Berlín fue la sede de las Olimpiadas de 1972 y del Mundial de 1974. Entonces la República Federal Alemana solo abarcaba a un tercio de lo que fue la Alemania de 1936, y tampoco tenía armas ni un gran ejército y su poderío se reducía al aspecto económico.
En el 2006 Berlín es nuevamente la capital de otra Alemania: no tan grande como en 1936 ni tan chica como en 1972-74. No es la super-potencia militar de Hitler ni la potencia mediana que andaba tras el paraguas de EEUU en los setentas. Es hoy, la principal potencia europea y la promotora del euro, la única moneda multi-nacional que hay y que ha empezado a disputar la hegemonía total que el dólar ha tenido desde 1945.
Alemania no ganó el mundial que esperaba conquistar en su propio suelo. Fue eliminada 2 a 0 por Italia, quien mostró un mejor equipo. Sin embargo, Alemania puede sentir la satisfacción de ver que por primera vez los cuatro finalistas comparten la misma moneda (el euro), la cual los germanos fueron sus principales promotores.
Si en las olimpiadas el dólar y el rublo se disputaban la mayoría de las medallas, en este Mundial el euro ha dominado todas las transacciones y también a los 4 finalistas. La copa mundial de la FIFA se convirtió en la copa de los euros de la ‘PIFA’ (Portugal, Italia, Francia y Alemania).
Portugal celebra el haber llegado por segunda vez a una semi-final. Me tocó ver el mundial en medio del mayor barrio portugués fuera de Portugal (Vauxhall). En una ocasión nos la pasamos viendo jugar a los lusitanos en el Café Portugal junto al embajador peruano Luis Solari Tudela, gran hincha de los rojiverdes, y otros miembros del cuerpo diplomático peruano con quienes compartíamos una natural atracción por el finalista con la lengua más similar a la nuestra.
Francia no logró la copa aunque quizás tuvo el major equipo. Su elenco es muchas veces impredescible. En 1998 ganó con muchas clasificaciones hechas con penales. En el 2002 fue eliminada sin entrar a octavos de final. En el 2006 sólo gano un partido en su grupo (quedando casi desclasificada).
Tanto Italia como Francia son países divididos. La primera acaba de tener las elecciones más polarizadas de su historia. El magnate deportivo Silvio Berlusconi (cuyo partido lleva el lema furbolístico: Forza Italia) perdió por el 0.1% contra la alianza democristiana-socialdemócrata-comunista (se imaginan un gobierno entre los partidarios de Lourdes Flores, Alan García y Gustavo Gorriti?). El triunfo italiano buscará ser utilizado por el gobierno para querer amenguar una marcada division nacional entre centroizquierda y centroderecha.
Francia, en cambio, está escindida en torno al tema racial. Este país venía de ser embestida por una ola de protestas y violencia callejera animada por la juventud de los barrios pobres (especialmente de las zonas llenas de inmigrantes). Mientras Francia tiene a la mayor extrema derecha europea (la misma que pide echar a los inmigrantes), su selección tiene más negros que la de Brazil.
Africa puede que nunca haya llegado a una final, pero el grueso de los jugadores franceses es étnicamente africano. Si Zidane hubiese logrado un triunfo para su país hubiese ayudado mucho a la integración de los ‘bleu’ (los 3 a 4 millones de habitantes de Francia quienes provienen del Norte Africano), quienes no cuentan con un solo parlamentario, aunque si con el capitán de la selección gala.
Isaac Bigio – Analista Internacional