Los checos ganaron sus dos partidos de repechaje a los noruegos. Si durante la edad media los vikingos solían incursionar en las aldeas eslavas para saquearlas, ahora los eslavos checos golearon a la Noruega desde donde partiera hacia un milenio Eric el Rojo hacia las Américas.
Los checos son un coche que va a cien por hora. Su equipo fue posiblemente el mejor en la eurocopa pasada. Su nación tiene gran pasado futbolístico.
En 1934 Checoeslovaquia era uno de los dos grandes titanes del balompié planetario. Ocho minutos antes que acabase el Mundial, esta selección venía ganando 1-0 a los locales italianos tras haber vencido en todos sus partidos. Sin embargo, la escuadra italiana volteó el cotejo y ganó 2 a 1.
La batalla entre ambas naciones no solo era entre los mejores equipos que hayan tenido la Europa latina y la eslava, sino entre dos sistemas que entonces afilaban cuchillos: el fascismo de Mussolini y la democracia representativa de Praga. Si en el mundial de 1934 ganaron los fascistas, en 1938, apenas acabó el III Mundial, Checoeslovaquia fue siendo desmembrada por los nazis.
Esta era una cuña metida en el medio del III Reich germano. Para ir de Viena (capital de la Austria natal de Hitler) a Berlín (capital de la Gran Alemania hitleriana) había que pasar por territorio checo. Los nazis inicialmente se anexaron las fronteras checas pobladas por germanos hasta acabar entrando en Praga y acabar anexándose las tierras checas para crear en Eslovaquia una republiqueta fascista títere.
Cuando en 1945 los soviéticos capturan el este europeo se anexan el este eslovaco mientras reconstruyen Checoeslovaquia como una “democracia popular” afín. Allí actuaba el mayor Partido Comunista de Europa oriental, el mismo que acabaría imponiendo uno de los regímenes más duros del bloque pro-Moscú.
En 1968 es el centro de un levantamiento que trata de democratizar al “socialismo”, el mismo que acaba siendo invadido por tanques soviéticos. En 1989 Praga se convierte en la capital de otro levantamiento, esta vez pro-capitalista.
Tras la “revolución del terciopelo” las tierras checas se tornan hacia el liberalismo de occidente mientras que Eslovaquia quiere conservar su amplia industria pesada estatizada. Ese choque de estrategias económicas acentúa previas diferencias histórico-culturales.
El autor conoció ambos países a inicios de los noventas. Recuerdo que Praga estaba llena de banderas y símbolos norteamericanos mientras que Bratislava tenía reducida presencia occidental y una fuerte presencia del Estado en grandes unidades vecinales y transporte público masivo. Mientras los checos abrían las puertas al turismo, me acuerdo que al cruzar la frontera eslovaca fui revisado por más de ocho horas. Era el primer peruano que seguramente esos guardias fronterizos habían visto y pensaban que éramos una república cocalera.
La resistencia eslovaca a abrir su mercado interno colocó a este país (junto a Serbia y Bielorrusia) en la lista negra de EEUU para Europa oriental. Mientras en Serbia Washington logró derrumbar violentamente a su presidente Milosevic y en Bielorrusia aún no pueden tumbar o reorientar a Lukachenko, en Eslovaquia lograron presionar para que dicho Estado se vaya reorientando gradualmente hacia un capitalismo más abierto y privatizado.
Isaac Bigio
Analista Internacional