La gran sorpresa es que el actual primer ministro socialista Leonel Juspin apenas obtuvo el 16% de los votos, detrás del 19.5% del presidente derechista Jacques Chirac y del 17% del ultra-derechista Jean-Marie Le Pen.
LA ULTRA-DERECHA FRANCESA
Jean-Marie Le Pen, el jefe de 73 años del Frente Nacional, acapara las primeras planas de los principales diarios del globo. Por primera vez en uno de los 5 países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y del Grupo de los 7 estados más ricos del mundo un candidato con claros vínculos con el fascismo pasa a ser uno de los dos principales contendientes para gobernar.
La Pen afirma que económicamente es derechista y socialmente es izquierdista pero sobre todo que él es nacionalista. Esa confusión es parte de la clásica mezcolanza que el fascismo o el nacionalsocialismo solían hacer para convencer a los sectores más desposeídos para apuntalar un estado fuerte con una economía proteccionista o autárquica. La Pen quiere sacar a Francia del euro y de la Unión Europea restituyendo las añoranzas en la vieja potencia imperial. Tras su lema ‘Francia para los franceses’ Le Pen busca marginar a los emigrantes y promover su expulsión. Le Pen ha transformado a los más de 3 millones de musulmanes de Francia en su chivo expiatorio tal como antes Hitler lo hizo en relación a los judíos. Este ex soldado en la guerra contra Vietnam entró en política para defender la guerra sucia en Argelia y luego creó el ‘Frente Nacional’ aglutinando a toda clase de ultra derechistas incluyendo personas asociadas a la república pro-nazi de Vichy creada por Hitler cuando éste invadió Francia.
Hace menos de dos décadas el Frente Nacional de Le Pen se convirtió en el primer partido neo-fascista que concitaba una importante respaldo electoral en una ‘democracia civilizada’. Desde entonces otros partidos de extrema derecha se fueron creciendo y rompiendo el aislamiento hasta entrar a coaliciones gubernamentales en Austria e Italia.
EL FRACASO DE LA CO-HABITACION
Juspin había llegado al premierato un lustro atrás cuando la izquierda gala dio una sorpresa electoral y el presidente Chirac se vio obligado a llamarla para formar gobierno. Si el presidente socialista francés Mitterand anteriormente había permitido que Chirac fuese su conservador primer ministro, Chirac no tuvo ningún problema en hacer otra ‘co-habitación’ donde los papeles quedaban invertidos.
La cohabitación de la derecha republicana y gaullista con la socialdemocracia es lo que primero permitió el surgimiento del Frente Nacional de le Pen como un movimiento electoral de masas en los ochentas y que hoy le haya catapultado a la segunda vuelta presidencial. En Austria, el FPO de Haider, también logró crecer electoralmente al capitalizar la oposición a la coalición gobernante entre la izquierda y la derecha moderadas.
En la Unión Europea los dos principales partidos son los socialdemócratas y los conservadores. Cuando ambas fuerzas se han unido para formar coaliciones gubernamentales se ha podido lograr una mayor homogenización de las élites políticas pero, paradójicamente, se ha posibilitado que la demagogia racista pueda atraer disconformes.
Para poder establecer un pacto con quienes promueven las privatizaciones y el libre mercado, los socialistas deben ir derechizando sus programas apartándose de sus viejas prédicas a favor de una fuerte intervención estatal que garantice un sistema de bienestar social. Esto genera que muchos jóvenes, trabajadores y desempleados (la base social de la izquierda) se vayan tornando apáticos y no quieran ir a votar, o que empiecen a escuchar los cantos de sirena del racismo. Si antes se prestaba oídos a tesis como que la solución a la pobreza pasa por la solidaridad de los trabajadores, ahora la consigna que va pegando sembrada por la ultra-derecha es que la culpa de los principales problemas son los inmigrantes y que si ellos se van habrán más empleos, más casas y mejores sueldos.
La extrema derecha también capta apoyo en muchos antiguos votantes de la derecha tradicional quienes sienten que los conservadores van haciendo concesiones a los socialistas, van alterando su tradicional nacionalismo al permitir muchos derechos a los emigrantes o al ir eliminado la moneda nacional y otras instancias nacionales como parte del proceso de integración europea.
LA DERROTA SOCIALISTA DE FRANCIA
Unos días antes del 21 de Abril los sondeos pronosticaban que en Francia se iba a dar como en los últimos 33 años una segunda vuelta entre el candidato socialista y el derechista. Al momento de ir a las urnas muchos votantes decidieron respaldar a Le Pen.
Tal ha sido la derrota socialista que Jospin ha anunciado que se retirará de la política. El premier galo representaba una corriente dentro de la social democracia que se resistía a hacer más concesiones al neo-liberalismo tal y cual Blair o Schroeder vienen patrocinando.
El Nuevo Laborismo británico concibe sus éxitos electorales al hecho que el abandono de las viejas recetas laboristas y el corrimiento hacia un nuevo centro ha empujado a los conservadores aún más hacia la derecha y el chauvinismo con lo cual ha permitido que éste y los liberales ganen el centro y puedan viabilizar una opción que ya ha ganado dos comicios generales.
Sin embargo, esa receta no se ha podido aplicar en Francia. Juspin no podía adherirse al ‘nuevo centro’ o a la ‘tercera vía’ por temor a perder base social ante los diversos grupos comunistas y la derecha francesa no está unida en torno a un gran partido conservador. Mas bien los elementos xenofóbicos tienen su propio partido en guerra con la derecha pro-europea y que tiende a crecer mientras los socialistas más se aproximan a la centro-derecha.
La derrota del socialismo galo es triple. Pierden el gobierno, son eliminados de la segunda y quedan disminuidos como el ala izquierda dentro de la social democracia europea.
Posiblemente Blair sabrá sacar alguna ventaja de ello. Recientemente el premier británico fue buscando un eje con Berlusconi y Aznar. Para los partidarios del eje social-demócrata París-Berlín, sobre el cual descansa la UE y sus actuales políticas sociales, el Nuevo Laborismo británico les estaba socavando y optando por respaldar medidas de inseguridad laboral en alianza con partidos de pasado franquista o aliados con los herederos de Mussolini.
Los opositores al giro neo-liberal que vienen operando los principales partidos social demócratas europeos podrán sacar una conclusión opuesta argumentando que es el hecho que el socialismo francés cada vez se asemejaba más al conservadurismo lo que le anuló y golpeó.
Las diferencias entre Chirac con su premier se habían achicado en un quinquenio de contubernio. El presidente centró su campaña en luchar con el crecimiento de la delincuencia y Juspin no planteaba mayores diferencias con él. Muchos electores socialistas decidieron abstenerse o votar por fuerzas que estaban a la izquierda de éste.
LA BANCARROTA DEL PARTIDO COMUNISTA
Quizás el mayor derrotado haya sido el Partido Comunista Francés. Este y su homólogo italiano habían sido tradicionalmente los partidos comunistas más importantes de occidente. Ambos llegaron a convertirse en los partidos con mayor militancia durante la segunda guerra mundial y al concluir ésta emergieron con poderosos brazos armados.
Después de la derrota del nazi-fascismo ambos partidos decidieron que no propiciarían una revolución para tomar el poder sino que compartirían el gobierno con el resto de las fuerzas pro-aliadas. En 1947-48 ambos partidos fueron echados de sus respectivos gobiernos donde llegaron a detentar la vice-presidencia, giro que se liga al inicio de la guerra fría.
En ambos países latinos vecinos los partidos comunistas se mantuvieron como partidos de masas que controlaban los mayores sindicatos y podían aglutinar hasta más del 20% del electorado francés o del 30% del italiano.
Después de la invasión soviética a Checoslovaquia ambos partidos encabezaron el movimiento euro-comunista que apuntaba a distanciarse de Moscú y de la tesis de la revolución y la dictadura proletarias para promover un camino de reformas parlamentarias y de eventual integración dentro de la OTAN.
En Francia los comunistas se convirtieron en los socios de los socialistas y por esa vía fueron adquiriendo poder al mismo tiempo que perdían identidad e influencia a costa de sus aliados. En Italia los comunistas siempre fueron más grandes que los socialistas y terminarían divididos transformándose su ala mayoritaria en la nueva sección de la socialdemocracia y llegando a ser gobierno.
En las elecciones del 21 de Abril el histórico PC Francés obtuvo alrededor del 3.5% de los votos. Por primera vez quedaba superado por dos grupos comunistas trotskistas a su izquierda (Lucha Obrera y la Liga Comunista revolucionaria).
Su líder Hue había tratado de renovar al partido pero se encontró atenazado por las dos fuerzas que estaban a sus costados. Los socialistas aparecían más consistentes en la asimilación al sistema demo-parlamentario, los verdes estaban en mejores condiciones para apropiarse de las banderas ecologistas y la extrema izquierda se mostraba más consistente reivindicando la vieja ortodoxia comunista y la oposición al gobierno de coalición con la derecha en la cual el PCF estaba asociado.
Un factor esencial en la destrucción del PC francés ha sido el Lepenismo. El Frente Nacional no ha utilizado los métodos del nazismo alemán o del fascismo italiano de organizar ataques físicos contra los comunistas. Lo que les ha hecho avanzar terreno es ir hacia las bases obreras y desempleadas del PC francés con un discurso enfatizando que quiere sustituir la lucha de clases por la lucha contra los emigrantes, estigmatizados como los culpables del crecimiento del desempleo y del crimen. El hecho que el PC no se hubiese defendido movilizando a sus militantes en contra ellos y que se hubiera ido adaptando a la prédica nacionalista del Frente Nacional es algo que trabajó en su contra.
EL CRECIMIENTO DEL TROTSKISMO
Posiblemente la fuerza que más ha saltado electoralmente es la del trotskismo. Alrededor del once por ciento de los votos fue a parar a los 3 candidatos que reivindican la figura del asesinado líder de la oposición comunista de izquierda a Stalin.
Le Pen quedó segundo pero más como efecto de la caída de sus contrincantes que por mérito propio. Los votos que él obtuvo en el 2002 han de ser muy similares a los de las presidenciales pasadas de 1995. Los trotskistas, en cambio, han duplicado su porcentaje electoral, han eliminado a su viejo rival (el PC), han sobrepasado a otros significativos movimientos aliados a los socialistas (radicales, verdes y republicanos) y han obtenido un porcentaje que está debajo del de Juspin en menos de 5 puntos, del de Le Pen en 6 puntos y del de Chirac en 8 puntos.
Desde las constituyentes peruanas de 1979 cuando Hugo Blanco y el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular obtuvieron el 12% de los votos, los trotskistas no habían tenido semejante impacto electoral. Hoy sienten que crecen electoralmente en Francia y Argentina y que ello puede generar un impacto para su estrategia internacional.
LA MULTIPLICACIÓN DE LA ‘IZQUIERDA PLURAL’
La responsabilidad que los socialistas no hayan llegado a la segunda vuelta es atribuida por muchos a la proliferación de candidatos de izquierda. Nunca antes en la historia gala habían terciado 16 candidatos presidenciales. La mitad de ellos se proclama socialista o izquierdista. Algunos de ellos, como el PC o los verdes, bien pudieron haber apoyado a su aliado Jospin en la primera vuelta pero pensaron que él era un fijo y que les convenía mantener su propia identidad en un sistema donde en la primera vuelta los franceses tienden a votar por quienes ellos sienten una primera simpatía.
Juspin quiso construir una amplia coalición de izquierdas, pero su llamada ‘izquierda plural’ acabó con una pluralidad de candidaturas de izquierdas que le abatió.
Los verdes ahora llaman a votar por Chirac para hacer un cargamontón contra Le Pen. La pregunta es que si ellos no hubiesen mantenido su candidatura que concitó un 5%, no hubiese sido necesario llamar a apoyar a la derecha conservadora contra la xenofóbica pues Juspin no hubiese quedado un punto porcentual detrás de Le Pen.
Los verdes, si bien amalgamaron la mitad de los votos que tuvieron en las elecciones europeas pasadas capitaneados por Cohn Bendit, el ex líder anarquista de la rebelión de 1968, sienten que han llegado por primera vez a la barrera del 5% en una elección presidencial.
El PC francés, no sólo debe sentirse desmoralizado por su hecatombe, sino por que además posibilitó que los racistas desplazasen a la izquierda de la segunda vuelta.
El Polo Republicano de Jean-Pierre Chevenement obtuvo otro 5%. Este ex ministro quien renunciara por la izquierda al partido socialista plantea posiciones muy nacionalistas que lo alejan del grueso de la izquierda. Es opuesto a la Unión Europea y a dar autonomías a países como el de Córcega.
Para Arlette Laguiller, quien por quinta vez candidateaba a la presidencia por Lucha Obrera, no existe mayor distinción de clase entre Juspin, Chirac y Le Pen. Ambos representan a la burguesía y al capitalismo responsables de la miseria de los trabajadores y merecen ser derrocados por una revolución socialista. Ella ni si quiera hubiera estado dispuesta a dar un voto crítico por los socialistas contra la derecha así Juspin hubiera quedado en la segunda vuelta, una posición distinta al de los otros dos candidatos trotskistas y de la izquierda quienes creen que contra la derecha es viable el voto crítico a la social democracia.
EL CRECIMIENTO DE LA ABSTENCIÓN Y EL DESENCANTO
En Francia el porcentaje de electores que tiende a ir a sufragar en la primera vuelta es generalmente alto. Esta vez ha sido el más bajo de todos. La abstención está entre el 28.5% y el 30%, una cuarta parte más de lo que fue la abstención en la primera vuelta pasada (1995).
La abstención es generalmente una forma de voto de protesta o indiferencia. El hecho que para muchos los principales candidatos digan lo mismo o no se les vea plantando alguna medida atrayente lleva a diversos sectores sociales a la despolitización o simplemente a no querer votar.
Altos índices de abstención se han visto en bastiones socialistas.
LOS TRIUNFOS DE LE PEN Y CHIRAC
Los dos finalistas para la segunda vuelta gala se sienten vencedores. Le Pen siente que ha sacado a la extrema derecha francesa de su ostracismo. Cuando él fundó el Frente Nacional el racismo galo no llegaba ni al 1% de los sufragios. Hoy Le Pen pasa a la segunda vuelta. Si se suman los votos del Frente Nacional con los de su escisión timoneada por Bruno Mégret, el ex lugarteniente de Le Pen, la ultra derecha francesa estaría aglutinando un quinto de los votos.
Los primeros sondeos producidos al cerrarse la primera vuelta arrojan que un 20 al 22% de los encuestados piensan votar por Le Pen mientras que un 75% al 80% respaldarían a Chirac. Sin embargo, aún hay mucho pan por rebanar antes de la segunda vuelta y no se puede descartar que muchos electores que votaron por la izquierda o por otras fuerzas de derecha decidan dar un voto de protesta por Le Pen buscando castigar a un presidente al que se le acusa de mentiroso y corrupto.
El líder del Frente Nacional ha conseguido un claro objetivo: pasar a ser personaje central de la política francesa. El ahora se ufana que ha logrado lepenizar a sus contrincantes y al electorado.
El objetivo de Le Pen es romper el cerco que se le ha tendido para poder eventualmente llegar a ser parte de un gobierno. El trata de presentarse como un ultra-derechista ‘civilizado’ que es hostil a los emigrantes pero que no emplea los métodos de violencia y matonaje contra sus oponentes al estilo del fascismo tradicional.
El director de Liberation ha descrito ese panorama post-electoral como un ‘bienvenido a una Francia horrible’. Sin embargo, otra perspectiva pueden tener los extremistas de derecha o izquierda.
Para muchas fuerzas de izquierda revolucionaria los resultados electorales pueden mostrar algunas tendencias positivas con un crecimiento en sus votos y una mayor polarización entre extremos que podrá ser sacada en provecho.
Chrirac buscará sacar tajada por que aparecerá siendo apoyado hasta por votantes comunistas y encabezando un amplio abanico. Con ese capital político él buscará un gobierno de consenso. Muchos anti-derechistas ven el peligro e votar por él pues creen que mejor es propulsar una abstención masiva y derrotar al lepenismo con marchas callejeras.
Chirac debe sentirse un gran vencedor. Todo indica que él llegará a la presidencia francesa con el mayor número de votos. Pese a no haber contado con el respaldo de si quiera un quinto de los sufragantes, él aspira a cuadriplicar su porcentaje y llegar a la presidencia con cuatro quintos de los sufragios.
Isaac Bigio
Profesor de la Escuela de Economìa y Ciencias Polìticas de Londres