Hace 25 años cuando Carlos se casó con Diana millones salieron a las calles y entre un quinto y un sexto de la humanidad presenció dicha ceremonia mediante pantallas. Esta vez el futuro rey británico se desposa con la mujer que fue el amor de su vida, culminando unos 35 años de romances y aventuras pre-maritales. Sin embargo, la boda transcurre sin pompa.
Camila y Carlos han sido humillados por la reina Elizabeth II y la media. La madre de Carlos no ha querido asistir a la unión y su firma no quedará estampada en el registro matrimonial. Un gran escándalo se ha producido debido a que muchos parlamentarios han querido vetar la posibilidad que Camila tenga alguna vez el título de reina. Para calmar la oposición se ha acordado que ella detente el título de ‘condesa de Cornwell’ y no el de ‘Princesa de Gales’ que tuvo Diana.
Todos los tabloides se han mofado de la boda. Estos le han pedido a los novios que pidiesen perdón a sus anteriores parejas por haberles cometido ‘adulterio’. El ‘Sun’ envió un equipo de reporteros con una bomba ficticia hasta lo más profundo del palacio real de Windsor para burlarse de la seguridad. El ‘Mirror’ sacó en su tapa a la pareja como diablos con cuernos.
La boda, inicialmente proyectada para el viernes 8, tuvo que ser pospuesta para el día siguiente debido al entierro del papa. Carlos fue al Vaticano y la prensa ha sido muy duro con él por haberle estrechado la mano al presidente Mugabe de Zimbabwe. En el día que debió haberse casado Carlos se vio con otras figuras de la nobleza, como el rey de España, quienes sí tuvieron energías para asistir al sepelio papal pero no a su matrimonio.
Carlos no ha querido demorar mucho su boda. Abril es el inicio del año fiscal inglés y el último mes del actual gobierno pues el 5 de Mayo hay elecciones generales en las cuales es inevitable que Blair (quien mostró tolerancia y ‘comprensión’ por Carlos) pierda curules (aunque no el poder).
La boda fue fijada para el mismo día en que los británicos están pendientes de su principal carrera de caballos. El ‘Gran Nacional’ debió haber sido pospuesto unas horas para evitar que la gente (incluida la reina) prefiera ver en la TV a dicha competencia antes que al matrimonio real.
Sin la presencia de otros jefes de estado (incluyendo la de su propio país) se desposa la pareja que detentará la corona del que fuera el mayor imperio ultramarino de la historia.
Pese a la extrema impopularidad de Camila y la mala imagen que tienen los británicos de Carlos, él apunta a ser pronto el nuevo monarca ya que su madre cumple este mes 79 años de edad. Dicha figura no es totalmente decorativa.
Según las normas británicas el soberano no es el pueblo sino la corona. Este es quien jefatura las FFAA, disuelve el parlamento, convoca elecciones, y elige al primer ministro (algo que usualmente lo hace escogiendo al líder del partido que obtiene la mayoría de la cámara de los comunes). Mientras en EEUU el congreso es quien declara guerras, en Reino Unido es la corona y no el parlamento quien tiene esa atribución.
Carlos, a su vez, será el jefe de la iglesia anglicana con sus 70 millones de fieles en el ámbito mundial. Mientras muere el Papa del catolicismo, los anglicanos encumbran a una ‘divorciada’ y ‘adúltera’ como la esposa de su futuro líder espiritual.
Todo ello viene generando cuestionamientos. Para algunos monarquistas el trono debería pasar directamente al hijo mayor de Carlos y Diana. Para otros, Camila podrá consolidar a la monarquía al hacer que la prensa no se meta tanto en la intimidad de la realeza y que ésta se distancie del ‘show mediático’ tan propio de Diana.
Para los republicanos es hora de reforzar la campaña para que haya un jefe de estado electo. Tener un rey cuesta 15 millones de dólares al año, además que se deje de percibir impuestos a una de las mayores fortunas del planeta. La realeza, según ellos, no comparte la vida del común de la población, son un mal ejemplo moral y un símbolo de familia sin valores. Sin embargo, por ley no es posible que el parlamento contemple la supresión del reino.
Camila podrá acabar siendo co-jefa de Estado aunque ni el pueblo ni la actual reina lo quisiesen.
Isaac Bigio
Analista Internacional
