Desde fines de los ochenta el electorado peruano ha tendido a dar las espaldas a los partidos históricos para apuntalar a figuras electorales aluvionales sin mayor base partidaria (Belmont y Fujimori).
Los candidatos que inicialmente empezaron a pisarle el poncho a Fujimori (Andrade y Castañeda), fueron demolidos por la aplanadora propagandística del Servicio de Inteligencia Nacional. En ese contexto, el vacío político generado por el desgaste de los principales candidatos de oposición fue canalizado por Toledo.
El había sido un tecnócrata independiente que no estuvo en la oposición a Fujimori en sus primeros años cuando desencadenó el shock neoliberal o derrocó al parlamento y al poder judicial (abril de 1992).
Al inicio de su campaña presidencial Toledo se presentaba como un moderado que reinvindicaba varias medidas fujimoristas y que se distanciaba de sus detractores más radicales. Sin embargo, tratando de capitalizar el enorme descontento popular antifujimorista Toledo empezó a cambiar de lenguaje. Encabezó el boicot electoral y la multitudinaria marcha de los cuatro suyos (regiones) que acabó haciendo que el tercer mandato fujimorista naciera semi-muerto.
Tanto Toledo como el expresidente aprista García ganaron la segunda vuelta de 2001. El primero llegó a la presidencia. El segundo se acercó a ello pero consiguió quizás un mejor resultado: logró revitalizar a su partido y colocarse en excelentes condiciones para ser gobierno en 2006 con un mayor contingente parlamentario.
El 28 de julio de 2001 Toledo llegaría a Palacio de Pizarro rodeado de importantes figuras pero teniendo un tercio del congreso y con un partido sin unidad, estructura y cohesión. Su movimiento, Perú Posible, carece de una ideología o una mística. Toledo sólo entregó tres carteras a su partido, las mismas que revocó a inicios de 2002. En la actualidad su gabinete está compuesto netamente por figuras independientes o aliados.
El gabinete toledista es una combinación de tecnócratas asociados a grandes capitales (como el premier Dañino y el ministro de economía Kuckynski) con profesionales anteriormente ligados a la izquierda (como el ministro del interior Rospiglosi o el canciller Garcia Sayán). Henry Pease, el antiguo candidato de Izquierda Unida, es un nuevo dirigente de Perú Posible.
La izquierda, que en los ochentas llegaría a basarse en masivos sindicatos y un tercio de los votantes, ha quedado diseminada y muchos de sus cuadros han sido incorporados al aparato estatal o al gobierno.
El grueso de los partidos quiere apuntalar al régimen. El APRA busca mantener la estabilidad del sistema para poder volver a palacio en cinco años. La derecha liberal tiene a muchos de sus cuadros en el gobierno y sus cuestionamientos al presidente están basados en sus errores personales o sus deslices populistas. La mesa directiva parlamentaria es casi de consenso.
Bush quiere apuntalar a Toledo distanciándose de su pasado pro-fujimorista y queriendo contener a García que tuvo retóricas anti-imperialistas. Para EEUU el Perú se torna una pieza clave para aislar a la Venezuela de Chávez, servir de cobertura al contrainsurgente Plan Colombia y estabilizar la regi> ón ante la crisis argentina o un posible triunfo electoral del PT brasilero.
Toledo cuenta con un fuerte apoyo internacional, la insurgencia armada ha sido derrotada, el movimiento sindical es débil, no existe ninguna oposición intransigente en el Congreso y tiene carisma por sus orígenes étnicos y sociales.
Sin embargo, lo que trabaja en su contra es que es visto como alguien que no viene cumpliendo sus promesas. Su principal consigna en la campaña fue «Toledo dará Trabajo». Sin embargo, el Perú sigue contando con altísimos niveles de desocupación. Sólo uno de cada diez adultos tiene un empleo estable. La jornada de las ocho horas ni siquiera se aplica entre los trabajadores de los ministerios o el Congreso.
Las diversas organizaciones populares cuyas demandas fueron contenidas durante la década de fuerte legislación represiva fujimorista, ahora sienten que es el momento de desembalsar sus protestas. Cada día hay marchas entre el congreso, el palacio de gobierno y otras instituciones.
Toledo sigue manteniendo el modelo económico heredado de Fujimori aunque en el plano político se evidencia una mayor liberalización y apertura. La primera dama quiere ampliar la base del régimen y prevenir el surgimiento de movimientos indígenas beligerantes, como en los vecinos Bolivia o Ecuador, promoviendo desde arriba cónclaves de pueblos originarios a fin de poder insertar a éstos mejor dentro del mercado.
El péndulo político en el Perú tenderá a cambiar. Si a fines de los ochenta las dos principales fuerzas eran la socialdemocracia del APRA y la Izquierda Unida, en los noventa Fujimori y el neoliberalismo hegemonizaron la palestra. Hoy la tendencia va a ser que el eje de la política peruana inicialmente gire levemente a la izquierda. El APRA remodelada tenderá a potenciarse y podrán resurgir nuevos movimientos izquierdizantes.
El modelo de fuerte dominación de grandes empresas privadas y poca inversión social muestra una serie de grietas. El dilema del nuevo gobierno va a ser qué mantener y qué cambiar del sistema fujimorista. Por el momento, Toledo sólo quiere modificar los peores aspectos del régimen autoritario montesinista pero la pobreza y el desempleo siguen en pie.