Hace casi medio siglo, un jovencísimo Félix acudía a este vetusto establecimiento a llevar los pedidos. Poco después decidió liarse la manta a la cabeza y salir al extranjero en busca de nuevos clientes. "A los 18 años quería subir. Tenía hambre de negocio. Me cogía el avión y me iba a Latinoamérica, Estados Unidos o Europa a vender los vinos sin saber una sola palabra de inglés". Así fue como, en la década de los 60, Félix Solís comenzó a dar de beber a los emigrantes españoles en Alemania, a los ciudadanos del Sáhara, de Ceuta y de Melilla.
Hoy el grupo exporta el 40% del total de su producción a casi 80 países en todo el mundo. "Entonces era mucho más fácil salir al extranjero que ahora. Había menos competencia. Los empresarios no solían ir a vender fuera de las fronteras", recuerda el presidente del décimo grupo bodeguero del mundo, aunque admite que la imagen que algunos europeos tenían del español no era precisamente la mejor para hacer negocios. "Me acuerdo que la primera vez que fui a Alemania, aunque iba bien vestido, por el hecho de ser español no me querían dar hotel. Ahora, el país germano es uno de nuestros grandes clientes", apunta Solís.
¿Y qué proyectos futuros tiene el embajador de Valdepeñas? "Abrir una bodega en el llamado nuevo mundo: Chile o Sudáfrica, son los sitios más posibles". Aunque con los vientos de desaceleración económica mundial que soplan, el cauto bodeguero manchego prefiere esperar el momento oportuno y seguir la receta aplicada en los últimos 40 años: hacer inversiones que no requieran incurrir en un elevado endeudamiento.