Hace aproximadamente dos años tuvimos ocasión de trasladarle a través de una cadena de televisión española (creemos recordar que fue Tele5) cuáles eran, respecto a su posible pensamiento, las reflexiones que hacía nuestra Mesa Nacional en torno al papel que tanto usted como su Gobierno podrían jugar en el recién iniciado proceso democrático vasco.
En aquel entonces, permítanos recordárselo, tanto la sociedad vasca, como imaginamos la española, vivían momentos de expectación; tanto una sociedad como otra vislumbraba con cierta claridad que una nueva fase política se abría ante nuestros ojos, y que además esta fase tenía potencialidades suficientes para superar decenios de enfrentamientos entre nuestro pueblo y el Estado español.
La perspectiva social apuntaba, con segura intuición, que si todas las partes éramos capaces de situar nuestras responsabilidades políticas al nivel de exigencia debido, y a la altura de este reto histórico, era posible instalar un escenario político sustancialmente diferente al habido hasta el momento.
En ese contexto, nos atrevimos poblicamente a adelantar a modo de hip¢tesis, haciendo una reflexi¢n en voz alta y en una actitud respetuosa para con su alta responsabilidad institucional, que probablemente su an lisis pol¡tico en aquellos momentos estar¡a acotado por dos grandes reflexiones que, a buen seguro, a veces ten¡an posibilidades de convergencia y a veces no.
Dijimos que öel se_or Aznar es por un lado consciente de que no puede dejar pasar la oportunidad hist¢rica de superar un conflicto hist¢rico y asentar un modelo de relaciones diferente con nuestro pa¡s, y por otro lado, seguramente es consciente de que asentar las bases para la paz entre su Gobierno y nuestro pueblo exije la madurez y la osad¡a pol¡tica suficiente para entender que la paz s¢lo podr¡a ser edificada desde el respeto a la libre voluntad del pueblo vasco+, y que eso, en definitiva, podr¡a abrir un d¡a la puerta a la desmembraci¢n de Espa_a, posibilidad que ciertamente era dif¡cil de asumir tanto por la derecha espa_ola como por su presidente.
Siendo conscientes de que ‘sa podr¡a ser la situaci¢n real de pensamiento y reflexi¢n de su Gobierno, le hicimos, como reiteramos hoy, un llamamiento a que fuera audaz y valiente, a que arriesgara pol¡ticamente y encabezara una actitud positiva, una actitud que mostrase un af n constructivo y democr tico, que permitiera, al fin, la conquista de la raz¢n, la conquista de la paz para ambos pueblos.
Por voluntad propia, y a buen seguro asesorado por ciertos se_ores de la guerra que todav¡a sue_an con la imposible derrota pol¡tica y militar del independentismo vasco (+en cu ntas ocasiones le han ofertado ya en bandeja de plata la escisi¢n definitiva en HB? +y la cabeza de ETA?), tom¢ la grave decisi¢n, que hoy mantiene todav¡a, de recuperar recetas del pasado intentado por en’sima vez el aniquilamiento del adversario, su derrota pol¡tica.
Fruto de esa decisi¢n mantuvo una actitud de provocaci¢n permanente a la izquierda independentista en todos los frentes, y fundamentalmente en su pol¡tica de acoso contra nuestros prisioneros pol¡ticos, sabedor de que era precisamente ‘se un tema absolutamente sensible en la izquierda independentista, y buscando precisamente con ello el debilitamiento de nuestras posiciones pol¡ticas.
Todas sus iniciativas buscaban el colapso del proceso, pretend¡an transmitir la impresi¢n de que no hab¡a salida posible, no siendo consciente en ningon momento (o quiz s por ello) que el proceso abierto contaba con el elemento necesario y suficiente para avanzar: el respaldo de la mayor¡a social, sindical y pol¡tica de nuestro pa¡s.
Esta actitud es la que, a d¡a de hoy, s¢lo ha conseguido el recrudecimiento del conflicto pol¡tico, y sus dolorosas consecuencias, la constataci¢n de su estrategia pol¡tica.
Pero no cabe la resignaci¢n, nosotros no estamos instalados en ella; muy al contrario, afirmamos que ‘sta es una situaci¢n que debe ser superada. El cuadro pol¡tico actual no puede ser satisfactorio para ninguna de las partes, vivimos otra vez inmersos en una vor gine que s¢lo puede ser caracterizada como una tragedia humana de grandes dimensiones, una tragedia que de- bemos evitar.
Y hablamos de este sentimiento de tragedia en primera persona. La hemos padecido y la seguimos pade- ciendo. Hemos sufrido en primera persona sus consecuencias, hemos sentido esa horrible sensaci¢n de impotencia que supone la muerte de seres queridos, de compa_eras y compa_eros muertos en combate, en la c rcel, en el exilio o desarrollando su actividad diaria.
Desde esa experiencia podemos entender y entendemos el sufrimiento de los dem s. Nadie deber¡a soportar esa traum tica experiencia. La muerte de seres humanos, la muerte en Espa_a o en Euskal Herria, deber¡a pasar a ser solamente un factor biol¢gico o natural, en su caso accidental, nunca un factor relacionado con la situaci¢n pol¡tica.
Ese es nuestro deseo y se lo volvemos a reiterar: estamos empe_ados en sustituir los escenarios de confrontaci¢n por escenarios de cooperaci¢n y mutuo respeto, ‘se es nuestro reto y en su bosqueda planteamos todas nuestras iniciativas pol¡ticas, incluida esta carta poblica que hoy damos a conocer.
En estas circunstancias, le volvemos a reiterar cu les deber¡an de ser las reflexiones b sicas que deber¡an animar nuestra actividad pol¡tica si queremos de verdad dar soluci¢n y estabilizar definitivamente un escenario de paz, libertad y democracia en nuestros respectivos pa¡ses.
El pueblo vasco, Euskal Herria, es un pa¡s que a lo largo del oltimo siglo y medio no ha conocido todav¡a ninguna generaci¢n que no haya convivido con familiares o amigos en la c rcel, en el exilio o formando tropas de voluntarios que con las armas en la mano hayan hecho frente a las tropas isabelinas, a los alzados fascistas o a d¡a de hoy a quienes tratan de poner l¡mites a la voluntad popular.
Este es un dato objetivo, no lo acompa_amos ni de valoraciones ‘ticas, ni pol¡ticas; nos limitamos a constatar ese dato irrefutable desde una ¢ptica de acercamiento objetivo a nuestra historia.
A d¡a de hoy, tambi’n podemos constatar que la lucha armada desarrollada por la organizaci¢n ETA durante los oltimos cuarenta a_os, lejos de remitir, genera permanentemente los mecanismos pol¡ticos y sociales necesarios para su permanente realimentaci¢n.
Ni los fusilamientos del franquismo, ni la represi¢n posterior, ni la presente han sido capaces de derrotar militarmente a ETA.
Seamos pues francos y honestos en el ejercicio de nuestra responsabilidad pol¡tica; ni ustedes ni nosotros tenemos el derecho de dejar a las futuras generaciones de vascos o espa_oles tan obstinada y pesada herencia.
Y ‘ste deber¡a ser el objetivo principal y nuestra onica meta: resolver definitivamente esta situaci¢n, desde claves democr ticas, desde el mutuo respeto y reconocimiento.
Y en este sentido, al hilo de sus oltimas manifestaciones, perm¡tanos que le traslademos una reflexi¢n en torno a esa especie de obsesi¢n que tanto usted como otros responsables de su partido o Gobierno tienen en torno a la imposibilidad de hacer ponerse de rodillas al Gobierno espa_ol.
Esas reflexiones solamente permiten apuntar la existencia de un esquema intelectual que plantea el conflicto en t’rminos m s propios del siglo XIX que del actual. Cabr¡a deducir de sus manifestaciones que la derecha espa_ola (y tambi’n desgraciadamente esa izquierda representada por el PSOE) sigue aferrada a una dial’ctica pol¡tica que pivota sobre el desequilibrio dicot¢mico entre vencedores y vencidos, entre ganadores y perdedores.
Su permanente afirmaci¢n de que la paz no tiene precio, am’n de no corresponderse con la realidad de las experiencias negociadoras desarrolladas en el terreno internacional, nos aboca a hacerle una reflexi¢n desde otro punto de vista. Se_or Aznar, lo que tiene un precio incalculable es la guerra, para todas las partes, pues todos somos perdedores en esta si- tuaci¢n; todos podemos ser ganadores si superamos las ra¡ces del conflicto.
La izquierda abertzale no desea el arrodillamiento de nadie, solamente deseamos construir un escenario que permita tanto a su pueblo como al nuestro hacer frente en paz y en libertad a los retos econ¢micos, sociales, pol¡ticos y culturales que nos afectan. La soluci¢n se llama democracia, la soluci¢n se llama derecho de autodeterminaci¢n.
No podemos aplicar las viejas recetas del pasado, su proyecto para articular Espa_a s¢lo ser posible si el PP, junto con los socialistas de Euskal Herria, son capaces de convencer a la mayor¡a de nuestros ciudadanos de que ‘sa es la opci¢n que m s satisface sus aspiraciones. Cualquier otro inter’s o perspectiva est condenada al fracaso, ni las antiguas apelaciones franquistas, ni la per- manente invocaci¢n a la inmutabilidad de su Constituci¢n permitir n lo contrario.
Nosotros, por nuestro lado, tendremos que ser capaces de convencer a nuestro pueblo de que la construcci¢n de un Estado vasco en el marco europeo es la mejor soluci¢n para satisfacer las demandas que en cualquier orden tenemos los ciudadanos de este pa¡s.
Resulta, pues, urgente superar los c¢digos impositivos y de fuerza, y sustituirlos en exclusividad por c¢digos de persuasi¢n democr tica y convencimiento social.
Y la resoluci¢n de este conflicto pasa precisamente por construir un escenario que permita desenvolverse en esas coordenadas pol¡ticas, algo a nuestro alcance si realmente existiera voluntad pol¡tica.
En definitiva, apelamos una vez m s a su sentido de Estado para reclamarle las medidas oportunas que permitan la construcci¢n de ese escenario, le abordamos intelectualmente para que sea capaz de sostener el tim¢n de la historia, y asuma una actitud de reconocimiento de la naci¢n vasca, de su realidad territorial y del derecho de sus habitantes a configurar sin injerencias el futuro.
Esas son las reglas del juego democr tico, amparadas en el Derecho Internacional, que han permitido la puesta en marcha de mecanismos de resoluci¢n en Irlanda, sin arrodillamientos ni humillaciones, con sentido de la historia y de la necesidad pol¡tica.
Nosotros le decimos honestamente que estamos dispuestos a recorrer ese camino; en sus manos est ha- cerlo posible.
Perm¡tanos recordarle, por oltimo, que si desgraciadamente ‘sa no es su actitud, nuestro pa¡s, los sectores patri¢ticos y populares de Euskal Herria, seguiremos haciendo camino, y que ni nue- vas medidas de represi¢n, ni nuevos encarcelamientos, ni nuevos ensa_amientos contra nuestros prisioneros de guerra le permitir n doblegar nuestra voluntad.
Nacimos como vascos libres, y como vascos libres nos encontrar .
Es por ello que confiamos en que no sea ‘sa su actitud, y que al final se impondr la raz¢n a la fuerza, el entendimiento al sometimiento, la libertad a la imposici¢n.
No perdamos m s el tiempo, hablemos de pueblo a pueblo, de naci¢n a naci¢n y edifiquemos un marco de relaci¢n y convivencia sustentado en el mutuo reconocimiento, la mutua colabora- ci¢n y la plena soberan¡a de nuestros pa¡ses.
Nuestros pueblos nos lo agradecer n.