Algo que llama la atención es la presencia del gobernante sudamericano más pro-Bush (como es Álvaro Uribe) junto a tres de los principales críticos iberoamericanos de Washington. Bogotá apoyó la guerra a Iraq y proponía ‘mano dura’ contra su guerrilla interna, mientras que las otras tres cancillerías se han opuesto a dicha invasión y piden una solución negociada en Colombia.
Chávez y Uribe representan los dos modelos más contrapuestos en su respectivo sub-continente. El primero es el único mandatario sudamericano que ha entrado en la lista de los ‘peligrosos’ de la Casa Blanca mientras que el segundo es el que más ayuda monetaria y militar recibe de Bush.
Los dos tienen necesidad de re-acercarse y evitar aislamientos. Uribe se ha convertido en el bastión de la derecha más pro-norteamericana en un subcontinente que ha venido eligiendo una serie de gobernantes ‘centro-izquierdizantes’. Sus políticas represivas no han logrado derrotar a la insurgencia y hoy él siente la necesidad de llegar a un compromiso con el ELN aunque también quisiera hacerlo con las FARC. Uribe necesita de sus dos vecinos occidentales quienes tienen regímenes que se reclaman ‘socialistas’ y dialogantes con la guerrilla colombiana para que le ayuden a desafilarla.
Chávez viene siendo ubicado por la Casa Blanca en la categoría de los gobiernos cuestionables junto al de Cuba y Haití. El ha dicho que Bush quiere tumbarlo y ha radicalizado sus políticas internas (con una reforma de agraria y de la prensa). Temiendo un cerco, él ha adquirido helicópteros y 100,000 fusiles rusos y ha buscado alianzas con ‘estados parias’ como Irán.
Al reunirse con otros mandatarios, incluyendo el mayor aliado de Bush en la región, Chávez quiere mostrar que él no es fácil de ser aislado. Ha querido contraponer su arco de aceptación a la gira de Rumsfeld por Sudamericana en la cual Brasil y Argentina le hicieron ver que debería respetar la soberanía y constitucionalidad venezolanas.
Zapatero les ha propuesto a Chávez y Uribe que trabajen como él lo hace con Chirac para hacer frente al ‘terrorismo’. El problema es que ambos han flirteado con sus respectivas oposiciones armadas.
En España los conservadores han cuestionado la venta de 12 aviones y 8 patrulleras a Venezuela así como el hecho que Zapatero le da tanta cobertura a Chávez mientras casi ni ha visto a Bush. Dichos vehículos, él retruca, no son ofensivos. La anterior gestión de Aznar quiso vender armas a Colombia. Chávez acusa de haberle orquestado un golpe contra él.
Tanto Zapatero como Lula conciben que hay que ir hacia una reforma multi-polar del ‘nuevo orden mundial’. Madrid quiere ser el nexo entre Europa y Latino América y crear una comunidad iberoamericana que le dé fuerza a escala global. España se va convirtiendo en la segunda potencia extranjera en sus excolonias tras EEUU, y Zapatero quiere aprovechar la ola de nuevos gobiernos ‘pro-soberanía’ para incrementar su influencia en dicha región a costa de su aliado norteamericano.
Tras su visita la Repsol incrementará su explotación petrolífera en Venezuela en un 60% y ha conseguido contratos que favorecen a su debilitada industria aeronáutica y astilleros. Es sintomático que él ya ha visitado América Latina 4 veces en su primer año mientras el anterior secretario de Estado de Bush la visito 4 veces en 4 años.
Brasilia apunta a una unión sudamericana y a ser el vocero de ésta con un sitial permanente en el consejo de seguridad. Lula quiere evitar una mayor polarización interna venezolana y defiende a Chávez a quien aconseja ‘moderarse’.
En dicha cumbre todos han sacado provecho de todos. España quiere demostrar que sigue siendo una potencia de primer orden y cuya influencia crece en sus exdependencias. Uribe busca congraciarse con una región que marcha en dirección opuesta y trata de coordinar para minar la insurgencia. Chávez quiere evitar el aislamiento, santificar la compra de armas y proyectarse como un líder del nuevo ‘multi-polarismo’. Lula intenta convertirse en el campeón del bloque sudamericano y en un jerarca de escala mundial que busca sacar a su subcontinente de un eterno seguidismo a Washington para proyectar una mayor capacidad de mediar entre distintas potencias.
Isaac Bigio
Analista Internacional