Para los laboristas anti-guerra esta visita es una provocación. Para el parlamentario Martín Salter el presidente estadounidense no fue electo sino selecto y su arribo en Londres tiene como fin iniciar su campaña re-eleccionista.
En la BBC se ha cuestionado a los organizadores de la protesta con argumentos que la guerra ya es historia, que la mayor parte del electorado laborista no se opone al arribo del mandatario norteamericano o que otros dictadores (como el de Rumania o China) o el mismo Putin no han sido recibidos en Londres con grandes protestas.
El parlamentario radical Jeremy Corbyn plantea que la situación es distinta pues la ocupación sigue y EEUU sigue sin liberar presos británicos en Guantánamo, desconoce los acuerdos de Kyoto para proteger el medio ambiente global o mantiene el proteccionismo del acero en contra de las exportaciones europeas.
Un día antes del arribo presidencial ya han empezado algunas protestas. Como nunca antes la policía empleará 16,000 efectivos (el triple de lo inicialmente esperaba y casi la mitad de toda la fuerza policial metropolitana) para cubrir a una serie de distintas manifestaciones que se realizarán, siendo la más importante la del jueves 20, que se calcula que puede sobrepasar los 100,000 concurrentes. Los costos solamente en seguridad superarán los US $8 millones según datos oficiales.
La manifestación no llegará a los dos millones que llegaron en febrero de todo el país para impedir la guerra. Sin embargo, será una marcha muy grande. El talón de Aquiles de Blair es la guerra. La mayoría percibe que se le engañó para ir a esta y que no se encontrarán las mentadas armas de destrucción masivas.
Esta visita tendrá muchas repercusiones en los propios EEUU. El oficialismo tratará de mostrar una protesta limitada y eclipsada por una excelente relación con la reina y el laborismo. La oposición mostrará las resistencia que produce Bush para pedir su relevo.
Dentro de Gran Bretaña el descontento contra Blair viene fragmentando al laborismo y podría ocasionar el retiro de este del premierato. George Galloway, el más aguerrido portavoz contra la guerra dentro del laborismo acaba de ser expulsado. El trata de utilizar este tipo de acciones para promover una nueva lista de izquierda en alianza con socialistas, trotskistas y musulmanes.
Los liberales querrán montarse en ese descontento tratando de convertirse en la nueva oposición. Por otra parte, los socialistas chocarán con ellos cuestionando su supuesto oportunismo, lo que para ellos, es mas bien, pragmatismo responsable.
Los conservadores, quienes se sienten revigorizados con la elección unánime de un nuevo líder que parece más eficaz que los anteriores, buscarán mostrar que son ellos los más consistentes en la alianza con los EEUU.
Blair, mientras tanto, va a tratar de calmar el desencanto de sus bases partidarias y electores, sosteniendo que es mejor ser buenos amigos de Washington, para evitar que se vuelvan más halcones y mediante ello mostrar algunas concesiones. El problema es que aún, todo lo que Blair hubiese querido sacar a Bush, no da muchos frutos. En Israel sigue la ofensiva contra los palestinos y Guantánamo sigue siendo un territorio libre donde hasta británicos son retenidos sin juicio y contra la ley internacional de presos de guerra.
Analista Internacional. Ha obtenido grados y postgrados en historia y polìtica econòmica en la London School of Economics, donde tambièn ha enseñado. Premio Dillons (Waterstone) a la excelencia. Escribe para unos 200 medios.
Isaac Bigio
Analista Internacional