EEUU, Reino Unido y España fueron los tres países que lideraron el bloque que lanzó la invasión sobre la segunda mayor reserva petrolera del planeta. Ambos también tienen multinacionales interesadas en gasoductos andinos.
El último informe de la inteligencia norteamericana concluye que tras haber empleado 1,200 agentes, entrevistado 500 figuras iraquíes y haber recorrido todo Iraq durante tres meses no se ha hallado ningún ADM (Arma de Destrucción Masiva). Hans Blix, inspector jefe de Naciones Unidas sobre las armas iraquíes, sostiene que Hussein eliminó todas sus ADM hace más de diez años. Robin Cook le acusa a Blair, de quien fuera su ministro de relaciones externas, por haber conducido a su nación a la guerra pese a que él sabía en marzo 2003 que Iraq carecía de gases mortales.
Los EEUU planean incrementar el presupuesto de su equipo de investigadores de armas iraquíes hacia los mil millones de dólares, pero esa es la cifra que ha venido costando la ocupación cada una de las más de 25 semanas que han pasado desde que tomaron Bagdad.
Bajo la idea de destruir gases químico-bacteriológicos se ha provocado a más de mil millones de musulmanes y se han producido enormes gastos monetarios y humanos. Gran parte de la opinión pública europea y norteamericana sospecha que esta guerra fue fabricada con pruebas montadas con el objetivo de permitir el lucro del entorno de los grandes consorcios petroleros.
Tanto en Afganistán como en Bolivia la presencia de algunas de estas corporaciones han azuzado conflictos en su intención de beneficiarse con la construcción de ductos que lleven el gas desde el Asia Central o los Andes hacia los océanos.
La Pacific es la entente de varias firmas petroleras que, buscando el mayor lucro en la explotación y distribución del gas boliviano, insiste en que éste debe ser transportado directamente a Chile y sin ser previamente procesado en el Altiplano. Esto ha generado una huelga general indefinida y bloqueos. Esta obstinación puede conllevar un mayor estallido social en la tierra de las revoluciones sudamericanas.
El debate sobre la carencia o abundancia de gases letales o petroleros puede generar explosiones sociales. El calor de tales fricciones puede acabar haciendo evaporar a algunos de los gobiernos en cuestión, como ya ha pasado con el Sánchez de Lozada y luego puede pasar con Bush o Blair, quienes sintomáticamente podrían finalizar haciéndose gas.
Isaac Bigio
Analista Internacional
