Las explosiones que anteriormente han sacudido Europa han sido originadas ya sea por grupos separatistas o de extrema izquierda que buscan la independencia de una determinada nación o un cambio de sociedad. En esos casos los autores buscan evitar muchas bajas civiles para no enajenar a una población que buscan ganar.
También se han dado bombazos de origen fascista o racista. Estos han apuntado a intimidar a una minoría étnica o sexual.
Lo peculiar del 11-M es que el blanco no ha sido una clase, una raza, una religión o una minoría sexual. El objetivo ha sido producir el máximo número de muertos (incluyendo ancianos y niños) de todas las extracciones sociales y credos.
A diferencia de los atentados de grupos locales de extrema izquierda o derecha los autores no han buscado ganar con su acción a un sector de la sociedad española. No han buscado generar una lucha de clases o etnias, sino que han considerado al conjunto de los españoles como su enemigo.
La proclama del grupo de la red Al Qaeda que se atribuye tal matanza deja claro que su ideal es cobrar diente por diente y ojo por ojo. Para ellos así como se matan a infantes chechenes o palestinos, los inocentes europeos también deben morir para que Europa sea castigada.
Los autores de la matanza de Madrid lo que buscan en provocar una reacción desmesurada. Ellos han crecido tras las ofensivas estadounidenses en Afganistán e Iraq. Para estos el clima de guerra entre Occidente y el Islam les conviene. Por una parte disminuye la democracia en el oeste, crea problemas sociales al desviar gastos que deberían estar destinados a salud y educación para financiar intervenciones, y genera una ola de islamofobia que empuja a muchos europeos y norteamericanos mahometanos hacia el radicalismo. Por otra parte acentúa los ataques contra palestinos, iraquíes, chechenos, cachemiros y afganos, y con ello, ellos pueden aparecer como los abanderados del Islam contra los cruzados.
Los autores de la carnicería no esperaron a que culminen las elecciones españolas. Prefirieron hacer su explosión tres días antes de éstas con lo cual ayudarán a generar más odio contra ellos y más votos para los halcones. El mismo método emplearon unos días antes de las elecciones parlamentarias rusas con lo que ayudaron a Putin a tener una amplia mayoría. Lo mismo podrían hacer en EEUU antes de los comicios de noviembre.
Es hora de analizar si la respuesta a tal matanza debe pasar por más intervenciones y medidas represivas. Estas no han dado más seguridad o paz a Europa y Norteamérica. Una alternativa a examinar consiste en tratar de quitar base social a estos movimientos. Por una parte se debe ver quienes crearon inicialmente a Al Qaeda y luego ver la manera de arrebatarle banderas.
Al Qaeda fue creada bajo patrocinio de la CIA. Bin Laden llegó a Afganistán representando a la nobleza saudita para fomentar atentados terroristas contra civiles rusos y afganos pro-soviéticos. Sus técnicas de matanzas contra civiles las tomó de esa escuela. Mientras no se investigue a dichas agencias y su rol en crear o alentar tal tipo de movimientos (que después terminan como Frankesteins), seguirán surgiendo y re-surgiendo nuevos monstruos.
Al Qaeda era originariamente un movimiento social conservador, tradicionalista y oscurantista. Sus reivindicaciones van contra los derechos de la mujer, la igualdad social y sexual, y la democracia. Lo que hoy le da base social es que canalizan un sentimiento dentro de mil millones de mahometanos contra la ocupación foránea de diversos países islámicos, el maltrato que reciben los mahometanos en occidente, la India y Palestina, y la forma en la cual los petro-monarcas árabes acumulan fortunas de billones de dólares mientras que amplias mayorías en el medio oriente se mantienen en la pobreza.
El método que ha tenido Bush para combatir a Bin Laden no ha hecho mas que hacerlo crecer y éste al potenciarse conduce a que se refuercen los halcones. Ambos extremos se necesitan.
La forma en la cual esa espiral de violencia pueda ser detenida y revertida es tratando de afrontar los problemas que generan el descontento dentro de la franja musulmana que recorre el viejo mundo de extremo a extremo. Ya se ha ensayado (sin frutos) los caminos de fomentar más invasiones o muros de separación étnica. Aún no se ha practicado otros caminos como el de permitir la autodeterminación de palestinos, chechenes, cachemiros e iraquíes, la salida de tropas extranjeras del medio oriente, o el alentar la democratización del Asia occidental.
Isaac Bigio
Analista Internacional