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El poder del clero chiíta es tal, que puede moldear y vetar la Carta Magna e incluso puede acabar tomando el poder. Este gobierna el vecino Irán desde hace 25 años.
Para tratar de evitar el avance de la revolución teocrática chiíta, Occidente y Moscú armaron y financiaron a Saddam, quien invadió Irán. Ahora, esas mismas potencias se han aliado a los ayatolas iraquíes contra Hussein.
La guerra desatada contra el “terrorismo islamita” ha producido la caída de uno de los dictadores más seculares del Medio Oriente, mientras ha fortalecido al fundamentalismo sunnita (al transformar a Al Qaeda en un símbolo de resistencia panmusulmana) y está llevando al poder en Iraq al fundamentalismo chiíta.
Isaac Bigio
Analista Internacional