Desde este Medio siempre hemos definido a las novias de José María Peiró como “musas en espardeñas”, por la manía reiterativa que muestra el diseñador a la hora de llevar al altar a la mujer a bordo de este calzado de lino con suela de esparto.
Pero no se trata de un capricho, sino de una simbología. Y es que su compromiso con los tejidos más naturales no le permitiría una infidelidad ni siquiera en el calzado.
José María Peiró apuesta siempre por una novia en seda, chantillies bordados en algodón, linos y mallas -encarnada en la pasarela por la bella actriz co-protagonista de la película ‘Habitación en Roma‘, Natasha Yarovenco– y por supuesto, lino y esparto en los pies. Su huida de lo acrílico ya es legendaria, al igual que su clasicismo y belleza en el diseño o perfección a la hora de mezclar y conjuntar tejidos naturales.
El resultado es la sensualidad y la naturalidad en la imagen de una novia cuya obsesión el día de su boda es simplemente la de estar bella y que en 2011 irá al altar en colores marfil, champagne y “blanco nature”, en la versión de Peiró. Pero queremos más. Porque ya no nos basta con la perfección de este diseñador el cual -sabemos a ciencia cierta- tiene reaños y recursos de estilo suficientes para afrontar nuevos retos.
Deseamos que se atreva a salirse de los moldes de su propia excelencia, que experimente, que evolucione y que nos lo muestre; aún a riesgo de tener que enfrentarse a las críticas.
Reivindicamos una Pasarela José María Peiró que sorprenda, porque para eso están las pasarelas. Para volverse y volvernos locos.
Gema Castellano
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