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Bush inicialmente veía a Putin como su gran aliado, que avanzaba el capitalismo en la ex potencia roja. Hoy, la relación es tensa. A la Casa Blanca no le agrada que el Kremlin haya atacado la guerra iraquí, que arme a Siria y que ayude a Irán a tener una planta nuclear, o que haya desmantelado a la petrolera privada Yukos y haya anulado la elección directa de gobernadores rusos.
Putin sabe que Bush ha impulsado la caída de aliados suyos en su entorno (Georgia y Ucrania), que ya no se hace de la vista gorda ante Chechenia y que está coqueteando con Kolyanov –el premier de Putin–, a quien Washington podría apoyar para que lo sustituya en las elecciones del 2008.
Isaac Bigio
Analista Internacional