Desde 1980, el Gobierno de Catalunya ha sido partidario de este desvío cuya aceptación por parte de la población ha sido larga y difícil. Y se comprende que costase dadas las características de la obra, por otra parte necesaria.
Por otro lado, estos hechos nos ofrecen la posibilidad de exponer la visión de Barcelona y de Catalunya en tanto que actores y motores de desarrollo económico. De explicar cual es nuestro proyecto, cual es nuestra ambición. Un proyecto y una ambición compartidos por el conjunto de la sociedad catalana.
Usted decía ayer que Catalunya debe jugar un papel central. Que su posicionamiento debe ser de centralidad. Siempre hemos reclamado este papel y nos congratula que ayer se expresara usted en este sentido. Centralidad respecto a España, y más allá. Centralidad significa capacidad de recepción de lo que viene del exterior, capacidad de comprensión y de elaboración de estos contenidos materiales o más intangibles y capacidad de proyección.
Ello no es posible, y por consiguiente no se puede aspirar a la centralidad, si no se es un núcleo potente. Barcelona, y Catalunya en su conjunto, no podrán aspirar a la centralidad si no es un gran centro industrial. Muy puesto al día, muy competitivo. Si no es también un gran centro en el terreno de la formación y de la innovación tecnológica.
Y si no es un muy importante nudo de comunicaciones. Capaz de enlazar bien con toda España y con toda Europa. Es más, capaz de contribuir eficazmente al engarce de España en Europa. Capaz de ejercer un papel protagonista -por potencia, por capacidad de influencia y por capacidad de comunicación- en todo el Mediterráneo, en la costa Norte y en la costa Sur. Esto –convertirse en el área más potente y con más proyección del Mediterráneo- es un objectivo muy principal de toda Catalunya. Pero hay más: ayer asistimos a una reunión de la Casa Asia, es decir, de la entidad que conjuntamente hemos creado el Gobierno español, el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat para desarrollar la relación con Asia. Pues bien, se trata de que Barcelona tenga capacidad, a través de su puerto y de su aeropuerto, de también comunicarse fácilmente, rápidamente y competitivamente con Asia.
En una época en que todavía en España no había confianza suficiente para atreverse a proyectarse en el Mundo –confianza que ahora sí existe- la Generalitat lanzó un eslogan bien significativo: “El nostre món és el Món”. En aquel momento, y todavía hoy, un desafío. Un reto. Porque para que sea verdad que nuestro mundo es el Mundo antes que nada es preciso que nosotros, aquí, seamos fuertes y competitivos. Y necesitamos una mentalidad orientada en este sentido.
Pero además necesitamos los instrumentos que hagan posible la apertura. Y estos son en muy buena parte las infraestructuras.
Son el aeropuerto de Barcelona, son los puertos (de Barcelona y de Tarragona), son el TGV y, como el TGV, el ancho de vía europeo. Y el engarce entre todos ellos.
Por esto la Generalitat ha defendido el desvío del río, pese a la impopularidad que en ocasiones ha comportado. Porque sin él no sería posible la ampliación del puerto de Barcelona. Por esto en 1986 planteó el tema del TGV, y sobretodo del ancho europeo, cuando nadie lo reclamaba en España, es más, cuando lo que había era una fuerte oposición a esta demanda. Por esto pedimos no sólo la ampliación del aeropuerto de Barcelona, sino una política que haga de él un aeropuerto transoceánico. Un aeropuerto con vuelos a Asia, también a América. Y como antes decía, todo esto conviene que esté engarzado. El puerto y el ancho europeo, para empezar, pues sólo así nuestro puerto puede ser un puerto europeo. Capaz de competir con los grandes puertos del Norte de Europa. Y el aeropuerto y el TGV, en segundo lugar. Esta es la aspiración no sólo del Gobierno de la Generalitat, sino de toda la sociedad catalana, y del mundo económico catalán en especial. Y usted sabe bien que forma parte de esta aspiración participar directamente en la gestión concretamente del aeropuerto. En la gestión y en la definición de su estrategia. De sus planes de futuro. De su adaptación a las necesidades de Catalunya. Y al proyecto ambicioso de ser un gran aeropuerto español, un gran aeropuerto europeo. Un aeropuerto al servicio de aquella idea de que “nuestro mundo es el Mundo”.
En todo caso, Sr. Presidente, tenga por seguro que nuestro deseo, nuestra voluntad, nuestro proyecto, es pesar muy substancialmente en todo, también económicamente, también como elemento de la vertebración no sólo española sino mediterránea y europea. Vamos a dedicar a ello nuestro esfuerzo, nuestro afán. Nuestra capacidad de ilusión y de ambición. Y pedimos que el Gobierno español haga suyo este proyecto, y esta ambición, y contribuya a su realización.
Muchas gracias.