En efecto, las operaciones militares iniciadas arrogantemente por la
coalición hace apenas siete días, mediante un atrevido bombardeo misilero
de apertura, ordenado desde Washington por Bush, con aviones «invisibles»,
lanzados al ataque en forma precipitada y basándose supuestamente en
precisos informes de inteligencia, sobre lo que se suponía era un
escondite de Hussein en Bagdad y con miras a «decapitar» al régimen del
dictador de un solo golpe certero; mientras simultáneamente las cámaras de
televisión de la prensa occidental registraban «en tiempo real» el avance
vertiginoso de miles de blindados, que penetraban en sendas columnas de acero la
frontera entre Iraq y Kuwait, cruzando el desierto a toda velocidad, con
dirección a Bagdad; ahora se traduce, para sorpresa de muchos, en un
importante cambio de tácticas militares, no obstante que el alto mando de
la coalición insiste descaradamente en que viene cumpliendo
escrupulosamente con sus planes de guerra en sus conferencias de prensa en
Qatar.
Lo cierto es que aparentemente la inteligencia erró una vez mas y, de otro
lado, los «bolsillos de resistencia iraquíes» vienen siendo un hueso muy
duro de roer en diversas ciudades y pueblos que tachonan la ruta de la
coalición hacia Bagdad, por donde han transitado los blindados en su
avance. Estos «bolsillos de resistencia» han desarrollado diversas
acciones y se han metamorfoseado con la población y con el terreno de combate. Su
única finalidad de infligir bajas en el ejercito invasor.
Esta realidad se ha verificado durante los últimos siete días, en una
secesión de escaramuzas y combates registrados desde el puerto de Umn Qsar
en el Golfo Pérsico, hasta Karbala a 80 millas de Bagdad, pasando por Al
Zoubeir, Basra, Nasiriya y Najaf. De donde la coalición se contradice en
los informes sobre la toma y «aseguramiento militar» de dichas
localidades, mientras que los iraquíes insisten ante los medios de
comunicación, que dichas localidades aún no han sido tomadas y que sus fuerzas siguen
manteniendo focos de resistencia armada.
Esto, sin contar con las 5 o 6 divisiones iraquíes que tienen a su cargo
el «anillo de hierro» que protege a Bagdad y de donde destaca la división
Medina, liderada por uno de los hijos del dictador y que ya ha causado la
pérdida de helicópteros Apache en las filas de la coalición. Es decir, los
mismos helicópteros que supuestamente fueron imbatibles durante la primera
guerra del Golfo.
Estos bolsillos dispersos y activos ponen ahora en riesgo, mediante su
táctica de guerra de guerrillas, la larga y principal línea de
avituallamiento militar terrestre (aprox. 600 km) que se requiere para
tomar Bagdad (que va de sur a norte) y por eso es probable que en los días
que vienen, los soldados de la coalición tengan que enfrascarse incluso en
escenarios de guerra de querrilla urbana, dentro de algunas de las
poblaciones antes mencionadas. Se llevará a cabo de esta manera un
sangriento preámbulo a la gran batalla por Bagdad.
Se dice que los soldados de la coalición lo tendrán que hacer con la finalidad de «limpiar» estas
localidades de la presencia de las variopintas fuerzas leales a Hussein.
Cualquier militar sabe que este tipo de operaciones suelen tener un alto
costo en vidas humanas y en tiempo de combate, generando desgaste en las
tropas regulares de la coalición y retardando el logro de los objetivos
militares planteados al inicio de la campaña.
La coalición ha variado entonces hoy las tácticas iniciales en su
estrategia por someter a Iraq. Nótese que inicialmente simplemente
«rebasaron» dichas localidades críticas durante los primeros días de
guerra, con miras a avanzar lo mas posible para llegar rápido a Bagdad y
librar la «madre de todas las batallas», menospreciando en este empeño la
presencia de las fuerzas enemigas.
Esta batalla principal por Bagdad aparentemente ha quedado por el momento
en «stand by», pues lo contrario sería un suicidio militar, al no
encontrarse disponibles para la coalición otras vías de avituallamiento de
la misma importancia que la que se aprecia en el sur de Iraq.
El telón de fondo de este problema militar se aprecia de las declaraciones
controvertidas de algunos viejos militares retirados, como Barry
Macaffrey, ex general, quien participó en diversas guerras anteriores y
quien ha señalado y advertido tajantemente, ante la opinión pública de los
EEUUAA y del mundo, que el Secretario de Defensa, Sr. Donald Rumsfeldt,
sabe de gerencia de empresas, pero ha demostrado que no sabe nada de
guerra y que esta operación necesitaba de mayor cantidad de personal de
tropa a nivel de infantería, para poder avasallar al enemigo, tal como se
hizo en la primera guerra del golfo.
El mismo ex general también ha pronosticado que, como van las cosas
militarmente, una batalla contra las divisiones que protegen a Bagdad,
costaría en este momento no menos de 3000 bajas en las filas de la
coalición.
Se dice que Rumsfeldt no ha querido escuchar al Sr. Colin Powell, que
manejaba criterios similares a los del crítico ex general y, por el
contrario, ha presionado al máximo en el entorno presidencial, para basar
esta guerra en la acción de la fuerza aérea y en la «tecnología de punta».
Los resultados están hoy a la vista, con el aparente desmoronamiento del
«Blitzkrieg» de la coalición y el replanteamiento de las tácticas
militares correspondientes. Se ha generado entonces un «sobrecosto bélico»
derivado indefectiblemente del ímpetu insaciable de los halcones que
prevalecen en el entorno de Bush. Los que a su vez no están dispuestos a
asumir el costo político de este impasse.
También es cierto que no va a ser posible para la coalición lanzar una
megaofensiva militar sobre Bagdad en el corto plazo, mientras su
retaguardia no se encuentre «asegurada» militarmente, cosa que encima la
coalición tiene que lograr lo antes posible, multiplicando sus retos y
capacidades militares en el empeño y en orden a lo valioso que es el
tiempo en una operación de este tipo.
La razón es sencilla, esta megaofensiva sobre Bagdad requiere de ingentes
recursos que deben llegar a tiempo al frente. Solo así se asegurará la
continuidad de las acciones militares y una pronta victoria sobre las
divisiones que conforman el «cerco de hierro» que rodea la capital de
Iraq, en un radio de 80 a 100 millas aproximadamente. Es mas, es muy
probable que, de no ser neutralizadas en su retirada, estas divisiones se
terminarán acantonando en el casco urbano de la capital, apostando por una
«stalingradización» del teatro de operaciones, para prolongar al máximo la
duración del conflicto.
Por eso es que los reportes de prensa indican hoy que, no obstante los
sangrientos bombardeos, no ha habido mayores avances en el cerco a Bagdad.
A ello hay que agregar las pésimas condiciones climáticas, con tormentas
de arena y electrostáticas, paradójicamente no registradas en
décadas en el desierto Iraquí, lo que además le da al cielo una
infernal tonalidad roja, que por estos días parece traslucir el
beneplácito de Alá en favor de Bagdad.
En suma, si la coalición quiere romper el «cerco de hierro» que cierra su
camino hacia Bagdad, antes tiene que limpiar los bolsillos de resistencia dispersos en el
largo camino que compromete su propio avituallamiento. Lo dramático es que
recién se dan cuenta de esto y no les queda otra que proceder.
Como se señala, acabar con los bolsillos de resistencia demandará un gran
esfuerzo, pues son grupos pequeños con alta movilidad que atacan y
desaparecen o se mimetizan con la población civil en las ciudades.
Nadie puede dudar del poderío militar de la coalición, pero el teatro de
operaciones demuestra que este es un enfrentamiento entre David y Goliat,
donde Iraq hará todo lo posible para demorar las operaciones militares
enemigas e infligir la mayor cantidad posible de bajas a la coalición,
para así poder impactar sobre la opinón pública de occidente y generar
cada vez mayores corrientes de opinión en contra de la guerra.
De ser así las cosas, hasta el momento los iraquíes lo vienen logrando con
relativo éxito. Y es que a mayor demora, mas probabilidades de lograr
mayor respaldo internacional en favor de la paz en Iraq y mayor será el
desprestigio de los políticos que lideran la coalición. Ese es el
verdadero objetivo de Saddam y no la victoria militar de Iraq sobre la
coalición, ya que eso es materialmente imposible.
De otro lado, a siete días del inicio de las operaciones militares, la
coalición ya rebasó su «punto de no retorno» y no le queda otra cosa que
proseguir en la lucha y tomar Bagdad, cueste lo que cueste.
Por esta razón el Sr. Bush ya ha pedido ayer una ampliación del
presupuesto de guerra en 75 mil millones de dólares. Los expertos dicen
que esta guerra cuesta aproximadamente 5 mil millones mensuales. Este es otro
indicador del cambio de tácticas que mencionaba líneas arriba y que
demuestra la desnaturalización del «Blitzkrieg» planteado y puesto en
práctica inicialmente. La guerra aparentemente ya no durará días.
Militarmente las cosas se pueden complicar aún mas para la coalición si,
luego de la «madre de todas las batallas» y rebasado el «cerco de hierro»,
Bagdad se convierte en una nueva Stalingrado donde se replieguen las
últimas divisiones de élite iraquíes. La historia indica que los
americanos siempre han entrado al campo de batalla usando metodologías
«avasalladoras» y superando a su enemigo con la mayor cantidad de tropa
puesta en el campo de batalla, acompañada a su vez de la mejor calidad y
mayor cantidad de equipo militar y respaldando el esfuerzo bélico mediante
bombardeos masivos que «alfombran» el campo de batalla desde el aire, con
cantidades interminables de bombas y abriendo paso a la infantería.
Acá es donde encontramos otra contradicción respecto de lo que predican
los políticos que lideran la coalición, en su afán de convencer al mundo
que su objetivo es «instruir» con una cultura democrática y de «free
market» a un pueblo que en realidad está organizado tribalmente, con
fuertes rezagos medioevales e integrado por las diversas etnias que
conforman el Iraq contemporáneo.
Es mas, las viejas tácticas militares americanas están en tela de juicio,
porque se supone que la coalición busca preservar la infraestructura de
Iraq e instaurar un modelo político occidental en este país lo mas rápido
posible, «liberando» a su población del yugo Saddamista y promoviendo un
gobierno democrático que termine por «democratizar» a su vez a todo el
medio oriente. Todo un cuento de las mil y una noches, que no armoniza con las
necesidades militares reales de la propia coalición en el actual teatro de
operaciones.
Lo cierto es que en términos militares esta es una invasión. Como tal, no
cabe duda alguna que atenta flagrantemente contra el Derecho Internacional
y contra un país en particular, por mas dividido que éste se encuentre y
por mas necesario que sea erradicar del poder de dicho país a un dictador
sanguinario como Hussein. Es decir, dejándonos de eufemismos, los soldados de la coalición son extranjeros que en nada se diferencian de anteriores colonizadores que
arrasaron militarmente la región en nombre de la Reina.
Así las cosas, los viejos fantasmas de las guerras colonizadoras amenazan
con reaparecer violentamente en la mente de las tribus iraquíes. Esto
podría ocurrir antes de que se instaure la nueva cultura que pretende
imponer la Pax Americana de Bush en la región y, con mayor razón, si es
que no resultara factible en el corto plazo retomar el vertiginoso ritmo
de Blitzkrieg que la coalición mantenía inicialmente y con miras a la
inmediata toma de Bagdad.
¿Exceso de arrogancia, error político, error militar o mucho de todo esto?
Como sucede siempre en estos casos, la historia nos dará las respuestas
que buscamos con palabras de sangre y fuego.
Franz Kundmüller Caminiti
Profesor Universitario en el curso de Solución de Controversias
Facultades de Derecho Universidad de Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, Catedrático en cursos de Post Título, Pontificia Universidad Católica del Perú.
Experto en Negociación, Conciliación y Arbitraje