lo mejor de nuestras energías para no defraudar la confianza pública que se deposita sobre nuestros hombros con una generosidad que abruma.
Al asumir el cargo en este acto que tiene un hondo significado, en el cual se realiza el reconocimiento a las instituciones de la democracia más que a los hombres que transitoriamente las representamos, reitero mi compromiso con las políticas de gobierno del Señor Presidente de la República y, particularmente, con su empeño de conquistar la paz para todos los colombianos.
Tenemos que perseverar en el camino del di logo y la negociaci¢n y comprender que lo logrado hasta ahora m s que lo alcanzado nunca antes, tal vez muy poco para lo que
anhelamos son hitos en el camino que van marcando la ruta de la reconciliaci¢n entre los colombianos. Tenemos que entender que este proceso es una causa colectiva, que exige tenacidad, energ¡a, perseverancia y la dosis necesaria de sabidur¡a para convencer al adversario que la fuerza de la raz¢n terminar siempre por imponerse a la sinraz¢n de la barbarie.
Las Fuerzas Armadas se han comprometido de manera resuelta con el proceso de paz en marcha y han cumplido con lealtad la palabra empe_ada. Le han demostrado al pa¡s y al mundo que tienen un compromiso genuino y real con la paz de Colombia. Han vivido y padecido el conflicto m s que nadie, y se han esforzado por analizarlo y comprenderlo en una perspectiva hist¢rica que supere la fugacidad del tiempo breve. Al hacerlo, conocen sus complejidades y no ignoran los obst culos que dificultan los avances.
Su visi¢n y su consejo han sido, son, y ser n siempre aportes enriquecedores y necesarios en el tema de la paz y al hacerlos dentro de los cauces institucionales le confieren un renovado vigor a la institucionalidad democr tica. Su proceder frente al proceso ha sido claro, franco, constructivo y trasparente. Al actuar as¡ han consolidado su legitimidad y reiterado las bondades de la democracia. Los colombianos no tenemos duda ninguna que las armas leg¡timas del Estado est n al servicio de la paz y no de la guerra.
Son Ustedes la fuerza al servicio de la ley que, sin su concurso, es desamparada e inerme. Son la viva representaci¢n de una de las conquistas esenciales de la civilizaci¢n, de aquella que condujo a que los ciudadanos depusieran los estados de violencia perenne y decidieran confiar la defensa de sus vidas y de sus bienes a otros ciudadanos a quienes atribuyeron, deliberada y voluntariamente, la prerrogativa de usar leg¡timamente las armas para el mantenimiento de la paz.
Son entonces ustedes depositarios de una confianza poblica que deben renovar diariamente con su comportamiento. Estoy seguro que interpreto el sentimiento de la mayor¡a de mis compatriotas expres ndoles hoy que esa confianza existe y es creciente y que tenemos la convicci¢n generalizada de que no va a ser defraudada. S’ que tengo la responsabilidad de trabajar para que esta confianza se mantenga, porque en ella se condensan el prestigio y la grandeza moral de las Fuerzas Armadas, y s’ tambi’n que en esta empresa Ustedes ser n mis incondicionales aliados.
La Naci¢n reconoce que s¢lo en el fortalecimiento de la institucionalidad y en el Estado de Derecho est garantizado nuestro porvenir. Y reconoce en ustedes la abnegaci¢n y el esp¡ritu de servicio de las Fuerzas Armadas. Su fortalecimiento es el fortalecimiento de todos, la base de la seguridad, sobre la cual se fundan los otros valores que gobiernan la
vida en sociedad. Sin las fuerzas del orden, no hay orden. Sin orden, no hay libertad, ni justicia, ni garant¡as para nadie.
Abogar por el fortalecimiento de la fuerza poblica del Estado, por mejorar las condiciones de seguridad de nuestros compatriotas, no es un discurso enemigo de la paz. No hay causa m s democr tica, que mejor contribuya a la convivencia pac¡fica que trabajar porque en una sociedad los ciudadanos tengan niveles razonables de certeza acerca de que su vida y sus bienes son protegidos eficazmente por la autoridad leg¡tima, que cumple la ley y la hace cumplir.
He venido sosteniendo, apoyado en una visi¢n hist¢rica de larga duraci¢n sobre la formaci¢n de la Naci¢n y del Estado, que la violencia en Colombia tiene menos que ver con los abusos de un Estado omnipotente y omnipresente y tiene m s que ver con los espacios vac¡os que deja ese Estado en la sociedad que queda as¡ abandonada a su suerte. Por eso no me cabe duda que tenemos que seguir trabajando porque el Estado se fortalezca, recupere sus responsabilidades centrales y las ejerza con eficacia en el marco del respeto pleno de la Constituci¢n y de la ley.
Han venido ejecutando las Fuerzas Militares un proceso de modernizaci¢n y reestructuraci¢n orientado por el objetivo de tener ‘una fuerza poblica activa, eficiente, eficaz, respetuosa de los derechos humanos, disuasiva antes que agresiva y ligada profundamente a los sentimientos de la nacionalidad’. La forma exitosa como este proceso se viene ejecutando y los importantes logros obtenidos, ratifican el profesionalismo, la m¡stica y el compromiso de todos los hombres y mujeres que conforman la fuerza poblica.
Haber ejecutado esta estrategia en medio de una confrontaci¢n en la que los agentes generadores de la violencia no dan tregua, hace aon m s meritoria la tarea. Asumo el compromiso de continuar y profundizar este proceso, de contribuir a proyectarlo en un horizonte m s largo de tiempo, y de convocar cada vez m s intensamente la participaci¢n ciudadana en una causa en la que, m s que el futuro de una instituci¢n, se est jugando el porvenir de la patria.
Elemento central de este proceso de reestructuraci¢n y modernizaci¢n ha sido la ejecuci¢n de la pol¡tica de promoci¢n y respeto de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Me ha correspondido liderar en el gobierno esta pol¡tica y por ello puede dar testimonio de que en estos temas existe un compromiso genuino y real por avanzar, nacido de la convicci¢n y no de ninguna imposici¢n.
Sobre estas materias siempre hemos tenido consenso sobre lo esencial: que en el respeto pleno de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario por parte de todos sus miembros, sin excepci¢n, radica buena parte de la legitimidad de la Fuerza Poblica, de su credibilidad y de su confianza ciudadana.
Ahora bien, es necesario continuar fortaleciendo el trabajo en este campo, apoyando la ejecuci¢n de los proyectos y programas en curso, incrementando los espacios de cooperaci¢n y trabajo interinstitucional, ampliando los espacios de interlocuci¢n con organizaciones de la sociedad civil. Si bien es alentador y merecedor de reconocimiento poblico aqu¡ y en el exterior el buen comportamiento de los agentes del Estado frente al respeto de los derechos fundamentales, no se puede bajar la guardia en esta materia.
En veces, no todos los colombianos parecen apreciar bien el papel de la fuerza poblica. La ignorancia y la indiferencia de ciertos sectores civiles hacia la tarea de las Fuerzas Armadas, sobre todo en las dif¡ciles circunstancias por las que atraviesa la Naci¢n, es siempre lamentable. Existen tambi’n debilidades en las tareas que los civiles debemos cumplir en el dise_o y la adopci¢n de las pol¡ticas estrat’gicas que orienten la defensa y la seguridad nacionales.
Aunque resulte parad¢jico, desde esta tribuna hago una invocaci¢n a los civiles. Para que asumamos a plenitud las responsabilidades pol¡ticas que nos incumben en el manejo de la defensa y la seguridad. Para que abandonemos las actitudes simplistas que reducen a la sola responsabilidad de los militares la terminaci¢n del conflicto, y entendamos que la soluci¢n de nuestras diferencias es, antes que otra cosa, una tarea pol¡tica que los civiles debemos liderar.
Quiero contribuir a promover, ampliar e incentivar el di logo entre los civiles y los militares.
Pero no como meros ejercicios ret¢ricos en los que casi siempre algunos presumen que tienen saberes que imponer a sus interlocutores, sino como espacios en los que unos y otros estemos dispuestos a escuchar, a aprender, a ense_ar y a participar, cr¡tica pero creativamente, en el modelo de sociedad que anhelamos y en la cual el concepto de seguridad democr tica ser el fundamento de una convivencia pr¢spera, pac¡fica y tranquila.
Antes de entrar a la pol¡tica, estuve dedicado al oficio de historiador. Como historiador, siempre he valorado el importante papel que han jugado nuestras Fuerzas Armadas a trav’s del tiempo como un referente ineludible en la construcci¢n de la nacionalidad.
Su hero¡smo en nuestras luchas por la independencia debe seguir siendo ejemplar para las nuevas generaciones. Su tarea hist¢rica en la defensa del civilismo y la constitucionalidad deben destacarse con orgullo.
Como Gobernador del Atl ntico tuve la oportunidad de colaborar estrechamente con los miembros de las Fuerzas Armadas destinadas a servir en el departamento. All¡ pude apreciar de cerca su esp¡ritu profesional frente a la enorme tarea que la Constituci¢n les encomienda. La lealtad fue siempre su divisa, la confianza su insignia y la eficacia su carta de presentaci¢n ante los conciudadanos.
Como Vicepresidente de los colombianos, bajo la administraci¢n del Presidente Pastrana, he seguido valorando y reconociendo la dignidad de sus funciones y el sentido de responsabilidad que informa su valiosa misi¢n fundamental en la sociedad. He seguido testigo de su compromiso con la pol¡tica de derechos humanos y derecho internacional humanitario que el Gobierno viene ejecutando. En estas materias la profundidad de su compromiso lo corroboran resultados tangibles y concretos.
Ahora, como Ministro de Defensa, adquiero adem s el compromiso de velar por los intereses de unas Fuerzas Armadas en las que la Naci¢n tiene puestas sus esperanzas.
¨C¢mo se ha construido la personalidad de la Naci¢n, su car cter, su figura?, se preguntaba Alberto Lleras Camargo. Esa personalidad -respond¡a- ‘no se la dieron solamente los civiles con sus leyes sino el ej’rcito, las milicias, los hombres de espada, con su respeto. He aqu¡ porque Colombia es indivisible de la conducta centenaria de sus soldados. He ah¡ por qu’ el ejercito de Colombia no es un conjunto de armas, de equipos, de t’cnica, de corazas y de ca_ones, sino la historia de la Repoblica, su conducta, regida por los muertos, su destino, ordenado por millones de sacrificios’.
Agradezco al destino que me permite ser ahora testigo de excepci¢n de la forma como Ustedes con su valor, su respeto y su sacrificio, siguen escribiendo la historia de la Repoblica y perfilando con rasgos indelebles en las p ginas del tiempo la personalidad inmortal de la Naci¢n.
Muchas Gracias».