El nuevo gobierno no busca una radical alteración del antiguo orden sino un reajuste de éste. Tras una inicial ola de apoyo al nuevo presidente serán inevitables los choques entre una base rural y popular que tiene expectativas en una redistribución de la riqueza y una reforma agraria y un sector ligado a anteriores administraciones o al partido liberal que solo quiere ‘modernizar’ el sistema paraguayo.
Todo ello en medio de un gobierno que no detenta el control de las FFAA ni es homogéneo ni cuenta con una mayoría congresal.
Paraguay pasa hoy por lo que vivió México en el 2000 cuando cayó un partido que estaba más de seis décadas en el poder. Estos dos países eligen a sus presidentes en una sola vuelta con lo que Fernando Lugo, quien sacó un 40% de los votos, se convierte en el primer mandatario no ‘colorado’ de su país desde 1948.
En México el monopolio del poder lo tuvo un partido que provenía de una revolución izquierdista (el PRI), mientras que en Paraguay éste lo detentó la fuerza que impuso la más longeva dictadura conservadora suramericana (los colorados de Stroessner). Tanto el PRI como los colorados antes de caer fueron gradualmente virando hacia el centro; pero mientras que el primero fue depuesto desde la derecha el segundo ha caído por la izquierda.
Lugo, empero, no es un revolucionario, sino un ex obispo pacifista que quiere llevarse bien con EEUU y con su entorno. Su coalición es muy heterogénea pues incluye desde marxistas hasta democristianos y centroderechistas. Uno de sus componentes es el febrerismo revolucionario que reivindica la ‘revolución socialista’ militar de Febrero de 1936 que depuso al dominio de un tercio de siglo de los liberales, y también a este último partido quien detenta la vicepresidencia y quien es parte de la internacional liberal.
Lugo quisiera ofrecer una estabilidad como la que tiene Lula o la Concertación chilena (en cuya forma de vasta alianza él se inspira), aunque es posible que, debido a la crisis de su país, las grandes desigualdades internas y la presión social por cambios mayores, Paraguay acabe siendo una nueva Bolivia polarizada entre fuerzas muy antagónicas.
Isaac Bigio
Analista Internacional