Sharon, después de expulsar a sus aliados ultra-derechistas acabó obligando a que su único aliado de peso que le quedaba (el centro secular Shinui) se salga del gabinete. Su movida es astuta y tiene como fin presentarle a su partido (Likud) un hecho consumado: o se coaliga con el laborismo o debe llamar a elecciones.
La derecha del Likud (Netanyahu) y la izquierda laborista (Barak) se oponen a un gobierno de unidad nacional, pero Sharon y Peres creen que es el momento para aprovechar la muerte de Arafat para viabilizar una retirada de zonas palestinas.
El reto se acentúa ante el anuncio de Barghouti de candidatear contra su partido Al Fatah. Sharon necesita mostrar una disposición conciliadora si quiera ayudar a que su favorito Abbas gane las presidenciales palestinas de enero.
Isaac Bigio
Analista Internacional