Esto ha venido generando una serie de
cuestionamientos, los mismos que tienden a crecer a
medida que se siguen sin encontrar pruebas de tales
armas y que la ocupación viene incrementando sus
costos en materia financiera y de vidas de soldados.
El hecho de que Sadam cayese relativamente rápido y
sin muchas bajas generó una inusual popularidad para
Bush. Sin embargo, desde que el 1 de mayo el
presidente estadounidense declaró oficialmente el fin
de la guerra se ha producido un promedio de entre uno
y dos soldados angloestadounidenses muertos en
emboscadas. El presupuesto de la ocupación militar ha
subido de 2,000 millones a 3,900 millones. Medios
oficiales indican que se incrementarán las 145 mil
tropas estadounidenses y que éstas estarán en Irak
muchos años.
La segunda guerra del Golfo ya ha superado el número
de bajas estadounidenses habidas en la primera. Muchos
se vienen preguntando si vale la pena seguir haciendo
tales sacrificios o si esta guerra alguna vez estuvo
justificada. En el Reino Unido van creciendo las voces
dentro del laborismo que cuestionan la permanencia de
Blair. En EU el candidato que más avanza en
transformarse en cabeza de la oposición demócrata es
el que más critica la invasión, Howard Dean.
Algo que viene golpeando a Blair y Bush con más fuerza
que un bombazo de Osama o Sadam, es la pérdida de
credibilidad.
Ambos presentaron informes en los que
aseguraban no sólo que Irak tenía grandes reservas de
gases químico-biológicos sino que habían adquirido
uranio desde Níger para preparar bombas nucleares.
Días antes del ataque a Bagdad, en el informe de los
inspectores de la Organización de las Naciones Unidas
(ONU) ante el consejo de seguridad se tildó esta
última información de falsa. También fue caracterizada
como errónea la presunción hecha oficialmente por el
gobierno británico en el sentido de que Irak adquirió
tubos de aluminio especializados para fabricar armas
atómicas.
El reporte oficial británico afirmaba que había
laboratorios móviles para fabricar gases y que Hussein
estaba en capacidad de enviar éstos contra blancos en
el exterior a 45 minutos de originada la orden.
También aseguraba que Irak estaba a uno o dos años de
contar con su propio arsenal nuclear.
Todo esto ha sido demostrado falso. Acorralado por sus
críticos, Jack Straw, ministro británico de asuntos
externos, ha reconocido que el documento oficial que
afirmaba que Irak poseía armas de destrucción masivas
tuvo «errores». Los dos informes del Comité de
Inteligencia Conjunta británico, además, se han
demostrado que fueron plagiados de la internet y de
una tesis estudiantil.
Peter Sothand, ex editor del Times, ha escrito un
libro donde asevera que la guerra fue hecha para
complacer a EU. La decisión de participar en el ataque
se había tomado medio año antes de la invasión. El 2
de septiembre habría un memorando de Blair donde se
argumentaba que el conflicto, al margen de lo que
cualquiera pudiera decir o hacer, era inevitable, y
que sería malo para las relaciones internacionales si
EU se lanzase solo. Por ello Londres debía apuntalar a
EU y todos los subsiguientes informes fueron hechos
para justificar una medida intervencionista
previamente adoptada.
Para Straw encontrar gases tóxicos ya no es tan
importante pues, según él, 10 mil litros de ántrax es
la capacidad de un tercio de un camión gasolinero, y
hallar ello en un país del doble del tamaño de Francia
es difícil. Straw se equivoca desde cuestiones menudas
(pues Francia e Irak son naciones con similar área)
hasta cuestiones centrales. El hecho de que se haya
lanzado una guerra con base en información falsa es
algo que puede destruir la credibilidad de los
gobiernos y ocasionar que caigan cabezas.
Tal como lo planteamos antes y durante la guerra, esta
confrontación, si bien podía deponer a Sadam corría el
riesgo de producir a largo alcance la derrota de los
atacantes. Hoy, hay muchos que piden sustituir a
Cheney, a quien se acusa de proveer información falsa.
Sin embargo, si se producen serias e independientes
investigaciones es posible que muchas otras cabezas
rueden. Al final la guerra bien puede generar un
cambio de régimen… pero dentro de las propias
potencias vencedoras.
Isaac Bigio es analista internacional. Escribe desde
Londres.
Publicado en La Opinión, el mayor diario hispano de
EEUU.
Isaac Bigio
Analista Internacional