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Hace cuatro años los talibán casi erradicaron la producción de amapolas. Sin DEA, implementaron un programa que, aunque brutal, fue más efectivo en socavar el narcotráfico que todo lo hecho en Colombia, Perú o Bolivia.
En los Andes, Washington tiende a asociar con el terrorismo a los productores de coca, pero en Afganistán tumbaron al gobierno que combatía la producción de opio y llevaron a narcos al poder.
Aún no se halla a Bin Laden o algún laboratorio de gases venenosos, pero ahora se ha transformado a Afganistán en un gran laboratorio de una droga de destrucción masiva.
Isaac Bigio
Analista Internacional