Marzo se inició como un mes caliente en el cual los sindicatos y la ciudad del Alto (la cuarta del país) iniciaron marchas y bloqueos de rutas demandando la expropiación de Aguas del Illimani (una empresa privada francesa dueña del agua potable de La Paz y El Alto) y el que las transnacionales que exploten los hidrocarburos bolivianos (el principal recurso del país) abonasen un 50% de regalías.
En la víspera del lunes 7, cuando los sindicatos campesinos decretaron el bloqueo a escala nacional, él presentó su renuncia a consideración. Dos días después, el Martes 8, decidió retirarla cuando el parlamento y los principales partidos tradicionales decidieron suscribir un pacto. Una semana más tarde, el Martes 15, volvió a decir que se iba pero en 5 meses cuando convocaría a elecciones parlamentarias, constituyentes y presidenciales. Tras que el parlamento aprobó una ley de hidrocarburos (híbrida que combina las propuestas de la derecha y la izquierda) y que éste rechazó como inconstitucional la propuesta de adelantar los comicios, Mesa decidió asegurar que se quedaría en el sillón presidencial.
Estas constantes oscilaciones pueden dar la impresión que él demostraba inseguridad o inmadurez. En el fondo es el reflejo de la propia situación boliviana.
Mesa llegó a la presidencia por accidente. El 6 de Agosto del 2002 él arribó a la vicepresidencia tras Gonzalo Sánchez de Lozada, quien había conseguido menos del cuarto de los votos válidos (alrededor de la octava parte de los inscritos) pero quien recibió la presidencia debido a que el resto de partidos de centro y de derecha le prefirieron a él antes que al sindicalista cocalero Evo Morales.
Sánchez fue el hombre quien en Septiembre 1985 creó el nuevo modelo económico monetarista boliviano siguiendo la escuela de Chicago. Con él se inició la congelación salarial, el despido de la mayoría de los mineros y fabriles y la privatización de las empresas estatales (que llegaron a representar el 70% de la economía).
En Octubre 2003 una rebelión popular fue sofocada por Sánchez. Tras la muerte de más de 60 personas su gobierno se desplomó y él renunció dejándole la batuta a su segundo. Mesa, quien había llegado tan alto acompañando al arquitecto del neo-liberalismo boliviano, debía estabilizar al país buscando concertar con Morales, quien se proclamaba el archi-enemigo de dicho modelo.
Durante 17 meses la alianza entre Mesa y Morales logró disuadir más de 800 conflictos. El primero se valía del segundo para contener la protesta social. El segundo conseguía algunas concesiones así como la posibilidad de mantener a un gobierne que evolucione al país para que en el 2007 acabe él en la presidencia habiendo mostrado a los inversionistas que él podría estabilizar Bolivia siguiendo el camino de Lula, Lagos o Tabaré.
Dicha alianza se resquebrajó debido a presiones de ambos extremos. El empresariado de Santa Cruz exige orden y garantías y utiliza la protesta popular autonomista como mecanismo de presión. Las multinacionales petroleras pugnan por mejores condiciones para invertir.
De otro lado, Morales estaba perdiendo peso en los sindicatos a favor de corrientes más radicales que llamaban a romper con mesa y exigen la nacionalización del agua potable de La Paz y del gas.
Ante el conflicto social Mesa tuvo dos alternativas. La primera era reconstruir la llamada ‘megacoalición’ de la centro-derecha para imponer sus planes decretando estados de sitios (tal como lo hicieron todos sus predecesores en las últimas dos décadas: MNR, MIR, ADN, UCS y NFR). El riesgo de tal política es que Mesa perdería mucha de su popularidad (él se jacta que tiene el aval de 2 de cada 3 bolivianos), debería sentarse en las bayonetas y caer prisioneros de los partidos tradicionales que él cuestiona. Esto, a su vez, podría conseguir echar leña a la hoguera y acabar produciendo una reacción popular como la que depuso a su antecesor.
La segunda salida era buscar que los bloqueos se suspendieran sin echar bala utilizando una serie de maniobras y chantajes. Al amenazar con retirarse puso al Movimiento Al Socialismo (MAS) en una difícil situación. Algunos de sus antiguos parlamentarios habían defeccionado hacia el ‘Bloque Patriótico’ (oficialismo) bajo el argumento que la izquierda muchas veces ha tumbado gobiernos ‘progresivos’ para acabar haciendo que estos sean remplazados por más ‘retrógrados’. El MAS creía que si caía Mesa quien lo remplazase iba a ser alguien peor. Morales llegó a decir que si el presidente del senado llegaba a la presidencia no duraría ni 24 horas pues los sindicatos le acusan de ‘narco’ y de haber apoyado la represión de Sánchez. Morales calculaba que si iban a elecciones prematuras no las ganarían pues habrían enajenado a clases medias y empresarios ‘progresistas’ que buscaban ganar.
De otro lado, ninguno de los partidos de la centro-derecha se sienten fuertes. Todos ellos están en crisis y sin una figura carismática presidenciable. Nuevas elecciones no les darían más votos y quienes pudiesen remplazar a Mesa (los presidente del Senado o Diputados) no son populares ni tendrían una coalición estable.
La derecha acusa a Morales de revolucionario pero él es sobre todo un evolucionista quien no quiere un levantamiento sino mantener el orden jurídico. Por eso es que él no ha querido elecciones anticipadas ni tampoco desencadenar un estallido social. No quiso aprovechar el vacío para lanzar una ‘toma del poder a lo Lenin’.
Morales ha querido mantener a Mesa como la mejor forma de hacer que haya un presidente que acepte algunas de sus demandas y le prepare el terreno para ser él el nuevo presidente. La centro-derecha igualmente le prefiere a él antes que a Morales o al caos. Las FFAA no pueden dar un golpe debido a su descrédito y la coyuntura internacional.
Gracias al temor de su salida es que Mesa ha logrado disuadir los bloqueos. El seguirá siendo el presidente que gobierna sin partidos y el apoyo de los otros poderes pero cuya base es su popularidad y el estar constantemente de equilibrista entre presiones de uno u otro lado. Este escenario podría cambiar.
Mesa ha repetido varias de las tácticas de Siles Suazo (presidente en 1956-60 y 1982-85). Siles usó una huelga de hambre contra los sindicatos para desbaratar olas de huelgas y luego tratar de partir a la Central Obrera Boliviana.
Los sindicatos sostienen haberle dado a Mesa un cuarto intermedio, pero también el presidente podría acabar cambiando sus tácticas para fortalecerse y ver el momento más oportuno para lanzar una contraofensiva contra un movimiento sindical acostumbrado a hacer bloqueos y huelgas radicales.
Isaac Bigio
Analista Internacional