Una buena cantidad de personas piensa que gran parte del patrimonio se halla resguardado en espacios como el Museo Nacional de Bellas Artes, pero no es así. Ricardo Bindis, profesor y crítico de arte, afirma que es indiscutible que en manos de privados hay mucho más de lo que se exhibe o se guarda en el museo: "La pura obra de Juan Francisco González debe ser de unos 5 mil cuadros, y en el Museo de Bellas Artes sólo hay alrededor de 40, y en el resto de los museos del país, unos cuantos más. Por lo tanto, la obra más importante se encuentra en manos de particulares".
De hecho, el propio Ricardo Bindis escribió un libro, "La pintura en Chile", con la ayuda de la gran colección de un privado, Ji Song, un empresario coreano residente en Chile -que, a todo esto, también fue víctima de un robo de cuadros en julio de este año- que fue quien le facilitó 291 cuadros para ilustrar la publicación.
Por ello, a juicio de Bindis, el coleccionismo privado es el principal motor de la mantención del patrimonio pictórico. En el prólogo del mencionado libro, Bindis recuerda que recintos como la Galería Nacional de Washington o el Museo de Arte Moderno de Nueva York nacieron con el aporte de privados, e incluso nuestro Museo Nacional de Bellas Artes se fundó con el apoyo de las colecciones de personajes como Marcos Maturana y Eusebio Lillo. Pero no sólo en manos de personas naturales, sino también de bancos (la pinacoteca del Banco Central de Chile tiene alrededor de 320 pinturas) y de instituciones -empresas y similares-, es posible encontrar obras de nuestro legado pictórico. "Lo cual, en todo caso, no significa que siempre funcionen como colecciones estrictamente organizadas", aclara Bindis.
Y recuerda que en el pasado existieron varias e importantes colecciones que fueron formadas con un sentido más histórico, entre las cuales destaca la de Fernando Lobo Parga (1916-1973), quien ordenó de modo cronológico sus 379 cuadros desde Gil de Castro hasta José Balmes. "Pero lamentablemente cuando la gente muere, los familiares no conservan estas cosas, se dispersan, se van a remate, y lógicamente colecciones privadas del estilo de la de Lobo Parga no hay muchas".
Una de las excepciones en esta usual dispersión es lo que sucedió con la colección de Julio Vásquez Cortés, quien logró reunir a lo largo de 40 años nada menos que 542 pinturas -principalmente de la generación del 13-, las que luego pasaron a formar parte de la pinacoteca de la Casa del Arte de Concepción. También ha sucedido que otras colecciones al menos quedaron registradas en publicaciones como "La pintura en Chile" (1928), donde se catalogan los cerca de 200 cuadros de artistas chilenos que reunió Luis álvarez Urquieta y que es considerada como la primera colección chilena ordenada con un sentido sistemático e histórico.
Ahora bien, el problema actualmente no es sólo que los grandes coleccionistas de arte chileno sean pocos, sino que muchas veces mantienen sus colecciones en el ámbito de lo exclusivamente privado, sin darlas a conocer al público. De eso sabe el director del MNBA, Milan Ivelic, quien afirma que en nuestro país no hay más que una docena de verdaderos coleccionistas -aclara, eso sí, que se trata de arte principalmente del siglo XIX y principios del XX, ya que de lo contemporáneo reconoce que no hay ningún gran coleccionista- y que, de ellos, sólo un 60 o 70 por ciento está siempre dispuesto a facilitar sus obras. Por ello lamenta doblemente el robo a Mac Kellar, pues él siempre fue "tremendamente generoso con su colección… la facilitaba no solicitando nada a cambio… porque también se dan casos en los que para tener alguna obra la gente pide arriendo".
Raúl Peña, dueño de una casa de remates y curador del Instituto Cultural de Vitacura, señala que "hay mucha gente que tiene colecciones muy buenas en sus casas, pero que no figuran en ninguna parte. Gente que incluso adquiere obras a través de terceras personas para mantener su privacidad. A muchos de ellos no les interesa prestar o que se conozcan las obras que poseen. Hay algunos que compran pinturas, y esas pinturas no se vuelven a ver hasta cuando éstas se heredan".
El mismísimo Mac Kellar, a pesar del robo sufrido, se declara en contra de este tipo de actitudes: "Yo siempre lo he dicho: nosotros somos poseedores temporales de estas obras, pero ellas son parte del patrimonio nacional; o sea que tenemos la obligación de darlas a conocer y de que sean vistas por el público. Yo he estado en la organización de muchas exposiciones, y sucede que uno se encuentra con gente que no quiere prestar, o la señora que no quiere que le quede el hueco en la muralla o el tipo que cobra cifras desproporcionadas por el uso de sus cuadros".
