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“Tres platos tres”, a cual más sofisticado, para cada degustación de sus “Marimar Estate Chardonnay 2001”, “Marimar Estate Chardonnay Dobles Lias 2002”, “Marimar Estate Pinot Noir 2001” y «Marimar Estate Pinot Noir Cristina 2002”; con el fin de aplicar posteriormente la democracia y votar cual de ellos había parecido más apropiado a cada elixir según los comensales, encabezados por el Cónsul general de EE.UU en Barcelona, Juan Alsace.
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Arriesgado y divertido juego que Marimar dirigió personalmente micrófono en mano como si de la “mismísima esposa del senador” en plena campaña se tratara y que permitió a los paladares y sentidos mantenerse en guardia durante cuatro horas. Encantadora, carismática, vital y emprendedora, esta triunfadora de alma catalana y maneras de ultramar tuvo tiempo todavía de contarnos su aventura americana, un periplo que no hace más que intensificar la leyenda de pasión de la Familia Torres por su tierra y sus vinos.
¿Qué elementos deben confabularse para que un miembro de la familia Torres decida irse a Estados Unidos?
La respuesta es más simple de lo que puede imaginarse. Yo me fui a vivir a Estados Unidos en 1975 porque me casé con un americano. El vivía en San Francisco y estuvimos casados cuatro años. Más tarde nos divorciamos y mi familia esperaba que volviera a vivir a España. La verdad es que era una tentación, pero al final acepté el reto de desarrollar mi propia personalidad allí y me quedé en California.
Pero ud no pudo resistirse a sus orígenes y creó un viñedo. ¿Cierto?
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Desde el primer día que llegué a California pensé que la vida en un viñedo podría ser idílica, pero se quedó en un sueño y nada más. Más tarde y poco a poco fui perfilando la idea de que sería bueno para la familia tener un viñedo en California. Comencé a hablar con mi padre y al final lo convencí de que debíamos comprar un terreno. Comencé a plantar la viña en el ´86. Chardonnay, porque la zona donde estamos, -cerca del Océano Pacífico-, es una zona muy fría e ideal para el Chardonnay y el Pinot Noir. En el ´92 construimos la bodega. El viñedo de llamó Don Miguel, en honor a mi padre, y ahora tenemos otro viñedo, que es una maravilla, y le hemos puesto el nombre de mi madre, Doña Margarita.
¿Cómo la acogió la sociedad vinícola americana?
América es el país de las oportunidades, de las fronteras abiertas y allí más que aquí la persona que rompe el molde es muy bien acogida. Les encanta la iniciativa. Aquí somos más tradicionales. En América la tradición no pesa sobre las acciones. Ellos sólo tienen 200 años de historia. Además América siempre ha estado fascinada por la vieja Europa. Mi familia ha estado cultivando la viña desde el s. XVII y eso allá les fascina. La Casa Torres se fundó en 1870, hace cuatro generaciones, y los norteamericanos se quedan boquiabiertos cuando saben esto. No solamente exportas tradición, sino que ellos la encajan y la admiran.
Tras crear su primer viñedo ud decide comenzar a escribir libros de recetas españolas para editarlos allá, y no contenta con eso construye una Masía en lo alto de una colina. ¿Qué le empujó a hacer esto?
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Realmente cuando te encuentras fuera de tu país de origen te sientes más patriota. En mi primer libro publicado en el ´86, tras diez años de vivir allá, hice un esfuerzo por llevar el desarrollo de la cocina española al corazón de América. Se convirtió en una misión. Me llevó dos años enteros hacerlo y no fue nada fácil. Además de la cocina tuve que llevar los vinos de todas las regiones vinícolas de España. Para mí se trataba de un tributo que yo le debía a mi país. Me sentía muy orgullosa de mis raíces, de mi familia… Barcelona y Cataluña están muy de moda en EE.UU, pero en 1992, con el tema de las Olimpiadas, fue un auténtico “boom”. Cuando cree la Masía a mis amigos les encantaba que les explicara la historia y las características de esta vivienda típica catalana. Les sorprendía su color de mostaza, el techo de ladrillo, las paredes de piedra… todo.
¿Le ayudaron en cierta manera sus libros a promocionar sus vinos?
Cuando yo fui a vivir a Estados Unidos el mercado de nuestros vinos allá era muy pequeñito. Vendíamos 15.000 cajas, que no es nada. Me llevó diez años multiplicar por diez las ventas. Llegamos a las 250.000 cajas y después de esto me pregunté cual sería mi próximo reto. Entonces pensé que la cocina siempre me había gustado mucho y Estados Unidos me dio una oportunidad para practicar la cocina; algo que en España nunca había hecho. Yo me había casado con un crítico de restaurantes y de vinos. Evidentemente nuestro entorno social estaba compuesto por gente que apreciaba la comida. Comencé a escribir recetas para ayudarme a promocionar los vinos. El segundo libro salió en 1992. Antes que la bodega. Ahora ya no tengo tiempo de escribir. Es cosa del pasado, aunque siempre me queda la satisfacción de haberlo hecho.
El prólogo de su segundo libro lo hizo Manuel Vázquez Montalbán, gran escritor y excelente gourmet. ¿Cómo lo convenció?
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No recuerdo muy bien cómo lo convencí para que hiciera el prólogo. Fue a través de amigos, creo. De lo que sí me acuerdo es de que quedamos para comer y tomamos una paella de marisco cuya receta estaba en mi libro. Me encantó, porque era una persona fascinante. Tenía unas ideas clarísimas. Podías o no estar de acuerdo con él, pero tenías que admirarlo porque era una persona muy persuasiva. Aquel día lo pasamos muy bien. Posteriormente le pedí que hiciera el prólogo y aceptó. Así de sencillo.
Seguro que le encantó su receta de paella. ¿Y a los americanos?. ¿Les gusta la paella?
Les encantan mis recetas. Los americanos se mueren por la paella, un plato que nosotros encontramos tan normal. Lo encuentran muy sofisticado. Hace exactamente seis días hice una paella para sesenta personas en la bodega ayudada por mi cocinera, una profesional de alto nivel a la cual la he enseñado yo, y por una ayudante que es guatemalteca. Salió como si la hubiéramos hecho aquí. Se interesan por cómo se hace, por sus ingredientes… son increíbles. La cocina española en América es muy valorada.
Volvamos a sus viñedos porque ud ha sacrificado la cantidad en pro de la calidad de sus vinos; y nos consta que esto es rigurosamente cierto. ¿Cual es el proceso de producción de sus vinos?
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Lo más importante es esto. Hace tres años que tomé la decisión definitiva aunque debemos remontarnos seis años antes, cuando comencé a cultivar el primer viñedo orgánico, más ecológico. Empecé con una parcela y seguí con dos, con tres y con cuatro… y al final, hace tres años, decidí que todo el viñedo fuera orgánico. Hoy en día no utilizamos ningún fertilizante sintético, ningún pesticida y ningún producto que no sea orgánico. Utilizamos un cultivo de cobertura que aumenta la materia orgánica de la tierra, además de otros procesos. Es como criar un niño y darle de entrada el pecho, después comida sana, etc. El niño así crea resistencia a los virus y lo mismo ocurre con las viñas. Hay que cuidar del suelo y del universo que lo rodea. Hemos construido un establo con caballos. En el nuevo viñedo Doña Margarita utilizamos el heno, los restos de la prensa de la uva y, nuestro propio compuesto para abonar la tierra, por lo cual establecemos un equilibrio ecológico en la viña. Además hemos conseguido crear un hábitat de cobertura para atraer a los predadores y plantado tréboles para establecer una competencia con las malas hierbas. Todo esto ya ha empezado a dar sus frutos y el equilibrio ya es perfecto. Evidentemente este proceso al principio es económicamente más costoso, pero preferimos la calidad a la cantidad.
Todo un proyecto a largo plazo…
En nuestro viñedo todo es a largo plazo. Es para el día de mañana. No para mañana. Yo estaría orgullosa de que mi hija o mi sobrino siguieran mis pasos. Deseo dejar un legado de la misma manera que lo hizo mi antepasado hace cuatro generaciones en España.
Podría parecer que el vinícola es un mundo para hombres, y sin embargo, hay muchas matriarcas de las viñas…
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Tradicionalmente es una labor masculina porque hacía falta fuerza para mover barricas y los trabajos en las viñas son muy duros, pero hoy en día esto ha pasado un poco a la historia. Hay sistemas que facilitan mucho este trabajo manual. Creo que la mujer tiene una especial sensibilidad para producir vinos. Son más suaves, más amables, con taninos menos austeros… No sé por qué, pero es simplemente es así.
Parece que existe cierta tendencia entre las grandes familias europeas del vino a probar suerte en Latinoamérica. ¿Tiene previsto adquirir terreno allí?
Nosotros, la familia Torres, tenemos un viñedo y una bodega en Chile que hoy en día esta produciendo 250.000 cajas, que no esta nada mal. Mi viñedo de California es pequeño y continuará siendo pequeño. A mí lo que me gusta es estar involucrada en todos los procesos de la producción y hacer un vino de calidad. Producimos un máximo de 15.000 cajas. Como le he dicho anteriormente, la expansión no la baso en la cantidad sino en la calidad. Realmente vamos mejorando a pasos de gigante con estas técnicas ecológicas. Los vinos que hemos probado hoy son excepcionales y yo disfruto cuando algo me sale tan bien. Vamos a establecer vinos cada vez de mayor categoría.
¿Saben degustar un buen vino los americanos?¿Cual es su ‘target’?
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Le sorprendería saber la cantidad de americanos que conocen los buenos vinos. El americano que le interesa algo es como una esponja. No existe ese prototipo de persona que conocemos aquí que cree saberlo todo. Esto es lo que hace de EE.UU un país muy jugoso. A pesar de parecer un país arrogante se esfuerzan mucho por aprender. En lo que respecta a la gastronomía y a los vinos mucho más. Nuestro target es muy diminuto. El porcentaje de personas que consume nuestros vinos es muy pequeño pero se trata de una persona muy entendida, con nivel cultural alto y no necesariamente con mucho dinero pero sibarita y con gusto para la calidad.
¿Son los grandes chef´s y los buenos restaurantes buenos promotores de los vinos o se preocupan sólo de la gastronomía?
Un buen restaurador es un vehículo ideal y esencial para la promoción del vino. Santi Santamaría, por ejemplo, que es una persona que cuando cocina piensa en el vino. Tener el apoyo de un restaurador de categoría es sensacional. Nosotros incluso estamos promocionando mucho el vino a copas en los restaurantes. En Estados Unidos es muy habitual y se pagan unos precios altísimos por una copa de vino . Puede costar unos 15 dólares en un buen restaurante. La gente lo paga. Además existen foros de maridaje entre cocina y vinos muy interesantes, y cada vez más esto ayuda a todos. Los buenos restaurantes hacen una labor sensacional. Las ventas de vino español están aumentando mucho en Estados Unidos aprovechando estas sinergias.
Ha conseguido su sueño… ¿Y ahora cual es su próximo reto?. Y por cierto, ¿cómo solventa la familia Torres la rivalidad entre sus vinos californianos y españoles?
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Tengo una hija de 16 años maravillosa, Cristina, que por cierto ha dado nombre a uno de mis vinos, que es una niña totalmente americana, pero que le encanta venir a España. Ahora sólo me queda consolidar todo lo que he conseguido construir. El establo, el viñedo Doña Margarita, que ha costado mucho establecerlo; todo esto es una labor de muchos años. Lo solventamos con mucha diplomacia. Hoy, por ejemplo, teníamos un Consejo de Administración y hemos tomado el nuevo vino de California. A mí lo que me interesaba es conocer la opinión de mi familia. Yo, por mi parte, he probado un nuevo vino del Priorato que aún no ha salido al mercado. Nos criticamos de una manera constructiva, porque tenemos paladares diferentes.
Gema Castellano
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