A los once años ya exponía en Barcelona, pero hay que trasladarse muchos años después para encontrar al verdadero Puigmartí. Durante su adolescencia le obsesionaban los caracoles y las arañas pero también, y sobretodo, los “culos” de las señoras. Su extremada timidez lo ha convertido en un eterno y excéntrico “voyeur” sin implicación personal directa en la realidad social de cada época vivida, aunque no haya podido evitar que ésta se grabara en su subconsciente y que ahora salga a borbotones convertida en arte. De la mujer, el “leif motiv” de su obra e hilo conductor de sus diferentes etapas, solo le interesa su físico. A pesar de la importancia que ha tenido en su vida jamás ha profundizado en ella. No le interesa. Simplemente la utiliza como mera admiradora de esa gran creación que es él mismo. Ellas lo idolatran, lo desean, se enamoran de él, lo mantienen y le dan todo; y sin embargo, el pintor las utiliza, y cuando ellas lo abandonan decepcionadas, las pinta desestructuradas y sarcastizadas, aunque conservando detalles de la belleza femenina como los pechos o un largo cuello unido a una abstracta y diminuta cabeza que contrasta con el volumen del cuerpo.
Josep Puigmartí no admira la inteligencia de la mujer y menos los atributos psíquicos de esas grandes divas que han marcado la historia o su carácter, que más bien le produce contrariedad y repulsión. Solo le llama la atención su belleza física, y si carece de ella, la ignora. Mujeres famosas, adineradas, cultas y bellísimas han bebido los vientos por este pintor catalán que en los años ’60 y ’70 era el vivo retrato de Gregory Peck. Ha vivido de ellas, nunca con ellas, en España, París o Los Angeles una existencia de lujo mientras era un cotizado modelo publicitario o hacía litografías para los americanos bajo mil pseudónimos, pero jamás dejó de pintar. La vida y los movimientos culturales o sociales pasaban por delante de sus ojos sin que él se implicara en ellos, aunque siempre estaba allí donde se produjeran.
Bohemio, trotamundos y absolutamente entregado a la “dolce vita”, se presentó a la selectiva “Gauche Divine” en Cadaqués de la mano de su gran amigo, el locutor de radio Alberto Oliveras, en los años ’60. Pintaba cuadros en el paseo marítimo, protagonizaba campañas de publicidad ideadas por Leopoldo Pomés junto a Teresa Gimpera y la modelo Romy, asistía como invitado a las grandes “parties” que organizaba Salvador Dalí, del que nos cuenta mil y una anécdotas inéditas en la entrevista, y ponía en evidencia su carisma y poder de seducción; como cuando el propietario del Restaurante El Río, ahora Sa Gambina, le ofreció comida y cena gratis todos los días para él y sus amigos con el fin de competir con El Pescador, establecimientos próximo de moda. Puigmartí aceptó y las tornas cambiaron. “El Río” se desbordó de gente guapa atraída por el pintor. Gala, la compañera de Dalí, fue otra de las mujeres que sucumbió a sus encantos. No ocurrió nada, porque, según Puigmartí, “era muy fea”.
Pese a que Josep Puigmartí asegura que la gente de la Gauche Divine, su extravagante forma de vida, los pintores de Cadaqués o su experiencia con la publicidad y la moda no le influyeron en nada, la perspectiva de los años demuestra que fue una época fundamental a la hora de definir su creatividad futura. De hecho, es al período de su vida que más importancia da en la entrevista que les ofrecemos en vídeo -nos cuenta mil y una anécdotas sobre Dalí y el Cadaqués de entonces- y su última exposición “Aliens Fashion” lo demuestra.
En esta sorprendente entrega encontramos a un Puigmartí genial y absolutamente evolucionado con respecto a la época de sus pinturas eróticas. Sus personajes son teatrales, exagerados y monstruosos, propios de un film futurista. Su rabia contra la mujer se radicaliza con enormes pinceladas; distorsionando su cuerpo hasta sólo poder identificarlo por su maternidad, elevando aún más si cabe su cuello y reduciendo la cabeza. Auténticos Aliens con pose de pasarela.
No es extraño. El deterioro físico que produce el paso de los años hace que ya no se parezca a Gregory Peck y que las mujeres no sucumban ante sus encantos. Puigmartí las castiga por ello. No obstante, no se rinde. El pintor ha desarrollado toda una estrategia extravagante y teatral de imagen personal que, teóricamente, debería sustituir a su apariencia de divo ya perdida. Le resulta difícil vivir sin la admiración de las mujeres y ellas, que en épocas pasadas sufrieron por él, ahora lo atormentan porque lo ignoran. él arremete contra todas por esta cruel venganza y el resultado de esta lucha imaginaria es una explosión de creatividad, genialidad y color; jamás tan bien gestionado en ninguna de sus épocas. Josep Puigmartí es de esos artistas únicos y sorprendentes que pintan lo que piensan lo mismo que dicen lo que piensan. Sin ningún interés por intelectualizarlo. Su espontaneidad es colosal, pero no sólo cuando pinta sino también cuando habla. Escúchenlo en esta interesante y exclusiva entrevista en vídeo.
Gema Castellano
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