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Pinochet, al igual que Stroessner, no ha sido enterrado con honores de jefes de Estado y en Paraguay y Chile miles han festejado sus muertes.
A diferencia de ellos, Castro es al menos una década más joven, sigue en el poder (el cual le permite que su salud pueda ser mejor cuidada y su mal ser un secreto de Estado), se mantiene popular y, en caso de morir, recibirá todos los honores y multitudes en su sepelio.
Mientras quienes remplazaron a Pinochet y Stroessner democratizaron el sistema económico que éstos dejaron, en Cuba es imposible que el sucesor de Castro pueda continuar su modelo económico con la apertura de una democracia representativa.
Isaac Bigio ( Analista Internacional )