Y es que a este “mago de la aguja” aragonés de rompe y rasga a la vez que sensible, entrañable, noble y un tanto ingenuo, hay pocas cosas que se le pongan por delante. Ya lo demostró al aceptar la responsabilidad de vestir a la Princesa de Asturias el día de su boda, un riesgo a todas luces innecesario a estas alturas de su vida. Manuel Pertegaz no necesitaba demostrar nada, pero sabía que ese vestido, esa obra de arte, trascendería por los siglos de los siglos; se convertiría en su legado histórico.
Era de justicia que fuera Pertegaz quién vistiera de Princesa a Letizia Ortiz, a pesar de las críticas de ciertos sectores en un país donde no tenemos por costumbre “mimar” a nuestros talentos. Pertegaz no se quedó en New York o París a pesar de contar con adeptas del calibre de Jackie Kennedy, Audrey Hepburn, Ava Gardner, Marisa Berenson o Paulette Goddard, esposa de Charles Chaplin, sino que regresó a España para convertirse en el emblema de la Alta Costura. Todo un honor. Durante la presentación de su colección de joyas se emocionó y nos emocionó, pero sobretodo tuvimos el placer de conversar con un genio que nos dejó el corazón “touché”.
Ha tardado mucho en diseñar una colección de joyas. ¿No cree?
No es que haya tardado, es que nunca me lo habían propuesto. No obstante, desde que llevo presentando colecciones, en cada traje, perdón, no en todos pero sí en la mayoría, incluía el detalle de la joya; pero era bisutería. Había algunas piezas que me gustaban y las adquiría, pero normalmente las tenía que crear y mandarlas hacer. No eran tan exclusivas, pero yo dibujaba los diseños y me los hacían. Por tanto, existe una experiencia.
Como creador de fama internacional podría haberse quedado en Madrid, y sin embargo, optó por Barcelona. ¿Por qué?
Cerré la casa de Madrid debido al cambio económico y político. Durante esos años no sabía si quedarme en Madrid o en Barcelona. No era una cuestión de que no tuviera las ideas claras, pero yo, que nací en Aragón, me vine con mis padres de muy niño a Barcelona y he echado raíces aquí. La Casa de Madrid la tuve durante más de treinta años. Yo empecé a volar de Barcelona a Madrid y viceversa con hélices, para que te hagas una idea de los años que llevo en esto. Y aquí sigo. Con 24 años estaba ya en La Diagonal 490.
Don Manuel. ¡Cuantas vivencias, cuantas emociones…!
Háblame de tú, por favor. Lo cortés no quita lo valiente y aquí estamos de “buen rollito”, como se dice ahora. Yo tengo carácter, como buen aragonés, y sin embargo soy muy débil, muy frágil para las emociones. Hoy me he emocionado más de cuatro veces por recuerdos que me transportaban a momentos esplendorosos. Ha venido la hija de Bibis Samaranch, Mo, a la que he visto crecer, la he puesto de largo y después de novia; a su madre también la vestí el día de su boda, etc. Teníamos mucha amistad de esa de verdad. Luego he tenido otras clientas con mucho carácter. Muchas amigas se tienen, pero con algunas ha habido más continuidad que con otras. Yo soy muy sentimental. En el mundo de la moda si eres frío nunca harías nada, porque existe la soledad del creador.
¿La soledad del triunfador?
Si, la soledad. En un momento determinado todos se van a comer, a dormir o hacer su vida y tú sigues porque tienes esa espada sobre tu cabeza en forma de nueva colección. Siempre pensando en ello. Sobretodo cuando se sale fuera de España. Las fechas entonces(se refiere a los años dorados de la Alta Costura) las marcaban Milán y París. La responsabilidad era increíble porque todos te esperaban. Las colecciones se presentaban en cada casa de moda durante al menos un mes y teníamos control de entrada mediante una tarjeta especial intransferible. Era una auténtica locura. Además las colecciones eran extensísimas. Las mías han alcanzado los 180 modelos, más los accesorios y la bisutería.
Lleva demasiados años poniendo guapas a las mujeres de más belleza natural. ¿No está cansado?
Todavía hoy cuando una mujer me encarga un traje, bien sea de novia, madrina o para eventos importantes, me gusta adornarlo con joyas. Siempre le pido que me traiga las joyas que tiene para ayudarla a combinarlas con el vestido. Me gustaría trabajar menos y no comprometerme tanto, pero es que no puedo decirles que no. Me llaman porque quieren estar guapísimas ese día tan especial y además me recomiendan a sus amigas. Nunca puedo negarme. Así que no puedo dejar de trabajar.
Manuel Pertegaz, “El Divino”. Un magnífico piropo.
¡Ahh! es verdad. El Divino. Eso es cosa de Antonio de Senillosa. él estaba en esa entidad que otorgaba los diplomas al más divino y me dieron la “D” de divino. Una anécdota simpática. Decía que esa “D” debería ponerla en mi Ferrari. Nunca he tenido un Ferrari.
Pero sí mucho reconocimiento profesional y humano. ¿Cierto?
He tenido consideraciones, relaciones, reconocimientos…la gente me ha amado. No me puedo quejar. No me ciega el dinero. Ni el de los demás ni el mío. Me parece que viene muy bien, pero no me obsesiono. Hay otros valores. Y ha sido la moda la que me ha dado todo. Estoy muy agradecido. También a la prensa, que siempre me ha querido mucho. Luego está la parte menos buena. Ya ha desaparecido mucha gente que me quiso y a la que quise; otros han envejecido… pero para mí, la moda es un aliciente que me renueva. Paso malos ratos, pero cuando está hecho recibo todas las compensaciones imaginables.
Ahora no hace colecciones, aunque sigue vistiendo a algunas privilegiadas. ¿Echa de menos algo de la moda a estas alturas?
De la moda no echo de menos nada, lo único que lamento es que la Alta Costura está desapareciendo. Ya no existe esa mano de obra primorosa. Ha quedado solo el prêt-à-porter. Todo es de serie, máquinas, etc. Todo esto sí que me duele. La Alta Costura debería seguir adelante, porque hay gente que quiere y puede. Además sería un reflejo del otro lado de la moda más seria; con más formalidad. No se trata de que sea aburrida. Yo eso tampoco lo quiero. No soy nadie para vestir al mundo, pero sí. Echo de menos esas grandes creaciones, a esas maniquís perfectas, ese glamour que entre todos creamos.
Gema Castellano
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