Varias comunidades vienen siendo monitoriadas por el MI-5. Los
musulmanes son ahora el blanco de numerosas suspicacias y hasta se envía la
policía a uno de sus templos.
En estos días el gobierno acaba de aprobar restricciones inmigratorias a la
comunidad centroamericana más grande del Reino Unido y más vinculada a este
país. Ahora los jamaicanos han de tener que aplicar por visas para poder
visitar a sus familiares. La tragedia de visas que padecen peruanos o
colombianos ha de ser expandida a otros latinoamericanos.
Una victoria de Bush sobre Irak hará que Washington se sienta más fuerte
para aplicar sus designios en su patio trasero. Argentina es la punta más
alta de lo que ha significado exigir como sea la implementación de las duras
medidas de ajuste fiscal patrocinadas por el FMI. Las políticas de
privatizaciones han acabado entregando el grueso de nuestros recursos
naturales y empresas públicas a multinacionales. Para poder atraer capitales
se han reducido los salaries y los derechos laborales de los trabajadores de
nuestras tierras. Todo ello ha generado más miseria y más emigración.
Escapando del desempleo muchos latinos vienen como sea a los países ricos
trabajando de lo que puedan y aceptando las condiciones laborales y de
vivienda más infrahumanas.
Se dirá que podemos tener simpatía por Hussein. Por el contrario, queremos
echar a ese dictador. Pero el mejor camino para hacerlo es algo en el cual
los pueblos latinoamericanos son ‘expertos’. Son las movilizaciones masivas
en las calles las que sacaron a autócratas como Fujimori, Pinochet y a las
juntas militares de Brasil y del cono sur. Los únicos que deben deponer a
Hussein y juzgarlo son las propias masas irakíes. Sólo ellas con su
movilización serán capaces de democratizar su país.
El cerco norteamericano sobre Irak no ha hecho más que fortalecer a la
dictadura. Él puede mantenerse más tiempo en el poder apareciendo como
encarnación de la soberanía nacional. Por otro lado, Saddam fue apuntalado y
armado por las mismas potencias que llaman a deponerlo. Una cosa es que este
carnicero sea tumbado por su propio pueblo y otra es que sea cambiado por un
títere nominado por los EEUU para que empiece a entregar el oro negro y
otros recursos a las grandes corporaciones petroleras.
Los EEUU sostienen que han de bombardear Irak para sacar a un dictador que
tiene armas de destrucción masiva y que representa a un peligro contra
Occidente. Lo cierto es que tras esa guerra lo que Washington pretende es
mostrar que tiene el poder de intervenir donde le plazca para imponer sus
propias condiciones.
La minuciosa investigación hecha por la comisión de Naciones Unidas ha
demostrado que Irak carece de mayor arsenal químico-biológico. Cuando
Hussein sí tenía muchas de estas armas y las utilizaba contra civiles persas
y de su propio país, occidente le apoyaba pues pensaba que él era la mayor
garantía contra la revolución iraní. Ahora que las FFAA de Saddam no son un
peligro para ningún vecino, Bush se desespera en encontrar un justificativo
para invadir.
Hasta el propio Blair ha reconocido que no se puede establecer ningún lazo
entre Hussein y Bin Laden. Ambos tienen orígenes y agendas diferentes. El
primero emergió de una revolución republicana secularista que se reclamaba
socialista, mientras que el segundo es un monarquista anti-socialista
ultra-religioso. Algo que sí les une es que ambos fueron inicialmente
patrocinados por la CIA.
Quienes sí poseen armas de destrucción masiva capaces de aniquilar la vida
humana son los propios EEUU. La única súper-potencia que queda es también la
única en haber matado decenas de miles de civiles con armas atómicas.
En vez de emplearse miles de millones para hundir a un país en los escombros
llamamos a una Guerra global contra la pobreza y las injusticias. Con todos
los recursos empleados en la carrera armamentista bien podrían empezar a
solucionarse los problemas de falta de pan, techo, escuelas y hospitales,
verdaderos ‘ejes del mal’ que azota al grueso de la humanidad.
Isaac Bigio
Analista Internacional