Han pasado 90 años y el legado ha transitado por muchas dependencias, ha sido usufructuado debida e indebidamente por muchas instituciones y personas, ha sido expropiado por franjas y ha permanecido en el abandono por muchas décadas. No obstante, los imponentes acantilados han logrado el estatus de área protegida, son un santuario de la naturaleza que hoy día lucha contra los botaderos clandestinos, la caza ilegal y los incendios.
En el 2006, de las 1500 hectáreas históricas, sólo queda la mitad. Pedro Serrano, profesor del Departamento de Arquitectura de la USM explica que “es un territorio inmenso, espantosamente tratado. Fue la frontera de la leña y los incendios de Valparaíso por casi un siglo. Fonasa, el Fondo Nacional de Salud, donde finalmente quedó administrativamente esta inquietud testamentaria, está tratando que se cumpla la voluntad de Federico Santa María. Mientras, en el borde del supuesto parque, miran con atención los agentes de la expansión inmobiliaria; los post modernos, que piensan que el territorio está para ser consumido por el mercado; los ocupantes y los leñadores ilegales”.
“Difícil tarea es hoy en día cumplir con el legado de Federico Santa María, pero Fonasa no está solo, una mesa con actores de distintas instituciones y servicios intenta llevar adelante el sueño de un parque arbolado para Valparaíso. Entre estos actores la carrera de Arquitectura de la Universidad Federico Santa María ha asumido la tarea de ayudar a cumplir el testamento de su propio fundador, desde lo que mejor sabe hacer: La Arquitectura. Una arquitectura sustentable acorde con la gestión ambiental necesaria para el parque”, añade.
En este marco, el taller avanzado de 4º y 5º año de Arquitectura, a cargo de los profesores Nina Hormazábal, Pedro Serrano y Fernando Hammersley, está desarrollando propuestas iniciales para el parque, partiendo de una visualización completa del gran parque futuro, siguiendo con procesos para entender los significados profundos, en un acercamiento casi táctil al territorio.
En este proceso, los estudiantes han sido acompañados por charlas de profesores, arquitectos y distintos profesionales como Rodrigo Villaseñor y Patricio Novoa en el tema botánico; Javiera Meza, de CONAF; Antonio Ugalde, de Fonasa; Alejandro Pizarro, del Club de Montaña; Luis Alvarez, en geografía; y la compañía en terreno de Ramón Rojas como guía local. La idea es operar con un contundente apoyo de conceptos y conocimientos sobre el parque aportados por otras miradas profesionales.
Expedición de significados, pasos y miradores
La primera tarea del taller ha sido ir, recorrer y permanecer en el territorio. Esta primera expedición académica en el lugar, con estudiantes avanzados, ha dejado instalados pequeños pasos y puentes, cuya intensión es hacer aparecer levemente el pensamiento arquitectónico en el parque. “Dos semanas de trabajo, entre planificación, estadía y construcción, han acercado a los estudiantes a la naturaleza del parque, con vistas a desarrollar sus proyectos futuros. Esos proyectos deberán responder a las condiciones ambientales, al acceso universal de discapacitados, a la bioclimática del usuario y el territorio y ser responsables ambientalmente de su energía, construcción, su uso y reconstrucción”, explica el académico.
“Un “paso” en este taller es una manera leve de intervenir y conectar al usuario futuro con secciones del territorio, reconocidas estas en la flora, las vistas, los tactos, los sonidos y la topografía de los lugares elegidos”, puntualiza Serrano.
Claudio Domínguez I.