ZIAD DOUEIRI, DIRECTOR DE ‘LILA DICE’
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Lila dice es una novela que ya pertenece a la historia de la literatura erótica, ¿cómo se enfrentó a la historia?
– Para mí, Lila dice es ante todo una historia de amor entre dos adolescentes, Lila, que aparece en la vida de un chico, Chimo, y empieza a contarle cosas tan crudas, tan fuertes, tan provocadoras que a él no le queda más remedio que entrar en ese universo. Chimo emprende un viaje sin saber hasta dónde llegará. Sin saberlo, Lila le hace cambiar. Es una historia de amor pasional, pero no una historia de amor en el sentido clásico de la palabra.
¿Qué problemas de adaptación le planteó la novela?
– En primer lugar, es un relato que no tiene una estructura convencional. Está escrito en primera persona por Chimo. Una voz en off hace que la narración no tarde en hacerse monótona; era necesario encontrar el equilibrio perfecto. Otro problema era que el personaje de Chimo es totalmente pasivo en la novela. Había que construir un personaje que tuviera una trayectoria más cinematográfica. Chimo es conmovedor, pero es lento, habla poco y casi todo transcurre en su cabeza. Y, por fin, carecía de antagonista. Apenas existen los personajes secundarios. Tenía que definir con más claridad qué obstáculos tendría la relación.
¿Qué le hizo trasladar la historia de los suburbios de París a Marsella?
– Cuando se publicó el libro en 1996, era un tema bastante innovador. Se empezaba a hablar de los suburbios parisinos. No tardé en darme cuenta de que desconocía los suburbios parisinos, sus códigos y su psicología. Preferí rodar en una región mediterránea, más cercana a mis raíces. Fui a Marsella para buscar callejuelas, casas muy juntas, ropa colgando de las ventanas. Fue una elección estética.
¿Cómo describiría a sus protagonistas?
– Son los protagonistas de un cuento moderno. Chimo es un adolescente soñador, un solitario que habla poco y se escapa a un mundo imaginario que aporta una dimensión poética a un segundo plano más sombrío, a una mirada cínica de la realidad. Lila le puede con su manera insolente de amar y de expresarse sexualmente con total libertad. Tiene 16 años, es cruda y ambigua, pero sincera.
Sus palabras, a veces, rozan la pornografía.
– Andamos en la cuerda floja. Lila habla de amor con un desfase, con romanticismo y erotismo, pero nunca con vulgaridad. Dicho por otra que no fuera Vahina Giocante, habría podido parecer vulgar, kitsch, ordinario.
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¿Cómo ha trabajado con Vahina Giocante y Mohammed Khouas?
– No puedo decir que fuera un trabajo metódico ni sistemático. Empecé pidiéndoles que vieran tres películas clave para que comprendieran mi visión y lo que buscaba en su interpretación. Se trataba de La ley de la calle, de Francis Ford Coppola, por lo ligero y despreocupado de los personajes; Léolo, de Jean-Claude Lanzon, una película muy lírica con voz en off de principio a fin y con mucha música; y El jardín de cemento, de Andrew Birkin, una película sensual y extraña. Ver esas películas equivalió a poner los cimientos que les permitió construir sus personajes de modo orgánico, no metódico.
¿Cómo abordó las escenas más sensuales con Vahina Giocante?
– Nunca sentí ninguna reticencia por su parte. Es una chica muy abierta. A los cinco minutos de conocernos, me dijo que estaba dispuesta a ir hasta el final para la película. La forma en que me dijo “haremos este viaje juntos” significaba que aceptaba cualquier riesgo.
¿Cómo rodó la escena erótica de la motocicleta?
– Fue la escena que requirió más preparación. En la novela, van en bicicleta. Pero dos en una bicicleta era un poco peligroso y, sobre todo, difícil para Mohammed, que debía pedalear, decir el texto e interpretar. Me pareció que la motocicleta tenía un toque mágico con ese pequeño motor en la rueda delantera. El único problema es que los dos no cabían.
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Tuvimos que transformarlo en un híbrido tipo Harley Davidson, con un sillín más largo, un manillar más alto. También quería que la escena se rodara en movimiento, sin un solo plano estático, sino en plano secuencia. Había que pasar por los puntos señalados con el sol de frente para crear sombras. El operario de la steadycam quedó agotado después de acercarse y alejarse, dar vueltas alrededor de la pareja para dar esa sensación de libertad. Luego escogí el tema “Air” que añade mucho a la escena.
La historia habla del dolor de la adolescencia, de la dificultad a la hora de abordar las relaciones sexuales.
– Encontrar con quién hablar, conseguir dejar la soledad atrás son preocupaciones no sólo típicas de la adolescencia, sino también del conjunto de la sociedad moderna. En cuanto a la cuestión sexual, se aborda con la crudeza y la espontaneidad que caracterizan a una adolescencia sin puntos de referencia, a una adolescencia perdida entre lo francés y lo árabe, entre dos identidades.
La película también hace referencia a los conflictos comunitarios y religiosos.
– Es un tema familiar para mí ya que crecí en Líbano, país en el que conviven diecisiete comunidades religiosas. La película toma en cuenta los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001 para hacer hincapié en el miedo a la diferencia, el racismo y el integrismo. Pero hablan jóvenes con la espontaneidad característica de su edad. Mouloud, el cabecilla de la pandilla, se siente orgulloso de ser árabe, pero incómodo en cuanto sale de su ghetto. Es de los que se cierran sobre sí mismos, mientras que Chimo se abrirá y se hará con la libertad.
La banda sonora es muy especial.
– La atmósfera es muy importante y evité recurrir al rap. Preferí escoger grupos anglosajones. Escribí muchas escenas inspirándome en temas de Vanesa Daou en los que habla de seducción, provocación y sexualidad. Algunas de las letras fueron escritas por Erica Jong, la autora de Miedo a volar, y me acercaban a Chimo y a Lila. Me gustaría que el espectador participase en el viaje mágico de dos adolescentes que sólo quieren amar y ser amados.
¿Por qué no siguió el final de la novela?
– Era demasiado dramático (en la novela, Lila muere). Quería un final un poco agridulce con un resquicio de esperanza.
ENTREVISTA CON VAHINA GIOCANTE, LILA.
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¿Dónde residía el reto al interpretar un papel como el de Lila?
– En interpretar a una joven enamorada cuyo comportamiento sensual, incluso erótico, llega al límite de lo aceptado simplemente porque no sabe comunicarse de otro modo. Lila inventa una vida con la naturalidad de una niña que dice palabras sin conocer realmente su significado. Asume su imagen de Lolita, de chica fácil, de puta… No le parece grave, no se da cuenta. Sabe que no es puta, sabe muy bien quién es. De todos los hombres del barrio, sólo le interesa Chimo porque le parece diferente. Se lo dice claramente: “Me gusta tu mirada cuando te hablo”.
Físicamente, ¿cómo consiguió meterse en la piel de Lila?
– Lila tiene 16 años. La pregunta era saber si sería capaz de interpretar a una chica muy joven, hacer mía la frescura y la inocencia de la adolescencia. Físicamente se exageró el aspecto rubio y angelical de mi aspecto. Pero una vez que me metí en el camino del personaje, la voz, los movimientos, el comportamiento encajaron con bastante facilidad.
Cuando Lila habla de “eso” con crudeza, en realidad está hablando de amor.
– Claro, juega, experimenta sin segundos pensamientos. Detrás de estas frases chocantes, habla de amor. Tiende la mano a Chimo, lanza globos sonda, intenta saber qué piensa él de tantas provocaciones. Su lenguaje es doble y no hay que detenerse ante la mera fachada. Hay que mirarla a los ojos.
¿Qué escena le costó más?
– No fue una escena, sino una frase: “Joder, Chimo, ¿no ves que te quiero?” De pronto, Lila se muestra tal como es, se desnuda de verdad. Poco importa si antes ha enseñado el culo, si ha dicho cosas atrevidas. Ahora está desnuda y vulnerable.
¿Cómo la dirigía Ziad Doueiri?
– Soy muy instintiva, expreso lo que siento. En mi opinión, un actor es un vehículo, el director es el conductor. El vehículo puede ser más o menos sensible, pero el conductor debe llevarlo. Con Ziad no hacía falta hablar mucho, había una ósmosis absoluta. Estábamos de acuerdo a los pocos minutos de conocernos. Yo veía a Lila como una chica aérea, un poco inasequible. El resto vino solo.
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Lila dice me hace pensar en Brigitte Bardot en Y Dios creó a la mujer porque usted se le parece y porque la película daba un primer paso hacia la liberación de la mujer.
– Brigitte Bardot hizo evolucionar la mentalidad de la época, asumía su sensualidad y su libertad. Me parece que Lila es otra abanderada de la liberación femenina. De hecho, nunca tuve la sensación de haberme pasado, Lila es conmovedora y mantiene su integridad.
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