Blair decidió apostar su carrera política a lanzar esta guerra contra la oposición de su propio partido y electorado. Casi la mitad de los parlamentarios laboristas que no eran ministros votaron contra la guerra creando una de las mayores crisis en ese partido. Hoy su fracción siente reivindicada la actitud de su jefe y él tratará de capitalizar políticamente ello.
La CNN y la BBC muestra imágenes de iraquíes vivando a las tropas norteamericanas. Sus comentaristas apuntan a mencionar que ahora la población les saluda como liberadores y que se evitó la transformación de Bagdad en un Stalingrado.
Sin embargo, si se toman la información con pinzas uno puede observar algunos datos. El número de iraquíes que salen a las calles a saludar a los tanques entrantes es limitado. Se tratan de cientos o en el mejor de los casos de miles. En la tan promocionada toma del derrumbe de la gran estatua de Saddam en la plaza que colinda al hotel de los periodistas extranjeros quien tiene la batuta es un blindado estadounidense.
Por otro lado no se ha dado con Saddam ni con ninguno de sus ministros. Tampoco se han dado con el grueso de la maquinaria pesada del ejército iraquí.
Curiosamente la caída de Bagdad se produce el mismo día en que los bolivianos celebran la revolución que depuso a la oligarquía minera. Si uno compara el derrocamiento de Hussein con el de otros dictadores en manos de levantamientos populares encuentra una colosal diferencia.
En Irak la población nativa no ha cumplido ningún rol en la toma del Bagdad. Dentro de los 250,000 soldados anglo-americanos no hay ningún contingente árabe. Los 60,000 combatientes kurdos bajo el comando estadounidense han sido movilizados tardía y limitadamente. La única oposición armada anti-Hussein en el sur chiíta hoy ocupado (los 20,000 combatientes del Consejo Supremo de la Revolución Iraquí) no ha defendido a su país de la invasión pero tampoco ha secundado a los anglo-americanos. Es mas, tal es su desconfianza que el Pentágono no les permite aparecer con sus uniformes y armas en las zonas que controla.
Mientras el 9 de Abril de 1952 la población boliviana salió a las calles para tumbar a su régimen, ese mismo día 51 años después en Bagdad la movilización popular es reducida. Apenas algunos centenares en una urbe de 5 millones salen a posar ante las cámaras occidentales.
La caída de Hussein no ha sido ocasionada por los propios iraquíes. En ese sentido dista de lo ocurrido en previas luchas en ese mismo país o lo sucedido en el vecino Irán cuando movilizaciones populares tumbaron al Shá.
La ‘liberación’ ha sido hecha no por los iraquíes mismos sino sin ellos e incluso contra un amplio sector de ellos.
Los saqueos son la principal forma de explosión popular que viene sacudiendo Basora o Bagdad. Ciertamente esos no son los métodos de un levantamiento popular que conquista por sí mismo la democracia.
Los estadounidenses claman que hasta le facha han tenido ligeramente menos de 100 muertos. Mientras tanto, hay más de diez mil prisioneros de guerra y el número de civiles y uniformados iraquíes muertos supera las 5,000 personas.
EEUU y Reino Unido pueden sentir que han ganado la guerra. Sin embargo, una cosa es acabar con los focos de resistencias y también imponer su propia paz.
Ante la tremenda superioridad militar aliada Hussein tuvo la posibilidad de escoger entre negociar el ingreso de tropas ocupantes como en parís 1944 o resistir hasta el último cartucho como en Berlín 1945, a costa de la destrucción de la capital y decenas de miles de muertos.
La primera opción no podía hacerla pues los anglo-americanos no querían negociar con él. La segunda implicaba que no tuviese otra retaguardia donde esconderse. Por otro lado Saddam se negó a armar a la población civil temiendo que ésta pudiese desbordarlo.
Es probable que los baatistas hayan decidido que no era posible atrincherarse en Bagdad pues hubiesen ido hacia un suicidio. Su inicial estrategia era replegarse de las zonas rurales a las grandes urbes. Ahora es probable que hayan decidido camuflarse dentro de los civiles para golpear las líneas de aprovisionamiento o a los ocupantes a la par que se mantienen focos de resistencia armada.
Si Hussein escapa con vida y se mantiene resistiendo durante años él puede acabar transformándose en una figura para el mundo árabe.
La nueva administración ha de tener problemas. No hay una fuerza popular capaz de unir al país. Los 3 grupos armados opositores existentes tienen agendas encontradas. Los dos partidos kurdos (la Unión Patriótica de Talabani y os Demócratas de Barzani) se han masacrado entre ellos mismos a veces pidiendo ayuda a los saddamistas. Los combatientes chiítas son pro-iraníes y anti-estadounidenses.
Los nuevos ocupantes están buscando contactarse con la vieja policía y las autoridades para patrullar el orden frente a los saqueos.
Serán inevitables roces entre las distintas oposiciones y entre los remanentes del aparato estatal. Quienes rechacen la presencia extranjera no sólo son saddamistas sino un amplio sector de la población, incluyendo fuerzas opositoras dentro de los kurdos, sunnitas y chiítas, así como por distintas corrientes nacionalistas, islamistas y comunistas.
El triunfo norte americano es también contradictorio. Desde el punto de vista diplomático ha creado la mayor brecha con sus aliados en Moscú, París y Berlín, ha derruido la mayor coalición bélica de la historia (la hecha poco después del 11 de septiembre) y ha generado la mayor ola de rechazo anti-americana en el mundo árabe e islámico.
La nueva tarea será la de dar paso a una nueva administración de funcionarios y militares estadounidenses que de paso a un país que tenga un régimen político y económico afín al de las democracias neo-liberales, en el marco de una serie de resentimientos nacionales profundos.
Isaac Bigio
Analista Internacional