"Aprovechamos que el mercado inmobiliario nos ofrecía buenos precios para vender, entonces no lo pensamos más. Nos vinimos con todo a empezar una nueva vida más sencilla, hogareña y con mayor contacto con la naturaleza", cuenta Dennis.
Así, pasaron de vivir en una casa de poco más de 200 metros a una parcela de casi dos hectáreas, con bosque nativo y el volcán Villarrica de fondo. "Estamos felices con la decisión, y los chilenos han sido muy acogedores con nosotros", asegura. Como ellos, numerosos extranjeros jubilados o en edad de retirarse miran a Chile con buenos ojos, como una alternativa de residencia o, por lo menos, para pasar las temporadas de verano como segundo domicilio.
Según estadísticas del Departamento de Extranjería y Migración, del Ministerio del Interior, casi 7 mil personas de 61 años y más se han establecido en el país desde 2004; la mayoría proviene de países como Perú, Argentina, EE.UU., España, Alemania e Italia. Para la socióloga Carmen Barros, académica del Instituto de Sociología UC y experta en gerontología, varias razones explican esta tendencia. "La pensión de los jubilados de Europa o EE.UU. permite en Chile un mejor estándar de vida que en sus países de origen. Ello, sumado a un clima benigno y un contexto sociopolítico bastante tranquilo, convierten a Chile en un buen lugar para jubilar", asegura.
En opinión de la especialista, éste es un fenómeno que recién está empezando y, según su visión, si antes los europeos pensaban en jubilar en el norte de África o en Grecia, ahora no resultaría raro que escojan América Latina, por la menor posibilidad de guerras o conflictos políticos. La tranquilidad y la seguridad de Chile son justamente lo que más le gustó al francés Christian Darchis (67), quien llegó a Arica para establecerse después de toda una vida de trabajo como empleado en París. "Me gusta la vida chilena, sin sobresaltos; la naturaleza diversa y la cultura aimara. Adoro este país, porque me siento un hombre libre, sin tener que vivir sólo para trabajar y tranquilo con lo que recibo, por mi pensión europea", cuenta.
Bruce Berkenstock (65), en cambio, dejó atrás las extensas jornadas de encierro que incluían la gerencia de un casino en Las Vegas para aprender español en Chile y dedicarse por entero a la práctica del golf. "Mi nuevo trabajo es jugar golf. Voy por lo menos cuatro veces a la semana. Después de estar tanto tiempo encerrado, podría pasarme la vida en la cancha de golf. Además, me gusta pescar con mosca, y aquí hay muy buenos lugares donde practicar. Me enamoré de este país y descubrí que es el lugar donde quiero quedarme toda la vida", dice.
Una experiencia diferente tiene el alemán-español Walter Simmross (65), que después de itinerar por España, Uruguay y Colombia, entre otros países, desembarcó en Chile en noviembre pasado. "Mi hija mayor se casó con un chileno y vinimos hace un tiempo a visitarla. A toda la familia le gustó el país; tanto, que mis otras dos hijas se quedaron a vivir, y sólo faltábamos nosotros dos con mi esposa. Ahora estamos reunidos todos acá, y definitivamente queremos echar raíces. Este país es un buen lugar para retirarse, ya que la vida no es demasiado cara con respecto a Europa, y tiene un clima muy bueno, parecido al de España", dice Simmross.
Sin embargo, no todo en Chile es un paraíso si se compara con la vida del primer mundo. "Extraño bastante el teatro, los espectáculos y la vida cultural de París, por eso regreso al menos una vez al año para no perder la costumbre. Lo otro que no me gusta es la gran desorganización que existe, sobre todo en las instituciones públicas, como las municipalidades. No todo funciona como debería", confiesa Christian Darchis.
Para Dennis Viner se hace difícil estar lejos de la familia. "En el caso de mi esposa, echa mucho de menos a su padre, que vive en Hawai. Antes lo veíamos todos los años, pero desde acá es mucho más difícil que podamos encontrarnos. Por eso hemos tenido que adaptarnos y cambiar la cercanía de la familia por la vida social y el apoyo entre nosotros".