El escándalo de fondos «sucios», financiaciones ilegales del partido Unión Cristiana Democrática, y el «lavado» de dinero en el exterior, está creando la más grande crisis política de Alemania. La Unión Cristiana Democrática es el grupo político de Helmut Kohl, vinculado al poder desde 1983.
Estos hechos son el tema central de la prensa europea. No todos los días en este continente, dirigentes de las naciones son sancionados por actos ilegales, tal como está ocurriendo en Alemania, una de las siete naciones más poderosas del planeta.
En la tarde del martes, el exprimer ministro alemán Helmut Kohl, el hombre fuerte de la política nacional en los últimos cuatro lustros, se vio obligado a renunciar a su puesto de Presidente honorario de su partido.
El también excanciller alemán no aceptó revelar el nombre de los «misteriosos» financistas de antaño y esta fidelidad a lo ilegal, le significó el costo más caro de toda su vida política.
Helmut Kohl, una de las figuras políticas mundiales m s importantes en esta era neoliberal, sale de la escena nacional por la puerta chiquita. Sale abandonado por los suyos y mezclado en varios esc ndalos resumidos en uno principal: la corrupci¢n.
El exprimer ministro que gobern¢ Alemania por 16 a_os hasta 1998, debi¢ admitir, en los oltimos d¡as, la existencia de cajas negras ilegales, para la financiaci¢n de su partido pol¡tico. Kohl reconoci¢ poblicamente, m s de mill¢n y medio de d¢lares que entraron a la Uni¢n Cristiana Democr tica, entre el 93 y el 98, con su consentimiento, y burlando todas las leyes e instituciones.
La semana pasada, su oltimo Ministro de Interior, tambi’n debi¢ renunciar a su actual diputaci¢n acusado de «lavado de dinero poblico», en el exterior. Todas son se_ales de un deterioro inimaginable, hasta hace s¢lo algunas semanas, en la pol¡tica alemana. Este deterioro enjuicia, de una u otra forma, a toda la clase pol¡tica. Junto con la crisis de credibilidad, una parte importante del Estado m s poderoso de Europa se hace agua.
Adicionalmente, los hechos constituyen una bofetada contra el «prestigio» ‘tico de los gobiernos e instituciones financieras del Norte, que no se privan, insistentemente, de dictarle al Sur normas de «buen gobierno». La realidad parece clara. La corrupci¢n y los esc ndalos no son s¢lo patrimonio de las naciones del Sur y sus gobernantes, como se pregona en el Norte. M s bien son males de un sistema y de una l¢gica que se impone en el mundo y que es implantada desde arriba, desde el poder del Norte. (Euro/QR/Au-Ppg/Ppc/ap)
KOHL SALE DE LA POL-TICA POR LA PUERTA TRASERA
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