Este encuentro con los elementos, en esta ocasión más vivo que nunca, suele cobrar su ofrenda máxima en vidas humanas, y a otros tantos de los que aquí se quedan los lesiona y/o despoja de sus casas y enseres, dando lugar al dolor y a la tristeza desatada.
Entre los más recordados por su alto poder destructivo se mencionan los de los años 1906, 1918, 1939; 1960, 1985. El de 22 de mayo de 1960 es considerado el más fuerte de la historia, fue un terremoto que midió 9.5 en la escala Richter, remeció Chile entre Concepción y Valdivia, desatando olas gigantescas y erupciones volcánicas. Unas 5 mil personas murieron y 2 millones quedaron sin hogar.
Solemos olvidar con alguna frecuencia que la naturaleza está viva y su forma de hacérnoslo saber es a través de los vientos, las lluvias, las mareas, los géiseres, los volcanes y como no, sismos y terremotos. Algunas de estas muestras las vemos casi a diario, convivimos con ellas de manera habitual, a veces hasta nos complace sentir su compañía.
Luego existen otros que se presentan ocasionalmente entre los que se incluyen los desastres naturales, como por ejemplo las lluvias prolongadas de estas últimas semanas en Islas Canarias, Andalucía, Madeira o hace pocos días en el sur de Francia o en La Coruña. Lo que da origen a esto que llamamos “desastre natural” es la presencia de un fenómeno natural de los considerados peligrosos y la fragilidad de las circunstancias humanas del momento. Siguiendo con este mismo caso, ciudades y pueblos desamparados para hacer frente a estas inundaciones.
Otro de estos llamados fenómenos naturales peligrosos que acaban convirtiéndose en una catástrofe son los terremotos por la indefensión de la población frente a la caída de sus viviendas, corte de los servicios básicos con las consecuencias que ello conlleva, etc. Recuerden que lo que acaba con la vida de las personas no son los terremotos mismos, sino la caída encima de objetos pesados, corrimientos, etc., como respuesta al movimiento de la tierra.
Casi la mitad de la actividad sísmica en el mundo tiene lugar en Chile en el llamado “Cinturón de Fuego” del Océano Pacífico. Los estudios señalan que el 81% de los movimientos telúricos ocurren en esta zona que involucra a los estados que mantienen sus costas hacia el Pacífico, es decir, parte de América del Sur, Central, incluida costa oeste de Estados Unidos y Alaska. Dentro de este “Cinturón” se encuentran también Japón, Filipinas, Nueva Guinea, islas del Pacífico Sur y Nueva Zelanda (Oceanía).
Igualmente, un porcentaje importante de sismos, un 17% del total, nace en Java (Indonesia) y se extiende hacia Sumatra, Himalaya, Turquía, Irán, mar Mediterráneo, hasta perderse en el océano Atlántico.
No podemos olvidar a nuestros queridos volcanes, hay una gran actividad turística a su alrededor. Solo en Chile se contabilizan unos tres mil, de los cuales unos 500 se consideran geológicamente activos y unos 60 con registro eruptivo. Dos de los cuatro volcanes más activos de Sudamérica: Villarrica y Llaima, se localizan en suelo chileno.
Aunque la mayoría de los terremotos tienen como causa la liberación imprevista de energía desde el interior de la Tierra por un acomodo de esta a través de un choque entre placas tectónicas y la zona donde se produce este tipo de movimiento, que se conoce como falla geológica, los hay también por motivos volcánicos, el ascenso de magma hacia la superficie de la Tierra a través de la chimenea de un volcán es tan fuerte y violento, que puede provocar un sismo, eso sí, son de poca intensidad y dejan de percibirse a poca distancia del volcán en erupción
Por favor, no se vayan a creer que esto de que existan un número elevado de volcanes es malo -dicen que el 15% de los que hay por todo el globo estarían en tierra chilena-, muy por el contrario. Asumen un papel trascendente en la evolución de la corteza de nuestro planeta. La actividad volcánica ha formado diversas estructuras, dando lugar a elementos del relieve y creado suelo fértil, los cuales han nutrido la vegetación y a la humanidad.
Interesante es la forma de medición por medio de un sismógrafo, existen dos escala la de Richter y la de Mercalli. La de Richter es empleada para medir la magnitud de un sismo, va de 1 a 9. El de Chile alcanzó un 8,8 que significa destrucción total. La de Mercalli en cambio va de 1 a 12, está representa la violencia con que se siente un sismo en la zona afectada, mide la intensidad o los daños sobre las construcciones y el impacto que produce en las personas. En el caso chileno superó los 9.
En cuanto a los daños varían dependiendo de la magnitud, así tenemos destrucción de viviendas y edificios: es considerado el efecto más grave, porque el costo social es muy alto. Destrucción de infraestructura (carreteras y puentes): causa un impacto importante en la economía, ya que impide que la región afectada reciba bienes, como alimentos y servicios básicos. Daños diversos al suelo: entre los más graves están las fracturas y la licuefacción (el terreno e comporta como arenas movedizas o bien presenta lodo). Deslizamientos o derrumbes: provocan graves daños a la naturaleza, viviendas, edificios, carreteras, puentes, tendido eléctrico, etc.
¿Qué necesitamos de aquellos países que nos han ofrecido su apoyo?
Hospitales de Campaña con capacidad quirúrgica, Puentes Mecanos, Teléfonos satelitales y estaciones repetidoras; sistemas de evacuación de daños estructurales (hospitales, escuelas, edificios públicos, entre otros sistemas); sistemas de purificación de aguas salinas; albergues de campaña; centros de diálisis autónomos; comedores mecanos; rescatistas.
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Los chilenos ya nos estamos poniendo de pie, debemos reconstruir y levantar nuestro país como tantas veces lo hemos realizado en el pasado, estamos juntos en esta impostergable tarea, la unión y cercanía de unos con otros debe ser la tónica, Chile nos necesita a todos sin excepción.
¡Fuerza Chile!
Tomás Pablo R.