¡Por fin!. Por fin una gala en la que no ha primado la política, las expresiones “culturetas” de pésimo gusto o el desfase provinciano. Y, que curioso, en la que nadie se ha preocupado ni siquiera del asunto del “copieteo”. Sólo se ha hablado de cine, y del bueno; porque cuando todo va bien -o mejor que otras veces- en la industria, todo el mundo se olvida de buscarle tres pies al gato.
La Gala de entrega de los Premios Goya 2010 podría pasar a la historia -así nos gustaría- como el punto de inflexión en la carrera por conseguir que estos galardones fueran al mundo hispano lo mismo que los Oscars al anglosajón. Pero para eso hay que tomarse el cine en serio, como industria, tanto a nivel gubernamental como interpretativo o de inversiones en producciones que estén a la altura de un talento a nivel de directores que ya es incuestionable; y este año, esperemos que no sea casualidad, la cosa iba muy en serio.
“ágora” o “Celda 211”, auténticos taquillazos, demuestran que no hay copia que valga cuando la película es un “peliculón”. Es decir, cuando el film es una producción exquisita que merece con creces la asistencia a las salas de cine. La de Alejandro Amenabar, “ágora” -ganadora de siete estatuillas- no terminará sus días sin haber recaudado más de 21 millones de euros y “Celda 211” de Daniel Monzón -que se ha repartido entre sus artífices ocho Goyas- superó con creces durante su primer fin de semana en los cines el millón de euros. Y es que ante un público maduro hay que presentar calidad y tendencia.
Alex de la Iglesia, Presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, instaba al sector a “ser humildes” y a “estar agradecidos” ante un año excepcional para la industria española, a pesar de la crisis. “No somos tan importantes”, afirmaba, advirtiendo que “la gente ha ido al cine más que nunca dándonos otra oportunidad”. Cierto es, sobre todo, cuando esta “industria” pretendía culpar a aliados tan importantes para la promoción de su producto como es Internet, de los efectos negativos de su propia mediocridad.
Ahora es otra cosa. Tal y como afirma el Presidente de la Academia, “nos mirábamos el ombligo. Creíamos que éramos artistas y somos trabajadores”. Sí. Porque el talento se presupone en un sector que, si se encierra en sus propias ínfulas y prepotencias, deja sin comer a miles de familias que viven de la industria. Pero 2009 ha sido un año buenísimo y esperemos que se hayan aprendido lecciones que generen la confianza de los inversores para poder afrontar el reto de siempre: competir con Hollywood; que se puede. El mundo del cine ha decidido recuperar su buena imagen y la gala de los Goya 2010 ha sido un primer paso decisivo.
La alfombra verde es otro cantar. Seguimos sin conseguir que la moda española predomine en la elección del atuendo de nuestra actrices, pero es que ésta es una exigencia que no tenemos derecho a imponer, al menos, hasta que el sector de la moda española no interiorice un “mea culpa” como el que ha afrontado el sector del cine y Alex de la Iglesia ha confesado.
A los albores de una pasarela Cibeles que se prevé con mucho espectáculo “socialite” y poca moda, tendencia y diseño, poco podemos exigir a nuestras actrices, que han vestido -la mayoría- de diseñadores extranjeros. Pero esto es otro asunto. De momento, nuestro cine, va.
Gema Castellano
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