Hemos presenciado durante el año 2006 cambios positivos y negativos en la República Popular China. Por un lado, la posición intransigente se intensificó mediante una campaña de difamación en contra nuestra y, lo más inquietante, hubo mayores restricciones políticas y represión en Tíbet. Por otra parte, en la misma China, hemos observado algunos avances en la libertad de expresión.
Existe, especialmente entre los intelectuales chinos, un creciente sentimiento de que solo el desarrollo material no es suficiente, y que es necesario crear una sociedad más significativa, basada en valores espirituales. Están ganando terreno las opiniones respecto a que el actual sistema no es adecuado para crear dicha sociedad. Como resultado, está creciendo también la creencia en la religión, en general, y el interés en el Budismo y la cultura de Tíbet, en particular. Además, hay muchos que expresan su deseo de que yo haga un peregrinaje a China y ofrezca enseñanzas allí.
Es loable el permanente llamado del Presidente Hu Jintao hacia una sociedad en armonía. La base para que esta sociedad se realice está en fomentar la confianza entre las personas, lo que puede darse cuando existen libertad de expresión, verdad, justicia e igualdad. Por ello resulta importante que los oficiales de todos los niveles no sólo presten atención, sino que implementen estos principios.
Con respecto a nuestras relaciones con China, desde 1974 más o menos, conscientes de la inevitable oportunidad de dialogar algún día, hemos hecho preparativos a fin de lograr una autonomía genuina y unificada para todos los tibetanos, tal como lo asegura la constitución china.
En 1979, el principal líder de China, Deng Xiaoping, expresó que aparte de la independencia, cualquier otro tema relacionado con Tíbet podría resolverse mediante negociaciones. Ya que esto concordaba con nuestro pensamiento, adoptamos la política mutuamente beneficiosa de la Vía del Medio. Desde entonces, durante veinte años hemos seguido sincera y coherentemente esta política, la que fue formulada como resultado de un detallado proceso de discusión y análisis, basándonos en amplios objetivos que apuntan hacia intereses inmediatos y a largo plazo tanto de tibetanos y como de chinos: la coexistencia pacífica en Asia y la protección del medioambiente. Esta política ha sido aprobada y apoyada por muchos tibetanos pragmáticos dentro y fuera de Tíbet y por muchos países.
La principal motivación de mi propuesta -de obtener verdadera autonomía regional nacional para todos los tibetanos- es lograr igualdad y unidad significativas entre los tibetanos y los chinos, eliminando el chovinismo Han y el nacionalismo local. Esto contribuirá a la estabilidad del país mediante ayuda, confianza y amistad mutuas entre ambas nacionalidades, y a la manutención de nuestra rica cultura e idioma en base a un equilibrio adecuado entre el desarrollo espiritual y material para el beneficio de toda la humanidad.
Es verdad que la constitución china garantiza autonomía regional nacional a las nacionalidades minoritarias. El problema es que no está completamente implementada, y por ello falla en el cumplimiento de su cometido expreso de preservar y proteger la identidad, cultura e idioma distintivos de las nacionalidades minoritarias. Lo que sucede es que grandes poblaciones de las nacionalidades predominantes se han esparcido por estas regiones minoritarias. Por ende, las minorías, en vez de ser capaces de preservar su propia identidad, cultura e idioma, no pueden más que depender en su vida cotidiana del idioma y costumbre de la nacionalidad mayoritaria. Por consiguiente, existe el peligro de que los idiomas y las ricas tradiciones de las minorías se extingan gradualmente.
No hay nada de malo en el desarrollo de la infraestructura, como el caso del ferrocarril. Sin embargo, es fuente de profunda preocupación el que desde que el tren comenzara a operar, Tíbet haya presenciado un aumento en la transferencia de población china, el deterioro de su medioambiente, el mal uso y la contaminación de su agua, y la explotación de sus recursos naturales, causando gran devastación en la tierra y a aquellos que la habitan.
Pese a que entre la población minoritaria ha habido ciertos miembros del partido comunista educados y capaces, resulta desafortunado que muy pocos hayan logrado cargos de liderazgo a nivel nacional; algunos incluso han sido calificados de separatistas.
Para otorgar beneficios reales a las nacionalidades mayoritarias y minoritarias, como también a los gobiernos centrales y locales, se ha de instaurar una autonomía significativa. Puesto que esta autonomía regional particular está definida para las minorías, la demanda de una administración única para la nacionalidad tibetana es sincera, justa y transparente.
El mundo sabe claramente que no tenemos ninguna agenda escondida. Así, es deber sagrado de todo tibetano el continuar luchando por el cumplimiento de esta razonable exigencia. Sin importar cuánto dure, nuestro coraje y determinación se mantendrán invariables hasta el cumplimiento de nuestras aspiraciones. La lucha del pueblo tibetano no constituye una pugna por la posición de algunos tibetanos, es la lucha de un pueblo. Ya hemos transformado la administración y comunidad tibetanas en el exilio en un sistema democrático genuino, con una sucesión de líderes elegidos para el pueblo y por el mismo pueblo. De este modo establecimos una institución social y política profundamente enraizada y vibrante que continuará nuestra lucha de generación en generación. Al final, las decisiones últimas serán tomadas democráticamente por el pueblo.
Desde la reanudación del contacto directo entre tibetanos y chinos en el año 2002, mis representantes han tenido cinco rondas de extensa discusión con oficiales de la República Popular China. En estos encuentros, ambas partes pudieron expresar en términos claros sus recelos, las dudas y las verdaderas dificultades que existen entre ellas. Así, estas rondas de conversaciones han ayudado a crear un canal de comunicación entre ambas partes. La delegación tibetana está lista para continuar el diálogo en cualquier momento y en cualquier lugar. En su declaración, el Kashag proporcionará los detalles.
Saludo a todos los tibetanos que se encuentran en Tíbet –miembros del partido comunista, líderes, oficiales, profesionales y demás- que han mantenido el espíritu tibetano al continuar con sus esfuerzos trabajando por el genuino interés del pueblo tibetano. Expreso mi profunda admiración por su inmenso coraje al hacer todo lo que pueden al servicio del pueblo del Tíbet. También expreso mi profunda admiración por los tibetanos en Tíbet, quienes, a pesar de todo, se han esforzado por preservar la identidad, la cultura y el idioma del Tíbet, por su firme coraje y su determinación por lograr las aspiraciones del pueblo tibetano. Confío en que continuarán luchando por nuestra causa común con renovada dedicación y compromiso. Insto a todos los tibetanos dentro y fuera del Tíbet a trabajar unidos por un futuro seguro, basado en la igualdad y en la armonía de las nacionalidades.
Quisiera aprovechar esta oportunidad para agradecer de todo corazón al pueblo y al gobierno de India por su generosidad y su apoyo permanentes y sin igual para con nosotros. Expreso, además, mi gratitud a todos los gobiernos y pueblos en la comunidad internacional por su preocupación y apoyo al tema de Tíbet.
Con mis oraciones por la paz y el bienestar de todos los seres sensibles,
El Dalai Lama
10 de marzo de 2007