El teniente Vinuesa, fue ametrallado por un sargento mientras dormía en su tiempo de campaña. El coronel Díaz de Villegas no tuvo problemas en firmar al día siguiente que "estos accidentes son imprevisibles y desgraciadamente forman parte de las estadísticas cíclicas". Añadía como excusa que "no puede achacarse el accidente al planeamiento y coordinación que tuvieron como principal preocupación la seguridad". En aquel entonces, Díaz de Villegas era el Jefe de Estudios de la Escuela.
El argumento del accidente hubiera sido suficiente para alguien que desconociera lo que son unas maniobras con fuego real, cómo se preparan y qué condiciones deben de reunir aceptara la versión oficial. Sin embargo el padre del fallecido, el coronel Arturo Vinuesa, descubrió pronto que lo que a primera vista parecía un simple accidente había sido, en realidad, una sucesión de imprudencias y negligencias que de inmediato denunció ante los tribunales militares.
Empezó un largo camino que aún no ha terminado. Por el camino dejó tirado su ascenso al generalato que en el Ejército, con la indiferencia de los ministros socialistas de Defensa Narciso Serra, Gustavo Suárez Pertierra y Julián García Vargas, se encargaron de hacerle ver que no iba a consegir si no cesaba de empujar la acusación particular en el terreno judicial. "Ya somos mayorcitos para saber cómo son las cosas en el Ejercito. Atente a las consecuencias" advirtió a Vinuesa el hoy director general del CESID Javier Calderón.
Y así son las cosas en el Ejército: El teniente general Alemán, padre de Carlos Alemán, el famoso militar que simuló el fusilamiento de la población civil del pueblo de Abena, llamó por teléfono a Vinuesa para afearle que se ocupara de un caso que perjudicaba a su hijo; el ministro de Defensa, García Vargas, le explicó a Vinuesa en su despacho que sabía de su caso, pero que +cómo iba a enfrentarse él al criterio de la cúpula militar, recién llegado al ministerio?; la instrucción del caso "ha estado plagada de obstáculos formales y contínuos recursos dilatorios" según señaló al periodista Enrique Barrueco el abogado del caso, Rafael Marín y, en definitiva, como explica el coronel Vinuesa en su libro Misión y destierro en la antigua Yugoslavia, "era muy duro creer en la imparcialidad de cualquier litigio judicial en el que la institución se sienta parte del mismo y a la vez fuera el juez que debiera resolver el caso".