A falta de "pan bueno es circo" y la victoria brasilera ayudó a apaciguar los ánimos en Brasil. El país latino más grande y poblado muestra que si bien no es un poderío económico o social, al menos es la primera potencia futbolística.
Tanto Brasil como el anfitrión del anterior mundial (Japón) y del actual (Alemania) quieren ser uno de los 4 nuevos miembros permanents del Consejo de Seguidad de la ONU. Una buen perfomance en el Mundial es algo que les ayuda a mejorar su imagen y sus chances de lograr ello.
Curiosamente, la instancia semifinal de la Copa del Mundo 2002 mezcló por primera vez, en materia religiosa, a un país Budista (Corea) con uno Musulmán (Turquía), pero nuevamente países de creencias cristianas estuvieron presente en la final, como hasta el momento siempre ha ocurrido.
El hecho que Corea del Sur haya sido el co-anfitrión en el Mundial del 2002 le sirvió para mejorar su imagen internacional y proyectar sus inversiones. Varias de sus multinacionales, como Samsung o Hyunday, están prácticamente en todo el planeta. El espectáculo deportivo también le sirvió al régimen surcoreano -cuestionado por sus constantes movilizaciones y su represión interna- para consolidarse y ayudar a aislar a Corea del Norte. Esta última es uno de los pocos estados donde una economía planificada es administrada por un partido único. Hasta el Mundial del 2002 los norcoreanos fueron el único equipo asiático en llegar a octavos de final (1966) pero últimamemente ni si quiera ha podido entrar a la primera fase eliminatoria por las presiones políticas.
Recordemos que para George W. Bush, Corea del Norte, Irán e Irak son el "eje del mal". El mismo día que Corea del sur se enfrentaba a Turquía por el tercer puesto, marinos de ese país se enfrentaban militarmente con sus adversarios nor-coreanos. Dicha batalla naval en medio de la ‘fiesta deportiva’ evidenciaba que detrás de ésta hay presiones e intereses políticos.
Isaac Bigio
Analista Internacional