Es evidente que no hay nada ni nadie que pueda resarcir en su dolor a las víctimas del terrorismo de ETA y también, como sociedad, es un hecho que es necesario hacer un dificilísimo y generoso ejercicio de aceptación para, todavía recordando los disparos en la nuca, las bombas en los supermercados y el terror de los zulos, afrontar que la democracia, la convivencia y el futuro merecen una oportunidad.
Quizás, muy seguramente, diez años no sean suficientes para aplacar los legítimos resentimientos, el odio y la pena de esas personas que perdieron a sus seres queridos a manos de los terroristas de ETA; y en esto deben aplicarse la sociedad y las instituciones. En demostrar a las víctimas con el máximo respeto y sensibilidad, que un proceso de paz es posible y necesario, que merece la pena, a pesar de la tensión e incluso la provocación de algunos. Pero esto no ocurre así.
Las víctimas del terrorismo de ETA tienen que sumar a su dolor la utilización política de una causa que debería estar desprovista de ideología. La instrumentación del dolor de las víctimas de ETA como arma política es una de las acciones más deleznables en este proceso. Porque ETA no pedía el carnet de militante de un partido o de otro a sus víctimas. Asesinaba por otros motivos.
Diez años después del abandono de las armas por parte de ETA sus sicarios siguen cumpliendo sus penas o están en la calle con las penas cumplidas. Algunos se han incorporado a la política y es legítimo que defiendan sus ideas desde la política. ¿Podría ser de otra manera en una democracia, a pesar de que este hecho provoque sentimientos encontrados a muchos?
Insisto. Quizás diez años no sean suficientes para crear una pátina de costra sobre la herida, pero habrá que reconocer que España, a pesar de los pesares, ha tenido la grandeza de avanzar en este proceso de manera mucho más pragmática que otros países, al igual que fue capaz de superar el paso de una dictadura a una democracia con consenso.
Todos los presidentes del gobierno de la democracia han intentado que ETA dejara de asesinar y todos han negociado con la banda terrorista. Suárez, Aznar, González y Zapatero. Este último se marcó como objetivo prioritario conseguir el cese definitivo de la violencia terrorista y en octubre de 2011, ETA clausuraba 43 años de terrorismo y proponía un proceso de diálogo.
829 asesinados en 43 años. Miles de dramas humanos, de desprecios, de vejaciones, de incomprensión, de humillaciones, de insolidaridad con los que consideraban enemigos, por parte de un buen número de ciudadanos vascos que, por miedo o complicidad, dieron la espalda a los que eran sus vecinos. Años de oscurantismo.
Diez años después, en Euskadi se hace política y las ambiciones ideológicas de unos y de otros deben pasar por la política y las negociaciones políticas. ¡Quién lo iba a decir en aquellos años de plomo! En fin. Todos sabemos que en un Estado centralizado como es España la periferia busca sus propios protagonismos, de ahí que desde la capital de España y desde la centralidad, se pueda ser capaz también de comprender la idiosincrasia de lo periférico.
Pero este debate no debe mezclarse con otros. La realidad actual del País Vasco no tiene nada que ver con la de hace diez años. Diez años de paz. Otegui ha hablado al cumplirse diez años de la apertura del proceso de diálogo. Al igual que para las víctimas diez años son pocos para olvidar, quizás para Otegui diez años también son pocos para aprender a pedir perdón. Depende, imagino, de las hipotecas que tenga en su entorno.
“Hoy queremos hacer una mención especial y específica a las víctimas causadas por la violencia de ETA. Queremos trasladar nuestro pésame y dolor por el sufrimiento producido. Sentimos su dolor y, desde este sentimiento sincero, afirmamos que nunca se tendría que haber producido y que a nadie lo puede satisfacer que todo aquello pasara ni que se hubiera prolongado tanto. Desgraciadamente el pasado no tiene remedio. Nada de lo que digamos puede deshacer el daño causado. Queremos decir que sentimos enormemente su sufrimiento y nos comprometemos a intentar mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades. Siempre nos encontrarán dispuestos a ello«. Son las palabras de Otegui.
Seguro que estas palabras no son suficientes. Seguro que todos -víctimas y verdugos- necesitan más de diez años para poder afrontar lo que les hicieron y lo que hicieron. Seguro que todo sería más fácil si las víctimas dejaran de ser moneda de cambio. Pero ojalá que no dejen de canalizar las ideas a través de la política. Que hagan política. Sin complejos. Lo demás, se sale de la democracia y de la convivencia.
Foto: MADRID, 13/10/2021.- El exdirigente etarra Jurden Martitegi (d, arriba) comparece este miércoles por videoconferencia ante la Audiencia Nacional en un juicio por diversos actos de kale borroka, presuntamente cometidos durante las fiestas de Galdakao (Vizcaya) en el año 2000, por los que se enfrenta a una petición del fiscal de cinco años de cárcel, este miércoles. EFE/Juan Carlos Hidalgo POOL