Excelentísimo Señor D. José Bono
Presidente
Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha
Palacio de Fuensalida
Plaza Conde, 2
45071 TOLEDO
Excelentísimo Señor:
He leído en la prensa referencias al contenido de la carta que Ud. me envía, y que no he recibido todavía. Pero creo que estas referencias son suficientes como para que pueda contestarle ahora mismo. Un asunto así es bueno aclararlo rápidamente.
Es cierto que como Ud. dice no ha nacido todavía ningún catalán más digno que un conquense. Es cierto también que colectivamente Cuenca no desmerece respecto a nadie, tampoco respecto a Catalunya. Son dos afirmaciones que hago con toda contundencia. Y con la esperanza de que eliminen la impresión negativa que por lo visto ha causado la transcripción de mis palabras en Planoles. O que sirvan, incluso si alguien quiere interpretarlo así, de rectificación. Tengo por norma aclarar o rectificar siempre que sea preciso. Y le ruego que como Presidente de Castilla-La Mancha las haga llegar al Ayuntamiento y a la Diputación de Cuenca.
Dicho esto, permítame que le explique el sentido de mis palabras, que como verá en absoluto pretendían ofender o menospreciar la dignidad de nadie. Es evidente que históricamente y políticamente la reivindicación de autogobierno de Catalunya es muy distinta a la de Cuenca. Como también lo es, entre muchos otros ejemplos que podría citar de toda España, la de la ciudad y de la provincia de Madrid. Y la de diversas Comunidades Autónomas. Y es lógico que haya sido y sea así porque en muchos aspectos se trata de colectivos muy distintos. Muy distintos los elementos básicos de su identidad, distinto su encaje en el conjunto de España, distintas la forma y la intensidad de su reclamación autonómica. Por lo tanto, es lógico que desde Cuenca y de Catalunya se tenga una idea distinta. Es lógico también que el tipo y grado de Autonomía que a unos satisface no satisfaga a otros.
Excelentísimo Señor Don José Bono. Presidente de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Barcelona, 29 de julio de 2002
Como le decía, y repito el ejemplo, lo mismo vale para Madrid. Nadie pensará que pueda ser peyorativa una referencia a la Comunidad Autónoma de Madrid. O a su vocación autonómica, que por supuesto es muy distinta de la nuestra.
Desde Catalunya la Autonomía se ve de manera distinta. Por Historia, lengua, cultura, derecho civil, estructura política, etcétera, se ve de otra manera. El tipo de Autonomía que satisface a Madrid no nos satisface a nosotros.
Tenemos la impresión de que ni Madrid ni Cuenca ni otras provincias o Comunidades comparten la idea, fuerte en Catalunya, de que la Autonomía debe ser política y no sólo administrativa. En un momento en que hay en Catalunya una clara sensación de presión para rebajar el techo de las Autonomías y despojarles de poder político, es lógico y legítimo que haya manifestaciones en contra, entre ellas la mía. Será más o menos acertada la forma de hacerla, y ya al principio le he dado explicaciones sobre esto, pero como le decía es legítimo hacerlo aunque sea contrastando con el silencio o con el conformismo con que en general esta política es acogida.
O sea que no vea en mis manifestaciones nada de desprecio. Porque además la dignidad de cada colectividad, cuyo respeto es obligado, no va ligada a ningún grado de autogobierno. Incluso es compatible con la carencia de autonomía, si así lo decidiese la propia colectividad. Mis planteamientos no se situan en el terreno de la valoración moral o de la dignidad, sino en el de las opciones políticas y estas son todas legítimas, respetables y dignas, siempre que sean democráticas y pacíficas. O sea que, resumiendo, tenemos la sensación de que en muchas zonas de España -zonas diversas por color político, estructura económica y social, etcétera-, se aspira a un tipo y a un grado de Autonomía que no son los que Catalunya reclama. Y no quiere verse conducida a esto. Eso quise decir, y nada más que eso.
Reitero nuevamente mi consideración hacia Cuenca y su gente. Sé que, como Ud. recuerda, su historia ha sido difícil, incluso en lo cotidiano. Razón de más para merecer mi respeto.
Reciba, señor Presidente, el testimonio de mi consideración.
Jordi Pujol