El pasado jueves 23 de abril, el satélite Swift NASA/STFC/ASI detectó una explosión de rayos gamma de 10 segundos de duración en la constelación de Leo. Rápidamente, un grupo de telescopios ubicados en diferentes partes del planeta, entre los que se encuentran los observatorios chilenos de La Silla y Paranal, siguieron el estallido hasta que sus efectos desaparecieron.
Las explosiones de rayos gamma son invisibles a nuestra vista, pero tras liberar un intenso estallido de radiación muy energética, son detectables durante unas pocas horas en la luz visible y mediante rayos infrarrojos cercanos. A través de las observaciones infrarrojas realizadas durante las 17 horas siguientes al estallido por el VLT se pudo establecer la mayor distancia jamás observada en un objeto cósmico.
Como la luz se mueve a una velocidad finita, mirar más lejos en el Universo significa retroceder en el tiempo, por lo que la explosión ocurrió cuando el Universo tenía alrededor de 600 millones de años. Se piensa que las primeras estrellas se formaron cuando el Universo tenía entre 200 y 400 millones de años.
Según Tanvir, «ahora podemos estar seguros de que explosiones aún más remotas serán encontradas en el futuro, lo que abrirá una ventana en el estudio de las primeras estrellas y el fin último de la Edad Oscura del Universo».